La Estrella del Mariachi Yugoslavo del escritor abandónico Óscar Barrientos,
una lectura en clave municipal y levantamiento de algunos cronotopos que alientan al colectivo
Por Marcelo Mellado
Publicado en EL MARTUTINO, 11 de diciembre de 2024
Debo aclarar que esta lectura está dentro de las prácticas textuales que realizamos los militantes del colectivo Pueblos Abandonados, como ejercicio de ficción crítica y juegos posturales al interior del campo literalitoso, en el marco general de “hueveo” teórico, cuya base programática es la destrucción retórica de la república, según el manifiesto que da vida al colectivo aparecido hace ya varios años en Letras S5. Y la ficción, por lo tanto, eso siempre lo reafirmamos como un mantra, es un instrumento de cambio cultural que anticipa situaciones revolucionarias que es el target clave de nuestra acción poético programática.
La novela (y toda la narrativa) es un lugar en donde acontece la lucha de clases o, dicho de otra forma, es en donde se escenifica el poder como eje de la construcción social, como en muchos otros lugares de la sociedad en que ese acontecimiento se manifiesta simbólica y materialmente, respetando las especificidades de cada zona en disputa, por cierto. La narrativa, entonces, es un lugar en donde se manifiesta ese conflicto. Y de eso queremos hablar a propósito de la novela de la que intentamos hacer un informe.
Y además del viejo formato editorial y de impresión libresco, las batallas que se dan suelen hoy expandirse a otras zonas de contradicción, como es el rebote a la guerrilla digital y sus escenarios impostados, y en donde es posible dar combates que tienen como escenario el ciberespacio, en que el modo de producción escrita, y la ficción narrativa se desterritorializan y pierden cuerpo, y adquieren una dimensión de objeto diluido en donde la primacía la tiene, finalmente, la escena y su parafernalia sin suelo terrestre en donde afirmarse.
La Recuperación del Objeto
Benjaminianamente, la experiencia y la memoria pierden pie, no sólo por la desmaterialización de la acción y la duración exigua del acontecer por una vertiginosa velocidad de la circulación informativa. No cabe duda, como decían ciertos clásicos revolucionarios, la burguesía accede y reproduce el poder por actos revolucionarios, y esto lo prueba no sólo el mercado tecnológico, sino también por la innovación capitalista que destruye lo humano en la pasión por el exceso, que para los románticos (burgueses) es “el palacio de la sabiduría”. Aquí hay un punto que nos supera y que en algún momento volveremos por él, que es la obsesión reaccionaria de los “artistas” por el mundillo de la desmesura, como si se tratara de una actitud rebelde (o de vanguardia) que formara parte un plan de destrucción de un sistema opresor; ese romanticismo ha imposibilitado situaciones (pre)revolucionarias, pero eso es harina de otro costal.
Por otro lado, la arrogancia “pendejo” digital produce la sensación de mayor democracia por la circulación, aparente, de los mensajes y la información a todo evento, pero en esa profusión cuantitativa está la negación misma de ella y, más aún, el control o la uniformidad. Aquí el conflicto cultural adquiere un relieve significante y una violencia que atenta contra la comunicación estandarizada, incluso nos damos cuenta que la democracia es algo que a la derecha o a la ultra derecha, no hay mucha diferencia hoy en día, le desacomoda, no le sirve demasiado, aunque le pertenece. Entonces, cuando no le sirve quiere destruirla, como es el caso de la actual lucha ideológica en donde las oligarquías locales recurren al facismo, como en Europa en la época de entre guerras en el siglo XX.
El mundo editorial, de algún modo, con las políticas de monopolio de las grandes casas editoriales internacionales, que entran en contradicción con el mundo editorial nacional o local —lo que incluye las llamadas editoriales independientes—, nos dice mucho de cómo está circulando el conflicto de la escritura, sobre todo por las políticas editoriales de los carteles editoriales que tienden a minimizar el objeto libro, por un lado, y que por otro lo fetichizan, pero en la práctica lo reducen a un modo editorial que está dentro del manejo general de la información general y del archivo, y hasta de la noticia, y el manejo estandarizado (y según la noción de espectáculo) de la cultura de las imágenes.
En este punto no sólo se definen poéticas, sino también y sobre todo, tipologías de mensajes y estrategias narrativas que hablan de la lucha ideológica (otro escenario de la lucha de clases) y negocios académico-editoriales, y del espectáculo digito relatal de las imágenes que circulan en los diversos espacios de ocurrencia conflictiva y de disputa de los mensajes.
El Relator Abandónico
El autor Óscar Barrientos, desde Magallanes como área de trabajo político cultural, opera desde la ficción territorial como herramienta indagativa-investigativa, de eso al menos nos predica el narrador barrientino, ese que lleva los hilos del relato y que nos conduce por los vericuetos de una ficción terrígena. Y el gran quiebre de expectativa narrativa, en este caso, radica en la subjetividad del protagonista que se parapeta en una memoria nietista o abuelística, según la perspectiva, dándole al relato un espesor de historia familiar más fecundo que complejiza la trama, ya sea apelando a modos arcaicos y ancestrales del relato o a modos de la subjetividad provenientes de una oralidad delirante.
Entonces, se actualiza, como recurso, la concurrencia explosiva de motivos clásicos provenientes de la épica, los que operan en clave, si no degradada, al menos desteñida y algo aguardientosa, con tendencia a las fórmulas carnavalesca, como es el caso de bestiario circense, como exhibición de poder o de una zoología frankesteriana, como patente de una estética facista.
Y, por otra parte, no puede ser sino el viaje, el desplazamiento, la búsqueda peripatética que se verifica en varios niveles del relato, la otra vertiente de que se nutre la novela. Ese viaje que coquetea con la narrativa aventurera adolescentaria, que puede ir desde Julio Verne a Joseph Conrad, pasando, sin duda por Francisco Coloane.
Y volviendo a la zoología alegórica, habría que anotar que ésta se nutre de un (in)verosímil que aporta otro elemento fundamental del relato, que es el humor, como catapulta crítica, que en este caso combina dos expansiones o unidades narrativas la memoria paradisíaca, socialista-revolucionaria con el western patagónico, en que un agente narrativo recorre las praderas en una combi, buscándose a sí mismo en un delirio existencial que hace sistema con la telemaquia, es decir el de un Telémaco de nuevo cuño en busca de su padre (abuelo), y luchando contra el facismo o, para decirlo en términos afirmativos, a favor de la estrella socialista.
No quiero decir algo que suele decirse comúnmente, en el ámbito del sentido común de izquierda, que la novela es un acto de resistencia y toda esa monserga vanguardistona, y que es un epifenómeno de la derrota o el fracaso del proyecto político general, como un cierto acomodo masoquista a una situación desmedrada, sin apostar a la victoria, porque no se necesita esa responsabilidad, porque —como buenos pequeño burgueses— no les desacomoda el status quo, saben moverse en esas regulaciones que instaló su propia parentela. Nosotros preferiríamos hablar de asistencia poética que no sería otra cosa que la funcionalidad de la ficción en cuanto problematización del discurso o de la escritura como zona territorial de lucha que provee de material argumental para la batalla cultural.
De ahí la importancia del proceso de alegorización, algo carnavalesco, de los episodios aventureros del protagonista de esta épica salvífica, que va desde la vida cotidiana de un patagón algo aventurero, que es amigo de sus vecinos y comparte con ellos las vicisitudes del espacio que habitan, hasta las tramas de poder y corrupción que hilvana el mundo municipal. Entonces, eso que nosotros en algunos de nuestros informes hemos denominado “municipalización del territorio”, tiene en esta realización narrativa una derivación muy clara, la ficción comunal. La novela municipal no sólo es aquella narrativa que tiene como radio referencial el ejercicio patético de la disputa provinciana por “peguitas” menores o por patentes o permisos truchos, sino sacar la lucha política de las áreas superestructurales, y someterlas al cero glamour del vecindario. Sin duda es el tono menor de la lucha contra el facismo, pero es una batalla fundamental, la de los pequeños e inmensos lugares.
El archivo abandónico
Finalmente, esta novela es parte del archivo que hemos estado construyendo en la práctica simbólica y poético-narrativa del colectivo, todo esto a lo largo del territorio comunal de la república. Es precisamente la experiencia de la memoria vecinal, del acto de habitar la provincia, como un fuego que debemos mantener encendido, un capital imaginario de la cual esta novela es tributaria.
Archivo que va más allá del trabajo autoral, que es una dimensión que privilegia el modo de producción tradicional o mercantilista, muy alejada del concepto de productor textual que inserto en su comunidad posibilita objetivos de vida colectiva. Es por eso que, al igual que el narrador de La Estrella del Mariachi Yugoslavo, la insularidad es una estrategia vital de operación político discursiva.
Los abandónicos Óscar Barrientos, Marcelo Mellado, Cristián Geisse y Rodrigo Ramos Bañados.
(tomada del face de Barrientos)
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"La Estrella del Mariachi Yugoslavo" del escritor abandónico Óscar Barrientos,
una lectura en clave municipal y levantamiento de algunos cronotopos que alientan al colectivo
Por Marcelo Mellado.
Publicado en EL MARTUTINO, 11 de diciembre de 2024