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PODERES MÁGICOS
Sobre libro La última estación (64 páginas), Nelly Salas Vargas (Chile)
Editorial Letra, Colección Anguita, agosto de 2020

Por Mónica Montero Fernández
Escritora y editora



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No importa la hora ni el día
se cierran los ojos
se dan tres golpes con el
pie en el suelo,
se abren los ojos
y todo sigue exactamente igual
(Canto Villano, de Blanca Varela)

“Quimera en la última estación”
Bordo mis versos a la orilla
De pantanos llenos en quejidos.

“La Última Estación” de Nelly Salas Vargas, es un alto en el camino, un instante que toma la autora, para contemplar la senda recorrida, de forma íntima entona este canto, manifiesta el dolor y las alegrías que le brindó un pasado copioso en aprendizaje. Aquí en este territorio, eso es el poemario, un territorio musical donde los personajes se hacen inmortales y crece la tarea ejercida por ellos, ante nuestra mirada. Nelly Salas usa el recurso de la imagen y la expresión de la belleza en cada verso, para expresar su gratitud y reconocimiento a esos seres, hombres y mujeres que marcaron su impronta artística, su vida como madre y mujer.

Su existencia enlazada a lo artístico, lo social y humano, por eso expresa con habilidad y ternura su apego a la vida haciéndose protectora de sí misma y de otras, de las otras que transitan los caminos complejos de la actualidad, ella plasma con sutileza y cuidado la imagen nítida de los horrores y las injusticias que se viven en este transitar, elabora una radiografía de su intimidad y con esto nos presenta sin miedo ni disimulo sus creencias, dolores y dudas. En un desgarrador grito, solicita a la brevedad justicia o compasión.

“Mi país un río de angustias”

Santiago muere en sus calles
los ríos lo cruzan
con su garganta seca.
Su primera Línea
tuerta y violada.

La riqueza de su lírica sumada a la claridad con que se expresa en cada poema, crea una composición abundante en tonos rítmicos. Si bien algunos poemas son descarnados, la autora logra, encontrar el equilibrio justo para que no se vuelva un desgarro, logra con sutileza tratar el desaliento y la fragilidad, para que siempre sea la luz y el amor lo que encause cada poema.

“El Cura sabe a hierbas silvestres
Cuando Camina
Sorteando los rieles de la vía férrea.
Ernesto Cardenal,
El alma donde habita el Che,
Marilyn, Sandino
Su amada Claudia
Los niños de Solentiname
La mujer llamada Revolución”.

En estos versos transmite, la desolación que se vive en una patria polarizada y desigual, los horrores por los que pasó en la juventud, que solicita equidad y solo recibe de vuelta, abusos y vejaciones. En lo personal me complace que la autora tenga la valentía de exponer esta dura realidad y lo haga con la fuerza que le otorga el haber vivido días de angustia por una política que no logra acercarse a la justicia social.

Luego, la aventura poética trasciende y se revela en este transitar de trenes en un pasado que, se repite en el tiempo circular en la inmensidad infinita del recuerdo, las estaciones del tren que aparecen en la bruma ensombrecida por los sueños que no llegaron a concretarse, los vagones, sus manijas como velos que, si los desliza el viento, nos conecta con la memorable fotografía de la juventud.

Estos versos transitan entre rieles, andamios, estaciones, todo lo que conlleva el viaje y el aprendizaje, que este nos proporciona, nos encontramos sin darnos cuenta, frente a una realidad cruel, impulsada por un sinfín de acontecimientos inesperados que cambian drásticamente la vida de la autora, el curso de este poemario, la trayectoria del país, incluso sin caer en exageraciones, podríamos decir que cambia el mundo entero. La muerte de figuras emblemáticas, como Ernesto Cardenal, rasgaron el alma de la poeta y tatuó con simpleza estos versos, honrando a la figura que fue y será para muchos, un   ejemplo a seguir, por su incansable defensa de la teología de la liberación en América latina. Nelly Salas confiesa; “comencé este poemario, sin pensar jamás, que debía despedir a tanta gente amada”.

“Canción Pesnyarí”
“El pasado cuelga de mi brazo 
pisa el olor a campo en mis sandalias”

Quizá por la limpieza de lenguaje y claridad de imágenes situadas en un mundo femenino, latino y actual, se hermana este poemario con el “Canto Villano” de Blanca Varela, al igual que la poeta peruana, la autora mezcla la identidad actual con lo irreal del pasado, ya que nunca las palabras alcanzan para dibujar la experiencia tal cual fue vivida, sin embargo, ella se afinca en la rebeldía del verso para expresar de forma lumínica las contradicciones de lo aprendido y nos transporta a una estación memorable de su vida, donde la inocencia, la belleza y anhelos, se transforman en la aguja que teje el tiempo actual y lo enriquece.

“En un rincón del mundo”

Aún merodean hombres que matan a las niñas lindas, que se dirigen a la Casa de la Cultura de San Bernardo. Y en este rincón del mundo solo se replica aquello que sucede en muchas partes del mundo.

“Entre el frondoso parque García
de la Huerta cantan los jardines
su pronto regreso”

En estos poemas el dolor adquiere protagonismo y pareciera que nada absolutamente nada nos levantará del fango, la autora agrega de forma extraordinaria y a la vez inesperada, la ilusión del después, la esperanza de que mañana la inocencia volverá a bailar la cueca esa, que se quedó suspendida en el cielo de San Bernardo.

Aunque vivamos rodeados de aflicción y pobreza, llenos de aburrimiento, conservamos el impulso de alcanzar la felicidad infinita.


San Bernardo, julio de 2020

 

 

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