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Los territorios de la imaginación
Saratoga.
Óscar Barrientos Bradasic. Editorial Emecé, Santiago, 2018. 528 páginas

Por Camilo Marks
Publicado en Artes y Letras de El Mercurio, 2 de Diciembre de 2018



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Óscar Barrientos Bradasic (1974) es un prolífico autor originario de Punta Arenas que ha incursionado en diversos géneros literarios -cuento, crónica, novela- siendo la lírica su ocupación básica: Égloga de los cántaros sucios (2004) y Rémoras en tinta (2014) son sus principales poemarios. Sin embargo, la tetralogía Saratoga es su obra más ambiciosa. En términos amplios, Saratoga es un volumen extenso, que se desarrolla en escenarios variados, si bien parecidos, que describe una multiplicidad de incidentes, algunos de naturaleza extraordinaria, fantástica, metafísica, otros cómicos, espontáneos, grotescos, manteniendo un nivel de unidad en la acción, de manera que, por lo general, el libro puede leerse sin sobresaltos.

Hay que decir que Saratoga presenta hallazgos, momentos notables, pasajes de rara belleza y que estos rasgos lo convierten en un título original, poco común en las letras actuales. No obstante, también estamos ante un volumen excesivamente dilatado, un tanto repetitivo, escrito sin consideración hacia el lector común y corriente, por lo que es habitual perderse en la madeja de hechos paranormales, sobrenaturales y cuando menos de orden fantástico, que pueblan las arbitrarias aventuras que componen Saratoga. Barrientos Bradasic acude a una estructura narrativa continua, sin cronología, con constantes vuelcos en la acción, en la que una serie de actores emblemáticos se mueve con mucha soltura y cero razón, lo que para el escritor parece natural, aunque sea arduo para quien aborde estas páginas. Saratoga está compuesto por un cuarteto de narraciones de dimensión habitual: "El viento es un país que se fue", "Quimera de nariz larga", "Carabela portuguesa" y "Dos ataúdes". Como es posible apreciar, el mismo nombre de estas secciones insinúa temas arcanos. Quizá si uno tomara cada una de dichas piezas de modo separado, Saratoga podría ser un trabajo más accesible. Pero al reunirlas en un solo ejemplar y uno que sobrepasa las 500 carillas, la tarea de enfrentar Saratoga resulta intrincada. Y no es que sea criticable publicar un tomo tan largo, aunque sí es problemático exponer una serie de hechos espectrales, que se muestran mientras se va construyendo la intriga, acumulando una situación estrafalaria junto a otra, por lo que debemos hacer serios esfuerzos de memoria para saber de qué trata esta sucesión de acontecimientos indescriptibles. 

Porque Saratoga decididamente no es un conjunto de incidentes y hazañas de tipo convencional, sino justo lo contrario: la trama va desde la narrativa de ciencia ficción, con numerosos objetos voladores no identificados, hasta las anécdotas de tipo político; desde la mitología arcaica o clásica, hasta las luchas callejeras, las riñas en bares, los líos sentimentales; desde los lances marítimos, con tormentas y naufragios incluidos, hasta la contemplación de paisajes de indecible belleza o de ruin decadencia. Y todo ello se encuentra descrito en una suerte de bruma prosística, casi siempre en un estilo indiferenciado, de los que Barrientos Bradasic hace uso y abuso sin arrugarse. Es preciso agregar que este fabulador posee un ingente dominio de la cultura, tanto de la clásica como de la popular, por lo que en este vasto tratado libresco conviven, en perfecta armonía, Nietzsche, Bertrand Russell, Gogol, H. G. Wells, Enrique Lihn, Huidobro y muchos otros al lado de figuras del jazz, de la música contemporánea, de la literatura tradicional e inclusive de las marcas comerciales. Y curiosamente, este aspecto que podríamos llamar promiscuo, en vez de confundir, otorga un mayor atractivo a Saratoga.

El protagonista indiscutible es Aníbal Saratoga, quien se nos presenta como el poeta, casi con mayúsculas; gracias al tino o la inteligencia de Barrientos Bradasic conoceremos muy pocos de sus versos. La ciudad principal de la epopeya es Puerto Peregrino; de ahí pasaremos a enclaves urbanos que se denominan Calibán, Bielovia o Kerguelen, por citar las localidades más frecuentes que aparecen en el curso de Saratoga. Las mujeres a quienes el héroe ama son, fundamentalmente, Anastasia, una odalisca y bailarina de radiante hermosura; Sabela, taxidermista en extremo enigmática o Florencia, alumna del taller literario que dictaba Saratoga. Algunos de los amigos que acompañan a Saratoga en sus delirantes travesías se llaman Gran Formentor, Jenaro Crimea o Adán Reims, lo que demuestra que Barrientos Bradasic no se queda chico cuando de apelativos se trata. Claramente, estamos ante caracteres sin especificidad psicológica, carentes de rasgos individuales, sin biografías propias, por lo que pasan a convertirse en seres genéricos y, en gran medida, intercambiables o indistinguibles los unos con los otros: en verdad son más bien entes representativos que novelescos. Por lo tanto, está claro que el fuerte de este narrador no consiste en la construcción de un ciclo de sucesos inteligibles, sino tal vez en una cadena de eventos que nada tienen que ver con la realidad, pues se relacionan con el reino de lo alegórico. Si hubiese que buscar una definición para el personaje central de Saratoga, posiblemente la hallaríamos en la mitad de este atiborrado texto: "Eso soy: un secretario del abismo, el coordinador de la angustia del universo, el soñador de velámenes extinguidos". Es, por cierto, una elevada alusión a los territorios de la imaginación explorados en Saratoga.



 

 

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Los territorios de la imaginación
Saratoga. Óscar Barrientos Bradasic. Editorial Emecé, Santiago, 2018. 528 páginas
Por Camilo Marks
Publicado en Artes y Letras de El Mercurio, 2 de Diciembre de 2018