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Jugando Minecraft en el mapa de Puerto Peregrino o guía para perderse junto a Aníbal Saratoga.
Texto de presentación de Trilogía de Puerto Peregrino (Cinosargo 2015)

Por Daniel Rojas Pachas



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Si pensamos la narrativa chilena tan proclive al realismo y lo coloquial, escritores ocupados de la contingencia, de dar a conocer su turbulenta e ineludible infancia a la luz de alguna crisis nacional o destapar las tensiones de la clase alta, la prosa de Oscar Barrientos parece no tener parangón o un punto en el cual ubicarse dentro del canon y la tradición nacional, pues no hablamos de mera fantasía, sino de irrisión, simbolismos que rayan en lo barroco y berraco, estridencia, cháchara y en definitiva humor conceptual. Chile no tiene a un Macedonio Fernández, a Witold Gombrowicz, Wilcock o Aira, sin embargo, tenemos a Juan Emar con San Agustín del Tango y sus habitantes, trasmitiendo de generación en generación un loro verde, a Jodowsky y sus metabarones, Enrique Lihn con su República independiente de Miranda o Batman en Chile y a Oscar Barrientos Bradasic con Puerto Peregrino.

Es en esa extraña conjunción de autores que podemos encontrar sonoridades para realizar el ejercicio inútil de la filiación y ubicar  una prosa como la de Oscar que única y tremenda se hace cargo de lo ilusorio e irracional, de la épica del fracaso con grandes empresas absurdas que están condenadas a la derrota y a ser sitiadas por la realidad y la cordura de un mundo, como diría el dictador Morbius, orgulloso y mesiánico cual poeta que escribe libros de 4000 páginas:

Nuestras Fuerzas Armadas han emprendido la titánica tarea de
reconstruir el país creando un individuo competitivo, capaz de vivir en un mundo
globalizado, donde la generosa mano de los países vecinos pueda invertir,
traer las grandes trasnacionales a nuestro territorio y así, el gran empresario
trabajará con inmejorables garantías y el humilde trabajador o mejor dicho
socio menor de esta gran empresa llamada país, ejecutar su tarea en armonía.

Postergados por vocación de vagabundos, las criaturas que alimentan el bestiario de Puerto Peregrino pululan con libertad entre librerías de viejo, cascos de una ciudad que delata su pasado gótico y entre callejuelas laberínticas, los numerosos cafetines en que se reúnen extrañas cofradías a fabular y dar nuevas geometrías al mundo, bares en decadencia con monos llamados Zaratustra y  descreídas Dulcineas que apagan el ego de un escritor emergente, usando un primer libro publicado como papel para limpiar el vómito.

Porque Puerto Peregrino tal como su nombre lo indica es un punto de recalada para espíritus nómades o en constante vertiginosidad. El narrador nos confiesa: Se transita mejor por este mundo, sabiéndonos peregrinos de una carretera inconmensurable, tras las huellas y el anagrama silencioso, donde un paso llevará al siguiente, y ése a otro…

Ansiosos de escapar de su insularidad, paradójicamente, los personajes que pueblan Puerto Peregrino se abisman, están dados a recluirse, junto a quien puede prestar oído a la fabulación, ya sea en espacios heterotópicos o ideas “peregrinas” que dan atmósfera y el carácter de enrarecido a ángulos que resultan ser el anverso o la radiografía de un mundo normado y normalizado. Oscar nos arroja una parodia de nosotros mismos, como una bofetada que te dice: viejo no te tomes tan en serio, no eres tan importante. Perdonen la digresión, pero pienso por ejemplo en el Lancelot de Monthy Python, una caricatura del mito, una imagen desacralizada con sorna, como el Caín González de la Sota de Lihn abriendo compañías en New York mientras lucha con su carácter edípico en el Soho.

En ese sentido Oscar, aunque enemigo de las postales sernatur con tufillo patrimonial, y la chapa de demiurgo que crea asediado por un pensamiento mágico, genera dentro de la narrativa nacional una apuesta arriesgadísima y territorial. Al igual que Tolkien en su mitología de Hobbits y Elfos, Trilogía de Puerto Peregrino moldea un mundo con sus propias reglas y estilo, si entendemos el estilo como la suma de todas nuestras incertidumbres.

Pues bien, tal como dice Vila respecto a Puerto Peregrino en el prólogo a la edición de Cinosargo: “uno no deja de sentir un olorcillo a su natal Punta Arenas con sus ríos terminales, los cantos de las sirenas en algún lugar donde el viento corre más fuerte, y al Estrecho, insondable y hosco y desafiante”. De cualquier modo Puerto Peregrino es una geografía desmesurada, invención total y un extenso páramo lleno de posibilidades y nuevos lugares para explorar como en los videojuegos de hoy, en que más que una historia lineal, importa la experiencia, el viaje, el poder perderse en los inmensos mapas de Minecraft, de Grand Theft Auto, de Shadow of the Colossus, eso es para una generación como la mía puerto peregrino, un gran mapa en el cual predomina el viento, siendo una geografía ideal para un autoexilio creativo.

Cito del libro: “Algo en su locura estremecía. Creo que eran sus extrañas parábolas sobre la contienda épica del hombre contra la sordidez del abismo, a esos seres de silueta cenicienta, que alguna vez me describió como las voces que le susurraban pensamientos enfermizos en los empedrados de la ciudad y que sólo en el páramo se materializaron”.

Y es principalmente en el Diccionario de las veletas que atestiguamos esta proeza en acción, no sólo con la descripción del paisaje, sino caminando por entre las calles, percibiendo con olores y ruidos el diseño de una cartografía, el plano urbanístico de una ciudad y en general, la génesis de un universo para situar las fichas de su ficción y como en las más grandes sagas del comic, generar crossovers o cruces para el lector, el que se va familiarizando con hechos y nombres hasta ser un cómplice, y ya no sólo un testigo pasivo. Este juego metaliterario de la narrativa de Oscar así como su talento para ironizar, son estrategias dignas de admiración, pues más allá de la fábula o la anécdota principal en cada episodio, subyacen muchos entramados, por ejemplo los numerosos epígrafes de cada relato,  los cuales no sólo son invitaciones a leer a otros autores y establecer los vasos comunicantes con la propia obra, sino una forma de descreer del propio oficio, del lenguaje y de algún modo deformar la idea que el lector tiene de sí mismo involucrándolo en esas frágiles fronteras entre la realidad y la ficción, ya que cada historia  añade otro dato para seguir, un nuevo diseño, una nueva página a la bitácora y complejiza el mundo al cual hemos sido invitados, ya que se nos permite ahondar en las relaciones y devenir de las creaciones de Oscar que a su vez tienen sus propios diseños, instrumentos e invenciones, piensen sino en la teoría sobre un mundo plano de Eugenio Martel, o el Cuervo de Acero de Nicomedes Dresden,  o en los desamores de Aníbal Saratoga que no sólo dialoga con vitalismo sino que viaja, presenta libros, dicta conferencias en congresos y se emborracha hasta el abandono.

Hago especial mención a Saratoga, no sólo por su importancia natural en la saga, sino porque tras releer los libros de Oscar y en especial la trilogía, ya no veo sólo a un entrañable personaje sino a amigos en común y en el fondo, uno mismo junto a otros compañeros de ruta exaltados en noches que nunca terminan, destilando esa cháchara grandilocuente que versa:

Demás está decir que todo poema es una ciudad.
Concibo a Puerto Peregrino como un príncipe cavilante que se pasea
nervioso a orillas del mar, luciendo sus botones de colores y un semblante gris.
Cartomántico de mirada serena que esconde bajo su manga los pases mágicos del croupier.

Exultaciones líricas para proezas que vistas sin los prismas del alcohol y la camaradería de frates, serían sólo juegos de niños o bravuconerías lanzadas al vacío. En cambio, insisto, en cada relato de estos tres libros: El Diccionario de las Veletas, Cuentos para murciélagos tristes y Remoto Navío con forma de ciudad, esas gestas fallidas plagadas de desamor, envuelven al lector y las terminas haciendo tuyas, pues como dice Lihn en El hombre y su sueño: “Hay un punto en que el instinto y la razón, el sentimiento y el pensamiento, el sueño y la vigilia se asocian en un abrazo radiante. Mi vida no ha sido sino un largo y penoso intento de encontrarlo. Quienes como yo comprenden que sólo la exacerbación de la conciencia nos permitirá atravesar inmunes esta época de pesadillas aprobarán el sentido y el giro de mi aventura”

Punta Arenas 2015.



 


 

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