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Buscando a Rómulo Gallegos en Caracas

Oscar Barrientos Bradasic, escritor.

 



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Doña Bárbara es protagonista de un novela abismante y estremecedora. Se trata de un personaje atormentado y sensual que vive en los llanos de Apure, a orillas del río Arauca, en Venezuela. Allí reside en la sordidez de un mundo marcado por la ambición y la venganza, pero por sobre todo encarna el espíritu de lo salvaje, matizado también por la santería y la brujería. Se enamorará de Santos Luzardo, un joven abogado que llega a reclamar unas tierras familiares portando el espíritu de la civilización y el progreso, la modernidad y lo jurídico. El amor entre ambos es desenfrenado y a la vez terrible.

No sigo contando la historia, porque prefiero que lean el libro.

Fue escrita por Rómulo Gallegos, quien fuera presidente de Venezuela en 1948 durante exiguos nueve meses, siendo derrocado por un sangriento tiranuelo de opereta de cuyo nombre nadie debiera acordarse pues pertenece al diccionario de la infamia.

Dicha novela, que leí en mi adolescencia, viajó en mi equipaje largos años como un cruce urgente y desesperado de la dualidad civilización/barbarie. El año 2007 fui invitado a la Feria Internacional del Libro de Caracas a una mesa de literatura fantástica, acción afortunada y a la vez paradojal, porque la contingencia del venezolano distaba de quienes escriben de magos y mutantes. Pero debo reconocer que mi impresión original fue equivocada. La gigantesca y nutrida oferta de libros me dio la grata sensación de un país que hace un esfuerzo cultural inédito por consolidar la cultura como motor de transformación. En la inauguración del evento realizado en el Hotel Alba, escuché del Ministro de Cultura algo que me emocionó: “Queremos que el libro sea parte de la canasta familiar del venezolano”.

Me impresionó también la gran cantidad de editoriales estatales que abrieron sus puertas a diferentes autores, clásicos, emergentes y de todo tipo. Incluso este modesto servidor fue objeto de una antología cuidada y estudiada de mis cuentos. Vaya mi reconocimiento a ese hermoso pueblo. La Feria, acompañada de teatro, grupos musicales y actividades de formación me pareció una gran fiesta que al evocarla ya la extraño.

Caminando como un peatón asombrado por la plaza Bolívar, el calor abrasador y tropical enfrentó el rostro de este magallánico acostumbrado a ese viento austral, lacerante y placentero que recuerda una pastilla de menta. Frente a la estatua del Libertador recordé aquellos versos de Neruda: “Otra vez entre pólvora y humo tu espada está naciendo.

Otra vez tu bandera con sangre se ha bordado.
Los malvados atacan tu semilla de nuevo,
clavado en otra cruz está el hijo del hombre”.

Pensé por un instante en ese sueño incesante e infinito de la integración latinoamericana y de los hombres que encarnaron esas luchas batallando contra los fantasmas de la codicia y la explotación. A veces creo que los chilenos debiéramos abandonar cierto etnocentrismo majadero y pensar que habitamos una Patria Grande, un continente donde lo telúrico cabalga sobre nuestras almas. Con los venezolanos compartimos a un hombre del calado de Andrés Bello.

Luego mis pasos me condujeron por parques y avenidas donde el sol trizaba la línea de las palmeras. La tarde me sorprendió comiendo unas arepas frente al hermoso teatro Teresa Carreño.

Sin embargo, yo seguía pensando en Rómulo Gallegos, o en Doña Bárbara bañándose como una sirena entre caimanes que eran sus súbditos o en Santos Luzardo comandando su cuadrilla de llaneros para cercar su hacienda o en el Brujeador invocando a los espíritus de la selva, portando en el cuello todos los amuletos de los dioses paganos. Dice Gallegos : ¡Llanura venezolana! Propicia para el esfuerzo, como lo fue para la hazaña, tierra de horizontes abiertos, donde una raza buena, ama, sufre y espera!.

Un día antes de emprender el regreso a mi patria, fui hasta el CELARG y en un fraseo silencioso y emotivo, muy cercano a la sordina, incliné mi cabeza frente al busto de Rómulo Gallegos. –Te conozco hace tantos años y sigues tan joven como antes- le dije.



 



 

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