El correlato ante todo
Apología de la droga (Editorial Fuga 2012) de Mario Verdugo
Por Oscar Barrientos Bradasic
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Quizás habría que generar –al menos conceptualmente- un género que fuese como una suerte de historia personal de la literatura chilena. Si reconocemos que su abordaje requiere necesariamente de un planteamiento sistémico, tampoco es menos cierto que proponerse algo de esta naturaleza implica clasificar polifonías a la luz del propio cristal con que se mira. Es algo que me queda dando vueltas luego de leer Apología de la droga (Editorial Fuga 2012) del autor talquino Mario Verdugo.
Probablemente concebir la literatura chilena como un cuerpo puede ser una empresa digna de bibliófilos o de historiadores del arte, pero Verdugo forja, en alguna medida, el moderno Prometeo juntando cuerpos y páginas, cociendo la carne de la memoria bajo el argumento de lo inédito.
Las líneas de Verdugo están impregnadas de dudas dialécticas, de respuestas que se interrogan solas, de secretos monólogos como ríos en sordina. En ese sentido las voces de los vivos y los muertos parecen circular no siempre armónicamente en una especie de limbo. Un libro limbo, un libro limpio, un manojo de sentencias que se estrellan contra el sonido del poema. “Durante sus viajes por francia,/ arteche parecía un perro atravesando el aire en un diamante/ Durante sus vueltas por España,/ amauro parecía un perro desgarrando las ropas de las nubes./ Durante sus giras por Alemania,/ Astorga parecía un perro escupiendo sobre la humanidad”
El libro se articula en cinco inéditos, los de Pedro Nolasco Cruz, Arturo Torres Rioseco, Misael Correa Pastene, Marino Muñoz Lagos y Roque Esteban Scarpa. Así como Borges advierte al poeta menor de la antología que si la meta es el olvido él llegó primero, los poemas de Mario Verdugo sostienen que la literatura es un oficio de contemplación discursiva, no carente de fracturas, amnesias y delirios. “Según matías rafide, /a mario espinosa lo encamisaron por estropear el euforiómetro./ Según matías cardal,/ a januario espinosa la enchalecaron por batir sus propio récord”
Por momentos los poemas parecen solos de jazz, quiero decir fragmentos donde el lenguaje está tensado hasta el extremo para lograr que la armonía muestre todas sus posibilidades de expansión. La burla al tono conferencial es también casi una voz en sí misma, una figura que prevalece a veces tutelarmente en el registro de estos poemas, apelando a cierta noción de comediante trágico que porta una risa dolorosa.
Además sorprende en este libro el extraordinario uso del correlato como dispositivo estructural agregando el planteamiento crítico como reflexión y motor de estos inéditos. El inédito, en este caso, funciona como el manuscrito encontrado, la excusa medular que gatilla la reflexión. Se aprende métrica para no practicarla, para parodiarla, para reírse de la desmesura del discurso literario.
De este modo, Apología de la droga se me aparece como una de las más interesantes y complejas revelaciones del espectro poético actual. Una odisea por la aventura de las referencias librescas que abre túneles y recovecos en la manera de concebir el oficio literario, siempre dispuesto a repensar la realidad.