Viejas obsesiones en la nueva novela de Oscar Barrientos  Bradasic.
        
          Por Clemente Riedemann
         
        Barrientos Bradasic es un monstruo marino devorador de  literatura clásica. Ella constituye su alimento básico para emprender la  interpretación de las realidades, las de antes y las de ahora, que en su  narrativa es una misma cossa nostra. Estilísticamente, esta dieta sobre aliñada  le impone una retórica cercana al comic, en este caso ballenero, que  avanza  como un oleaje tempestuoso en busca de litorales donde moran seres que parecen  recortados de las historietas, de alma huidiza y presencia flotante, como  marineros en tierra, cuya identidad se asienta únicamente en el lenguaje con  que se expresan.
avanza  como un oleaje tempestuoso en busca de litorales donde moran seres que parecen  recortados de las historietas, de alma huidiza y presencia flotante, como  marineros en tierra, cuya identidad se asienta únicamente en el lenguaje con  que se expresan.
          
          Así, los nombres de Plegasuena, Gran Formentor, Kratilo,  Calibán, Julio Verne, Faro del Fin del Mundo, nos remiten a las antiguas  mitologías formadoras de nuestro imaginario juvenil, cuando la vida era una “sensación  de vértigo” y no una “dentadura picada y sucia”. El viento es  un país que se fue se presenta como una pesadilla melvilliana, agravada  por descripciones urbanas a lo Victor Hugo, donde la alegría es un sol que  aparece entre los nubarrones merced a la habilidad de Barrientos Bradasic para  conducir el timón de su retórica entre los cachivaches de la contemporaneidad.
          
          Se entiende que este empleo persistente de la tradición  literaria anterior y la narrativa fantástica es metáfora y alegoría de los  tiempos actuales, lo que sitúa al autor en la saga de los auténticos best  seller juveniles de la posmodernidad, con la diferencia que lo que motiva a  Barrientos Bradasic es su amor por la literatura y la atención de los lectores  adultos. De allí lo arriesgado de su apuesta, casi tanto como un viaje por los  mares australes, por fortuna todavía salvajes e ignotos para beneficio del  porvenir.
          
  “Era como si pasada la medianoche se activara una nueva  ciudad, donde meretrices demacradas ofrecían sus servicios en las esquinas y  los amantes se ocultaban como masas informes en los arcos de las escaleras”. Esta descripción podría pertenecer lo mismo a la película Taxi  Driver de Scorcese o la novela Los miserables de Víctor Hugo,  pero la retórica por la que opta Barrientos Bradasic es alegórica y clasicista,  lo que sitúa su imaginario en el limbo de una estética para iniciados.
  
          Años derivando en ese Mar de los Sargazos que ondea entre la  poesía y la narrativa, la creación prosaica de Barrientos Bradasic se está  convirtiendo en si misma en una odisea retórica. Quizás, para llegar a Itaca,  tenga que arrojar la hipérbole por la banda de estribor. Aprovecharía de mejor  modo su lúcida inteligencia, la agudeza de su ironía, el sorprendente humor en  la descripción de los detalles. Quien sabe. Acaso es su pathos. Pero quienes  somos nosotros para dar recomendaciones al joven capitán de los mares australes.