Un viaje por las subjetividades
Segundos de Mónica Ríos (Sangría Editora, 2010)
Por Óscar Barrientos Bradasic
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Siento a menudo que, en Chile, la narrativa escrita por mujeres toma una posición de avanzada en el terreno textual. Con esta afirmación no sólo hablo de voces consagradas como Diamela Eltit sino también a autoras de otras generaciones como Andrea Jeftanovic, Lina Meruane, Alejandra Costmagna, Cynthia Rimsky, Nona Fernández, entre varias otras. Creo que deberíamos sumar a este entramado polifónico y a la vez rotundo, el nombre de Mónica Ríos.
Desde que Cristián Huneeus marcara una pauta personalísima al respecto, la novela que aborda la ruptura de clases, parecía al menos atenuada. Segundos (Sangría Editora, 2010) de Mónica Ríos alterna una discursividad inmensamente compleja con el ritmo de una prosa que se torna por momentos atrapante. La bastardía y la oscuridad sobre el cual se construyen ciertas esencias de la sociedad chilena se estremezclan con las voces de los narradores. Al respecto de esto último, Mónica Ríos opta por un esquema narrativo de amplio espectro, con voces que entran y salen de las historias -a veces como de las pesadillas- sin recurrir a ese narrador que está todo el tiempo prestigiando lo que dice, como ocurre en demasiadas novelas chilensis que en el último tiempo han caído en mis manos.
Las escenas rurales con imágenes de sexualidad salvaje, son en importante medida el escenario de tierras de nadie, donde la barbarie se naturaliza extrayendo lo desbocado incluso desde el corazón del blanco urbano, ilustrado y civilizador. Incluso, uno de sus personajes, Don Clemente, un ex anarquista anclado en la desolación de un villorrio, único aliado conceptual del narrador, también termina irremediablemente fundido en lo torvo. Todo esto narrado sin moralismos, a pecho descubierto y sin perder la cuerda tensa de la sorpresa.
“Entré. Las miradas de las mujeres se clavaron en mí: los ojos de la vieja me apuntaban con satisfacción. Clara agachó la cabeza y empezó a sollozar. ¿Cierto, profesor, que es lo mejor que la María se quede con ustedes? Puede ayudar a la señora de la casa, es tan trabajadora, usted la conoce. Le puede ayudar a criar el niño y es bueno que-tocándole la guata y acompañando sus palabras con una sonrisa chueca- el que viene esté con su padre”.
Uno de los momentos más logrados de la novela es la imagen del nieto junto al abuelo convocando entre la traducción y el deleite atávico las voces de los poetas filosóficos alemanes, como un susurro que atraviesa las generaciones a pesar del presente y el vacío. Recuperar el resuello de un pasado más solemne, robarle un par de secretos al pasado para que el diario vivir sea llevadero.
Segundos es también la historia de un disparo que le arrebató el aliento a Nicholas Owen y Denisse Vuskovic. Bildungsroman y a su vez novela policial, conlleva en su interior un planteamiento cabal de las clases sociales chilenas, el que se esconde en la mirada del testigo o en el ocultamiento del otro. A través de todo su desarrollo, el formato realista jamás renuncia a escarbar en los laberintos psicológicos de sus personajes, entendidos como fragmentos de una historia personal de nuestra nacionalidad, construida en base al inquilinaje.
Quizás porque la historia de los segundos, es el pestañeo en el cual los años enhebran su raro sentido del orden, su severo derrotero de lo justo a veces tan similar a la catástrofe. Desde esta perspectiva Segundos puede ser entendida como una novela que explora sigilosamente los márgenes de la convención cultural, de la fotografía que cruza los anuarios como sorprendentes regalos de la memoria o retratos que de pronto se oscurecen.
Creo que Mónica Ríos ha escrito una novela reveladora, con un ritmo narrativo ligado a una voluntad textualmente transformadora, creando con ella un delicado mapa de subjetividades, un viaje narrativo por las fronteras que separan a los hombres de sus propias realidades.
