Poner en escena lo improbable. Presentación de “La estrella del mariachi yugoslavo”, de Óscar Barrientos Bradasic
Lom Ediciones, 2024 Por Cristina Alvarez F.
Profesora de Literatura UMAG
Un viaje en busca de un críptido es el punto de partida de esta novela imprevisible en la que habitan elementos neofantásticos y grotescos, una desmesura delirante y cómica que -siguiendo la línea de Paganas Patagonias- renueva el escenario de la literatura magallánica.
Me permito partir haciendo un comentario muy personal de mi aproximación a la obra de Óscar. Paganas Patagonias es de esas obras que llegaron en el momento preciso: volvía de una larga temporada en tierras calientes pensando en si sería capaz de readaptarme a la estética del paisaje y sus lenguajes desolados, discursos heroicos hechos de viento y coirón. No me adapté. La lectura de esos cuentos me permitió observar el territorio de manera diferente: de espectadora trágica de lo yermo a protagonista de un carnaval para el que no se requiere invitación. Esta propuesta amplía la dimensión de lo patagónico e incorpora elementos como la risa, la parodia y el sinsentido que actualizan, refrescan y ofrecen un nuevo campo de posibilidades a nuestro telurismo. Es en esta línea que aparece la novela breve La estrella del mariachi yugoslavo de editorial LOM.
Son muchas las claves de acceso a esta novela. Partiré por el personaje principal y narrador, Olegario Zaterlic. Zaterlic, confundido con un podológo, un psicólogo, un otorrinonaringologo, un axiologo y un cosmetólogo, es en realidad un apasionado criptozoólogo, cazador de monstruos que se encamina a Tierra del Fuego esperanzado en encontrar el monstruo que justifique y dé fin a su investigación doctoral. Su declarada rigurosidad científica contrastan con su particular indumentaria: la titovka con la estrella roja, el famoso gorro verde del Ejército Popular Yugoslavo, un kerambit, cuchillo táctico de combate con forma de garra de tigre y una pistola de agua.
Es este viaje el que moviliza la aparición de personajes estrafalarios cuya singularidad son las distintas formas de locura que exponen. Óscar, siempre amable con el lector, parece ir introduciendo con mesura (la que le falta a sus personajes) estos seres estrambóticos: primero, la apacible Clarita, pareja de Olegario, cuya única locura es quererlo; luego el hermano de Clarita, Silverio, gaucho sin caballo de torpeza ruda y pedestre, cuyos dolores son atendidos por el veterinario de la isla. De ahí en más, los rasgos excéntricos se irán intensificando hasta los bordes de una maldad demente y despótica encarnada en el antagonista Leonidas Heck. Entre medio, una suerte de bestiario, un catálogo de poblaciones fabulosas a la manera de Plinio el Viejo, que incluye un Hombre polilla que en realidad no es un monstruo, sino que un noruego en parapente, un perro ciervo con poderes curativos y un piño de ovejas con gafas oscuras.
En ocasiones la locura se presenta sin ambages, como en el caso de Caralampio, el apóstata, filósofo hijo de caballos y nombrado filósofo del mundo equino, reducido a esperpento y exhibido como monstruo de feria; en otras ocasiones la locura se presenta en su dimensión maligna cuando son los poderosos terratenientes y su brazo operativo de funcionarios públicos corruptos los que urden un entramado insano. En otras, la locura aparece enmascarada, como sucede con el propio Zaterlic cuya sólida capacidad argumentativa y sentido ético y consistencia nos hace olvidar que estamos frente a un asesino que persigue criptidos con una pistola de agua y que conversa con su abuelo muerto el mariachi yugoslavo.
Ya Aristóteles advirtió en la “Ética a Nicómaco” sobre la importancia de la risa para la salud, la risa es el método del buen vivir, representa lo que distingue a sujetos de animales, es un regalo de los dioses, es la fuerza satírica, creadora y terapéutica, que despierta el alma y aviva el pensamiento.
En el ensayo “La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico” Henri Bergon señala que la comedia es un juego, pero un juego que imita la vida. Cabe preguntarse entonces, cuál es el sustrato de realidad del que se vale Barrientos para plasmar su escenificación cómica. Y si bien pueden ser muchos los elementos que remitan a la realidad (la topografía, las influencias culturales, los rastros de nuestra historia reciente, entre otros) quiero enfocarme en las dos fuerzas antagónicas representadas por Zaterlic y Heck. Olegario Zaterlic se presenta: “por herencia familiar y convicción adhiero al modelo de socialismo autogestionario llevado a cabo durante décadas en un país llamado Yugoslavia y comandado por el dirigente máximo de la Liga de los Comunistas y del Estado Socialista Yugoslavo, secretario general del Movimiento de Países No Alineados, el mariscal Josip Broz Tito” (p. 42). De Heck se dice que “pertenecía a una estirpe que venía originalmente de los cátaros, los que buscaron incansablemente el Santo Grial, pasando en línea genealógica directa por Enrique el Cazador, fundador de la estirpe real de Sajonia en el siglo X” (p. 78). Heck, doctor en genética, es el creador de una religión y de sus respectivos monstruos. Estas son, entonces, las dos fuerzas que se enfrentan en la narración, dos fuerzas que vienen a representar las tensiones históricas del mundo contemporáneo.
“Yugoslavia no existe”, “el comunismo no existe” insiste provocativo Leonidas Heck. Y es que al parecer Zaterlic, busca monstruos sí, pero es en el fondo la búsqueda de una unidad, de un algo que dé sentido a la existencia de un mariachi yugoslavo en la Patagonia.
Vuelvo sobre Bergson quien señala que la risa es alegría, pero quien la recoge para saborearla, encontrará algunas veces una cierta dosis de amargura y esto se cumple en la novela de Barrientos en la medida que abrazamos lo hilarante para abrazar también esa nostalgia de unidad, la incredulidad ante la no superación del pensamiento monolítico, la imposibilidad de integración de un nosotros monstruoso e híbrido que habite la historia en plenitud.
Barrientos pone en escena lo improbable, pero que nos recuerda que todo está en relación: un pequeño tirano rural, demiurgo fascista, enfrentado a un criptozoólogo socialista criminal de buenas intenciones, ambos vinculados por la figura fantasmal del mariachi yugoslavo. Monstruos somos todos y lo propone el propio Zaterlic cuando señala también en mi “hay un monstruo que me habita” (p. 97).
Barrientos nos invita a la risa, ese enigma malicioso que sugiere a la vez distancia y proximidad con el objeto que nos mueve a hilaridad. Y esta es tal vez la renovación de la literatura magallánica que ofrece Barrientos y a la que me referí al comienzo de esta presentación. Se trata del asalto de la vida festiva, por la cual acontece una fuga del orden establecido, para así inaugurar una suerte de segunda existencia donde todo es posible.
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Presentación de “La estrella del mariachi yugoslavo”, de Óscar Barrientos Bradasic
Lom Ediciones, 2024
Por Cristina Alvarez F.
Profesora de Literatura UMAG