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La
joven manos de titiritera
"El
pez que aprendió a caminar" de Claudia
Ulloa Donoso, Estruendomudo, 2006
Por
Niki Tito
El pez que aprendió
a caminar es el debut literario de Claudia Ulloa Donoso, joven narradora
peruana residente en Noruega, que consiste en una colección de relatos
breves, algunos de los cuales han merecido distinciones en certámenes locales.
Lo primero que uno percibe tras concluir el libro es la uniformidad del conjunto.
Pero se trata de un equilibrio que no se produce a nivel estructural ni temático,
sino a nivel atmosférico. En efecto: hay una misma densidad, un mismo aire
enrarecido que envuelve
cada uno de estos eficaces relatos trabajados con un mínimo de recursos
formales y una prosa sencilla, en los que conviven la desesperación y la
tristeza con el humor, el desenfado y el absurdo.
El pez que aprendió
a caminar presenta una serie de cuentos de carácter intimista en los
que, más que contar una anécdota, lo que interesa es dejar constancia
de las sensaciones y del extrañamiento que produce el mundo que nos rodea.
Puestos en situaciones diversas, los personajes de Ulloa Donoso constantemente
se dan de bruces con manifestaciones de lo insólito en medio de lo cotidiano.
Para ellos, además, los objetos más pueriles y los acontecimientos
más triviales son el punto de partida para el desencadenamiento de emociones
que trascienden el terreno de lo inmediato. Y es que el constructo de la realidad
casi no es percibido por medio de la lógica y el raciocinio, sino sobre
todo a través de sus sentimientos y sensaciones. De esta forma intuyen
de pronto el misterio que gobierna las relaciones interpersonales, y aún
más: desentrañan su más absoluta arbitrariedad y sinsentido.
Claudia
Ulloa es una talentosa titiritera. Maneja con habilidad los hilos de la narración,
y de esta forma consigue en no pocos relatos que las confesiones de sus personajes,
provocadas muchas veces por una angustia de orden existencial, transmitan vívidas
sensaciones al lector, lo que recuerda en algo las ficciones de la estupenda escritora
brasileña Clarice Lispector. Pero mucho más importante y evidente
resulta el legado cuentístico del norteamericano Raymond Carver, auténtico
maestro del género, que la joven escritora ha sabido asimilar a su estilo.
El libro además intercala una serie de fragmentos (en prosa o en verso)
que subrayan esa atmósfera de inquietante fragilidad de los relatos. Por
todo ello, El pez que aprendió a caminar se revela como una muy
interesante ópera prima que sobresale por su calidad literaria y ubica
a su autora en una cómoda posición de privilegio entre los debutantes
de nuestra escena narrativa actual.