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Andanzas de un ficcionauta austral: Novela fantástica de Oscar Barrientos Bradasic

Por Marcelo Novoa

 

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¿Qué sucedería si reuniésemos en un puñado de páginas, apiñados y sin rumbo conocido, a un ufólogo algo excedido de peso, una mujer fatal con gato incluido, un vecino saxofonista bastante metete, un sacrosanto economista alternativo, un cruel dictador de opereta cósmica, un poeta des/atando nudos gordianos, un monstruo de las profundidades abisales y un autor que ha hecho de los territorios antárticos su lugar de residencia? Pues que hablamos ni más ni menos de la nueva publicación de Oscar Barrientos Bradasic, “Quimera de nariz larga” (Ediciones Piedra de Sol, 2011). Estamos aquí, ante un autor que ha construido sólidos puentes entre la poesía y la fantasía, derribando torres de marfil de géneros tan disímiles como el relato de aventuras marineras y la ciencia ficción, o la novela gótica y el diario íntimo, ayudando de paso a reconstruir la entrecortada y abrupta geografía literaria del extremo sur de Chile. Dueño de una prosa hipnótica y bamboleante, cual mar de los sargazos en tinta, va tiñendo las letras magallánicas del siglo XXI con las andanzas del poeta Aníbal Saratoga y su rastro perdido en Puerto Peregrino, alter ego y axis mundi respectivos. Pues desde “La ira y la abundancia” (1998) hasta la trilogía: “El diccionario de las veletas” (2003), Cuentos para murciélagos tristes” (2004) y “Remoto navío con forma de ciudad” (2007), y en las novelas: “El viento es un país que se fue” (2009) y la que aquí nos convoca, Oscar Barrientos ha edificado una obra literaria anómala y de espaldas a cualquier tradición lugareña, pues sus cartas credenciales se hallan entre plumas románticas y artistas desaforados de todo tiempo y lugar, convirtiéndole en extemporáneo ficcionauta que exiliado de su realidad nativa ha establecido un universo paralelo donde habitar desesperadamente.

Este edificio narrativo es trastocado, una y otra vez, caleidoscópicamente, verbi gracia a un estilo rotundo y juguetón, que mezcla epítetos inéditos, metáforas dislocadas y existenciales estrofas, bíblicas diríamos, si no fuese en sí un anatema. Puerto Peregrino, su ciudadela ficticia (y casi sin antecedentes en las letras chilenas, sino pensamos en Calavera de Tango de Juan Emar, o más desconocida, Coridra del futurista Claudio Jaque) que crece y se complejiza con cada entrega narrativa. Así pues, esta urbe se torna en cada página un pueblo fantasma del oeste imposible, olvidado fondeadero de piratas metafísicos, bastión extramuros de disidentes del realismo, centro de una conjura galáctica o bien, simple y trascendente vía que nos conduce en una noche borrascosa hasta cierta taberna legendaria donde distender los huesos y beber a la salud de la literatura fantástica chilena. Pues ciertamente que ha encontrado en Oscar Barrientos, su cronista más austral. Y así, “Quimera de nariz larga”, última novela de este encantador de fábulas, tropieza pero no cae, más bien se nos aparece como paisaje no finalizado, una lectura de intersticios que transitan hacia otras orillas, donde aún se agradece que se den cita los riesgos experimentales de urdir las líneas de la vida de un personaje amarditado y la sucesión delirante de peripecias, algunas brillantes, otras jocosas, y las más, fragmentarias y rizomáticas de un mundo demasiado parecido a la existencia provinciana de cualquier vate local. Por ello, su lectura reviste novedad y acierto, y estas breves notas de arribo sólo pretenden cartografiar estas islas a la deriva, siempre en busca de nuevas costas donde anclar futuras ficciones.

 

 

 

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El viento es un país que se fue
Oscar Barrientos Bradasic / Das Kapital Ediciones

Por Juan Francisco Urzúa.
(El Ciudadano)

 

Como juglar en busca de una historia primigenia, Oscar Barrientos Bradasic se sumerge en un viaje onírico, donde lo simbólico y lo mágico se amotinan contra lo concreto.

El viaje parte en Puerto Peregrino, páramo en extremo austral que sirve como puerta de entrada hacia el mito fundacional compilado en “El Azimut”, canto críptico que reseña las hazañas del León de Abril. Es aquí donde nace la obsesión del poeta Aníbal Saratoga, por descubrir los secretos tras este libro, ya a fin de cuentas, del tesoro oculto en la tradición, iniciando un viaje al centro de una realidad obtusa, donde los marinos inmortales, las ciudades perdidas en el polos sur y los conjuros que hacen aparecer bares, bailan como la deseada odalisca del “Miseria Dorada”.

Barrientos Bradasic iza hasta la punta la bandera de la ficción, ejercicio peligroso pensando en el mito nacional, en extremo errado, sobre la facilidad de la ficción versus la novela social, donde se ve el ejercicio artificioso como evasivo, sin coherencia y bastardo.

“No pocos me catalogan de excéntrico, de ridículo, de patético, y es probable que no se equivoquen. Pero yo pienso que un poeta debe disfrazarse con la limosnas del pasado” (p.9)

El viento es un país que se fue se encarga de subrayar, a punta de una sólida narrativa, que aun hay terreno para los que se atreven a contar.



 

 

 

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Andanzas de un ficcionauta austral:
Novela fantástica de Oscar Barrientos Bradasic.
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