LA ÚNICA CERTEZA, LA ÚLTIMA PALABRA
Por Oscar Barrientos
"Las tentaciones de Eva" de Roxana Miranda Rupailaf. Colección de Premios Luis
Oyarzún, Secretaria Ministerial de Educación. Región de los Lagos. Puerto Montt (2003).
Muchos han querido leer la literatura chilena como un concepto pendular que gravita entre la continuidad y la ruptura. De esta manera, se habla habitualmente de una literatura que polemiza con los discursos patriarcales, de la poesía etnocultural, etc. Esta perspectiva se centra en la certeza de que estas
líneas temáticas abordan el texto literario desde la periferia y colocan en la
palestra las paradojas de nuestra construcción cultural.
Límites excesivamente metodológicos al fin y al cabo, que en sus versiones más tajantes suelen caer en la simplificación y el estereotipo, porque problemáticas como el género y la identidad étnica son ejes de discusión muy versátiles.
Creo que esta idea se refuerza en el libro "Las tentaciones de Eva".
Roxana Miranda Rupailaf (1982) es una voz importante en la poesía del sur de Chile. Ha sido premiada en varias ocasiones, ha enseñado literatura española en Alemania y fue incluida por Jaime Huenún en la antología “20 poetas mapuches contemporáneos”.
Datos que hablan de una experiencia global, del diálogo intercultural y de una mirada que problematiza la feminidad, asumiendo la difícil madeja de sus conflictos más fundamentales: “se ha retrasado mi amante, / 2 horas y 15 segundos./ Voy a hablarle al celular./ Dice que viene en camino./ ¿Estará bien mi maquillaje?”
Poesía escéptica, empapada con la luminosidad del abismo. En ese proceso de desmitificación de la Eva que habitó el viejo paraíso, se revela un ser femenino que se abre paso entre desgarradores patrones de conducta, conjugando el verso cuidado y retórico con el constante afán carnavalesco, paródico. :”Un caballo vuela al sur en medio de la guerra. / Un caballo sin alas montado en una nube, / me llama a la puerta de mis sueños/ donde soy potra más rubia que el sol?
Roxana Miranda ha ido creando un espacio donde se advierte un proyecto serio, la capacidad de expresar una voz propia, una mirada de profunda desesperanza ante las relaciones de poder que se dan incluso en la cursilería de las parejas, en los acercamientos a la sexualidad juvenil. Pero también el vacío y la angustia existencial. “Las hojas se fueron cayendo de mi cuerpo, / e inundaron la pieza de nostalgias./ Desnuda,/ el sol no quiso entrar por mi ventana./ Acurrucado entre mis dientes murió un pájaro./ El viento me golpea contra el techo en las mañanas./ De rodillas, me deja el leñador sin palabras.?
Ante todo, rescato en ella, su capacidad para repensar la jerga de nuestra época, desnudar sus contrasentidos e incluso su naturaleza degradante y coercitiva. Las tentaciones de Eva no le rinde culto a los estereotipos etnoculturales y feministas; su moneda de cambio es la sospecha: la única certeza, la última palabra.”