ÓSCAR BARRIENTOS BRADASIC
Escribir desde la Patagonia
Por Alejandro Lavquén desde Punta Arenas
Publicada en revista Punto Final Nº 697. 30 de octubre 2009.
Nacido en Punta Arenas en 1974 y titulado como profesor de Pedagogía en Castellano en la Universidad Austral de Chile, donde además obtuvo un magíster en literatura para posteriormente cursar un doctorado en educación en la Universidad de Salamanca, Óscar Barrientos Bradasic es uno de los escritores magallánicos con mayor proyección nacional. Ha publicado los libros La ira y la abundancia (Mosquito Editores, 1998); el poemario Égloga de los cántaros sucios (El Kultrún, 2004). Editorial Cuarto Propio publicó su Trilogía de Puerto Peregrino -una ciudad mítica al sur del mundo-, que abarca los libros El diccionario de las veletas y otros relatos portuarios (2002); Cuentos para murciélagos tristes (2004) y Remoto navío con forma de ciudad (2007). Hoy nos presenta su primera novela “El viento es un país que se fue” (Das Kapital Ediciones, 2009). Próximamente la prestigiosa editorial venezolana “El perro y la rana”, publicará una antología de sus cuentos.
- Se dice que escribir desde la Patagonia es como escribir desde fuera de Chile ¿Es cierto?
- Hay algo de eso, pero yo no lo veo desde una mirada separatista, sino como una veta de aprovechamiento literario. La Patagonia es un viejo océano que desde siempre ha cautivado a navegantes, exploradores, bandidos y es un territorio profundamente fundacional donde conviven muchos elementos culturales, de orígenes muy diversos. En lo personal, no me gusta la Patagonia demasiado nostálgica, ya que tiende a cierto criollismo algo majadero, me interesa la Patagonia urbana.
- Acaba de publicar su primera novela cuyo centro geográfico nuevamente es Puerto Peregrino ¿Cómo surge este lugar? ¿Qué representa?
- Puerto Peregrino es una ciudad intertextual construida en función de la palabra, quizás apelando a la vieja e inútil tentativa de cambiar la realidad por la vía del lenguaje. Esta ciudad tiene elementos que se vinculan a la naturaleza catastrófica de la geografía austral y es habitada por seres tan derrotados como infrecuentes. Creo que Puerto Peregrino se va ensanchando en mi imaginación. Tiene un sentido muy portuario y melancólico, a la manera de las novelas de Salvador Reyes o Francisco Coloane, pero también aspectos que bien podrían denominarse posmodernos como un relato de Calvino o P.K.Dick. En alguna medida, Puerto Peregrino para mí integra tradiciones que en otros escenarios podrían ser antagónicas.
- En cuanto al poeta Aníbal Saratoga, protagonista de sus narraciones y alter ego ¿Cómo lo definiría? ¿Cómo lo relaciona con Chile en un mundo imaginario?
- El poeta Aníbal Saratoga lleva ya varios años acompañándome en mis navegaciones literarias y me he enterado que tiene pocos, pero muy fieles lectores. A veces parece ausente pero reaparece en los bares de costumbre, en ciertas plazas abandonadas, en añosas bibliotecas. Creo que Saratoga es –como señaló Germán Carrasco- una suerte de Corto Maltés a la inversa, un tipo que deja que la vida haga con él lo que mejor estime y que en su postura frente a la vida se trasunta el viejo problema de la intransitividad del lenguaje. Saratoga también anhela un país que se fue, que ya no existe. He llegado a creer que Chile ya no existe.
- Los lectores suelen disfrutan de las ciudades o pueblos misteriosos, de mundos inalcanzables ¿Cree que se deba a cierta frustración con la realidad en que vivimos cotidianamente?
- Es posible, que la gente se canse de tanta realidad como decía Juan Luis Martínez. El mercado tiene su propio coro de sirenas ensoñadoras.
- En sus libros siempre está presente el factor social no como abstracción, sino como denuncia concreta ¿Se considera un escritor comprometido políticamente, o ideológicamente si se quiere?
- A veces tiendo a percibir el realismo como la negación de la literatura y me parece más atrevido hablar de aspectos sociales o ideológicos desde la fantasía. Al fin y al cabo, las dictaduras que se han vivido en nuestros países han sido tan atroces que parecen irreales y desgraciadamente no lo son. Ahora no creo en la literatura como agente al servicio de ningún régimen, cosa que lleva al sectarismo y a cierta beatitud. Cada escritor define sus compromisos estéticos o ciudadanos como mejor lo estima. En lo personal me identifico con la izquierda y guardo un enorme respeto por Salvador Allende, un presidente genuinamente prometeico. No me gusta una sociedad donde la desigualdad es tan obscena como ocurre desafortunadamente en el Chile de hoy.
- Durante años la literatura patagónica –y la historia en general- evitó el tema del exterminio de los pueblos selk’nam, kawésqar, yámanas, aónikenk y haush, pero su generación sí asume lo ocurrido y lo denuncia ¿Cómo desarrolla ese proceso?
- Siempre es fuerte denunciar el exterminio de una cultura, de manera especial cuando lo perpetraron ciertos “prohombres” a quienes se les dedican calles y monumentos, legitimando con ello la pulcritud de sus crímenes. Me gusta que el tema se rescate y así lo explicita los trabajos de Pavel Oyarzún, Juan Pablo Riveros, Christian Formoso, entre otros. Hay también gente joven que está abordando el tema desde formatos muy novedosos como el espacio audiovisual o el cómic.
- Chile se acerca al Bicentenario ¿Cómo visualiza la situación del país a doscientos años de su Independencia?
- No creo que hayamos logrado la independencia económica. Aún tenemos una constitución heredada por la dictadura que siempre asoma sus fisuras como en el caso del sistema binominal. Los niveles de inequidad son francamente bochornosos, no veo un tratamiento adecuado a las etnias, a los sectores más excluidos socialmente. En Chile el Estado es una figura muy nebulosa. Espero que el Bicentenario se transforme en un espacio de reflexión y no en una productora de eventos.
- Se anuncia la publicación de su Antología Naviera por el sello venezolano “El perro y la rana” ¿Cómo se da esta posibilidad? ¿Cuál es su relación con Venezuela?
- El año 2007 fui invitado a la Feria Internacional del Libro de Caracas, justamente a una mesa de literatura fantástica con autores de muchos países latinoamericanos. Me asombró ver una feria tan amplia, centrada en la inclusión y en una mirada del libro como un bien cultural masivo. El entonces presidente del CENAL Ramón Medero dijo algo que me gustó mucho: “Queremos que el libro se transforme en parte de la canasta básica del venezolano”. Los libros se venden a precios ínfimos, desde clásicos hasta autores recientes, muy similar al proyecto de editorial Quimantú. La mirada de las editoriales venezolanas es muy pluralista. Tú sabes que en Chile el circuito editorial está en manos de trasnacionales y es muy excluyente, que es otra forma de censura. Surgió en Venezuela la feliz iniciativa de publicar una antología de los cuentos de Puerto Peregrino y a pesar de que aún no sale, ya está en el catálogo para próxima publicación. Estoy muy contento de que mis relatos lleguen a nuevos lectores y a un pueblo que aprecia la lectura como elemento liberador.