“El viento es un país que se fue”, novela de Oscar Barrientos Bradasic
Viento del fin del mundo.
Por Marino Muñoz Lagos.
El Magallanes, domingo 2 de agosto de 2009.
El poeta Aníbal Saratoga, quien anteriormente fue personaje de los relatos náuticos del escritor Oscar Barrientos Bradasic, toma ahora el timón de estas páginas donde el oleaje y el ingenio trazan los rumbos y derroteros que lo empujará hacia Puerto Peregrino y sus islas contiguas, en cuyos mares el viento rompe las velas, el discernimiento de los sueños y las marcas de viejos licores. El poeta Saratoga lee el diccionario de las veletas, de uso frecuente al fin del mundo, para orientarse en sus travesías nocturnas y cuando la embriaguez le espanta sus derrotas y se pierde entre las nubes bajas y las altas mareas antárticas.
Oscar Barrientos Bradasic procura un lenguaje acorde con los antiquísimos nautas de los océanos inexplorados y los rincones hasta donde el viento no alcanza con sus ráfagas y crecen los mamíferos marinos a su antojo, entre cantos de pájaros y lloviznas como humos del crepúsculo. Sólo Puerto Peregrino recauda la sed que lo agobia en bares de dudoso linaje, cuyas paredes están cubiertas de litografías y manchas de humedad que el paso del tiempo ha inoculado en las más insensatas borracheras de tripulantes de otrora que perdieron el encanto de la rosa de los vientos.
El escritor evoca sus sitios predilectos de Puerto Peregrino y caminándolos alimenta sus pupilas con nombres del ayer que todavía asoman en las páginas de sus textos, y que fueron llamados “imaginistas”, quienes en prosa y verso conmovieron nuestras lecturas: Salvador Reyes, Jacobo Danke, Guillermo Quiñones, Juan Marín, Oreste Plath, Julio Barrenechea y tantos otros que enloquecían por Valparaíso, Talcahuano o Antofagasta con sus cerros luminosos, sus calles torcidas y sus “llepos” tenebrosos.
El escritor magallánico inventó su propio refugio al final del mundo, soñando y estructurando su Puerto Peregrino en homenaje a “Los siete espejos”, “La tía Carlina” o “La metro ochenta” en el Salar Grande. El poeta Saratoga enjuga sus lágrimas y bebe sus combinados en el “Miseria Dorada” donde las asiladas toman de whisky para arriba. A su protagonista le entusiasma la caza de la ballena por su vecindad antártica. La ciudad de Calibán es gobernada por un militar frustrado, excéntrico y despiadado, el general Morbius, tiranuelo de opereta que dura muchos años a base de muertos, desaparecidos y torturados de oposición. Es al revés de Puerto Peregrino con sus cantinas apacibles, sus tragos sublimes y sus prostitutas venidas de otras galaxias e insólitos encantamientos.
“El viento es un país que se fue” es una novela que pone a Oscar Barrientos Bradasic en un lugar escogido para que siga bregando en la literatura mágica chilena.