Yenny Paredes y el vértigo de la imagen
Manoblanca y los pájaros del pavimento. El Kultrún. Valdivia (2007)
Por Oscar Barrientos Bradasic
Es un lugar común casi imperdonable afirmar que la poesía es imagen. Sin embargo, un aspecto menos recurrido es observar ese particular y fascinante proceso en el cual ciertos poetas logran desarticular el andamiaje del vacío, esa sustancia tan primigenia como leve que fluye a través de la palabra. Contradicción y sentencia, símbolo y alegoría, fórmula y derrumbe, todas dualidades simbióticas que se hacen patentes en el libro Manoblanca y los pájaros del pavimento de la poeta valdiviana Yenny Paredes.
“Navega esta casa y la ventana/ captura nubes que se estiran/ bostezando en cámara lenta/ En el patio la garúa/ lame toallas y heridas viejas/ Aquí los domingos se repiten / y el gato juega con las naranjas/ que se han caído sobre el pasto/ como eróticas preguntas” nos dice en el poema Matinal, donde los trazos de la reminiscencia intervienen por segundos el acto casi epifánico del desayuno.
Hace ya años que Yenny Paredes desarrolla una importante labor cultural, porfiada y afanosamente aparecen los grafittis en la ciudad de Valdivia, el verso debe aparecer en la muralla para denunciar que existe una ciudad que nos habita, esas ruinas que la modernidad rasca chilensis no logra borrar del todo. Y el resultando de esa enrancia es, sin duda, este libro.
Quiero decir que Manoblanca y los pájaros del pavimento es un trabajo que no sólo se sirve de la escritura, sino también de lo gráfico, de la oralidad, de todas las ciudades que se fundan y se derrumban en el libro como imperios de todo lo itinerante que es la palabra poética.
Se trata de un libro objeto, coronado por un espejo que aguarda oculto en su rejilla nuestra propia mirada. Manoblanca, personaje arlequinesco que desarrolla su insólita Comedia del Arte en la cotidianidad y el deseo, en el inevitable salto al vacío que albergan las sombras “Habita la Muerte/ entre los dedos del fuego/ bailarina cálida/ crepitando su canción de cuna/ En el ojo vertical de una llama instala su mirada azul/ y nos concede una tregua”.
Las ilustraciones de la autora también componen un todo significativo en este libro, esa voluntad de integrar las disciplinas artísticas que tanto animó la existencia de Juan Luis Martínez, que habló en pajarístico sus teoremas y silogismos. Por momentos, ese aserto aparece de forma elocuente, nos recuerda que la poesía es un discurso que lucha constantemente contra la intransitividad “Llévate la costumbre/ de partir palabras junto al río/ las fotografías de este tiempo/ plagado de sueños/ revisa nuestros rostros de vez en cuando/ no vaya a ser que alguno de nosotros/ se descolore con los años”
En Las calles del sueño, quiero hacer notar la sincera urbanidad de sus versos, donde hablante y ciudad se funden en la misma copa. “La ciudad te escribe preguntas en las esquinas/ Se abre de la noche y florecen signos/ de interrogación en los semáforos”
Niall Binns en el Colofón de este libro anota un par de filiaciones señeras con la prestidigitación verbal de Huidobro y con cierto retorno al origen en la poesía de Teillier. Buen cóctel es, entonces, el que logra Yenny Paredes, entre la búsqueda siempre incesante de lo vanguardista y la tradición de la poesía que nos recuerda una tradición cada día más vigente. Y las imágenes brotan interminablemente.
Se agradece este libro sincero y revelador en medio de tanto ampuloso orador, de tanto humorista trasnochado, de tantos párvulos que escriben libros y libros jugando a la periferia bajo las faldas de algún “poeta mayor”. Todavía tenemos Sur, ciudadanos. La poesía de Yenny Paredes renueva una confianza en la honestidad intelectual y en la búsqueda de un lenguaje que siempre funda horizontes.