Dinastía 
              Familiar 
              Recuerdos 
              de un hombre injusto, de Oscar Bustamante
                      Por Ramiro Rivas
              Diario La 
              Época, Domingo 15 de enero de 1995.
           
           
          No deja de ser sorprendente la carrera literaria de Oscar 
            Bustamante (1941). De profesión arquitecto, ha desarrollado 
            una serie de actividades muy ajenas a las letras. Ha sido profesor, 
            agricultor por algunos años, pintor casi una década, 
            para arribar, por fin, a lo que pareciera ser su
 verdadero oficio: escritor. Su tardío ingreso en el campo de 
            la narrativa, se produjo al publicar Asesinato en la cancha de 
              afuera, en 1991, novela recibida auspiciosamente por la crítica. 
            Esta nueva obra, Recuerdos de un hombre injusto, texto mucho 
            más ambicioso y totalizador, confirma las apreciaciones que 
            despertó su libro anterior.
            
            Esta vez el autor asume una temática largamente cultivada por 
            la narrativa chilena: la novela agraria y, necesariamente circunscrito 
            en este ámbito, la existencia del terrateniente chilensis, 
            con todos sus defectos y posibles virtudes. Pero no recurre a la estructuración 
            clásica y tradicionalista que va de un Gran señor 
              y rajadiablos, de Eduardo Barrios, para continuar con una 
            extensa cadena de novelas y cuentos relacionados con este tema, especialmente 
            escrita por mujeres, como si todas estas autoras provinieran de estirpes 
            latifundistas, y finalizar en una visión más imaginativa 
            de esta realidad, como La casa de los espíritus, de 
            Isabel Allende. No obstante, los elementos comunes que forzosamente 
            coexisten en este tipo de obras, que pueden adquirir características 
            arquetípicas en el desarrollo narratológico, Bustamante 
            evita este riesgo elaborando su novela mediante el empleo de diversas 
            voces narrativas y un lenguaje coloquial más acorde con las 
            necesidades de la novelística contemporánea.
          En efecto, el autor articula la historia de una dinastía 
            familiar, a través de dos secuencias narrativas, a partir de 
            la memoria de su protagonista, José Alcántara. Una en 
            primera persona, que sostiene el hilo conductor de la anécdota, 
            desarticulando la temporalidad cronológica por medio de la 
            corriente de conciencia del personaje central, cuyas reminiscencias 
            saltan de una época a otra, aportando las diferentes claves 
            que conformarán la verdadera historia de este hombre envejecido 
            y arruinado que reconstruye su existencia apoyado en sus recuerdos 
            obsesivos. Alternando os textos monologantes de José Alcántara, 
            escritos en largas frases, en donde se insertan diálogos, reflexiones 
            y descripciones, se desarrolla otra narración lineal, en tercera 
            persona, de sintaxis tradicional, que va completando el resto de la 
            historia, lo propiamente anecdótico de esta saga familiar que 
            se inicia en las postrimerías del siglo pasado y finaliza a 
            mediados de la década del setenta.
          
            El patriarca
          Los acontecimientos sociopoliticos de este extenso período 
            histórico, se vislumbran más bien esfumados en esta 
            novela, cuyo eje central gira en la personalidad del patriarca y su 
            entorno familiar. Salvo la presencia de Marco, que se integra a la 
            lucha armada y adquiere implicancias políticas, el resto de 
            los personajes vive en una suerte de limbo y bienestar económico. 
            La intimidad del protagonista-narrador copa todos los espacios. La 
            personalidad altanera y prepotente de José Alcántara, 
            que asume el amor y el desamor con igual frialdad, que extermina cuatreros 
            a balazos, que lleva una vida licenciosa y sólo cree e su propia 
            fuerza, se da con propiedad en los extensos soliloquios. Así 
            se retrata a sí mismo: "Beber, fornicar, guerrear, adorar 
            a los ríos y las montañas y el gustito por el sabor 
            de la muerte, me vienen por el lado indígena, mientras que 
            la ambición y la pasión, provienen del costado ibérico".
          En un nivel secuencial, la historia de José Alcántara 
            puede interpretarse como la historia de un fracaso, la imposibilidad 
            de actuar como héroe positivo. El autor remarca e insiste a 
            medida que transcurre el relato, en las condiciones de antihéroe 
            del personaje, voz central y conductora de la novela. Esto mismo convierte 
            al protagonista en un ser más creíble, cuya verosimilitud 
            se hace extensiva al resto de los personajes. La esposa Blanca, la 
            cuñada Cautiva, el primo Aníbal, los hijos y demás 
            parientes de esta poderosa familia levantada por José Alcántara 
            y destruida por él mismo, están plenamente logrados. 
            Cada individuo adquiere carnadura propia en la memoria del viejo que 
            sobrevive, al desastre y la muerte de su entorno, sin claudicar.
          Sin exceso
          Otro elemento valorativo lo constituye la agilidad del 
            lenguaje, que mantiene una uniformidad sin altibajos a lo largo de 
            la novela. Sin ser novedoso, este estilo retahila, profusamente empleado 
            por los narradores de los años 70 en Chile y la literatura 
            del "boom", se ajusta al personaje. La verosimilitud escénica 
            proviene, nos imaginamos, del cabal conocimiento que el autor posee 
            sobre el tema y la región descrita. Bustamante no peca jamás 
            por excesos narrativos ni pintoresquismos a ultranza. Sabe dosificar 
            su exposición sin cometer los vicios de otros autores al asumir 
            el tema campesino y quedar sólo en la exterioridad. Lo más 
            ajeno al relato lo conforman las crónicas supuestamente escritas 
            por Marco, bisnieto de Alcántara, en un lenguaje arcaico, que 
            relata los avatares de dos españoles en los tiempos de la conquista 
            de Chile, en especial su paso por la región del Maule, en donde 
            transcurre la historia. La inclusión de estos textos se justificaría 
            como una investigación sobre el cruce mestizo de la familia 
            en sus ancestros.
          En general, esta novela cumple perfectamente los objetivos 
            planteados por el autor: reflejar el auge y caída de un individuo 
            autosuficiente, amoral y atrabiliario, sin incurrir en los convencionalismos 
            habituales de esta socorrida temática latinoamericana. El desvinculamiento 
            de la ortodoxia académica, en lugar de ir en desmedro del texto, 
            lo valoriza. Esto no significa que el lenguaje coloquial se transforme 
            en una apología del uso de la lengua hablada. Al contrario. 
            El empleo de diversos planos narrativos impide la monotonía 
            expresiva. 
          El tono confesional del protagonista-narrador le confiere 
            al relato mayor autenticidad, un puente que lleva al lector a la intimidad 
            del personaje, a no dudar de su verdad -acertada o errónea- 
            expuesta en el texto y no en la conciencia del, lo que es muy positivo. 
            A pesar de estar escrita gran parte de esta novela con un estilo monologante, 
            no cae en el discurso tipificador del latifundista déspota, 
            evitando la "inducción", "tan cara a los amigos 
            de la literatura social", con palabras de Cortázar, sino 
            a una exposición abierta a diversas interpretaciones.
          Sin duda, Recuerdos de un hombre injusto, constituirá 
            una de las novelas más interesantes publicadas en el año 
            94.
          
            Recuerdos de un hombre injusto. 
            Oscar Bustamante.
            Editorial Grijalbo. Santiago
            1994. 236 páginas.