Este libro es un monstruo, y quizás un críptido, lo que su narrador apura en aclarar, no es lo mismo. Un monstruo es un ser formado por fragmentos de otros seres, una anomalía, una aberración. Un críptido es un espécimen oculto para la ciencia, un animal sobreviviente de otras épocas.
Y si este libro es un monstruo y quizás un críptido, también es un juego de espejos y una muñeca rusa donde tienen cabida engendros de distintas clases, géneros y especies. Porque hay en él una extraña mezcla de kitsch y barroco, lirismo y pop, realismo y distopía, novela negra y alegoría medieval, sátira política e historieta de aventuras. Y por él desfila una desopilante sucesión de personajes carnavalescos, en una trama alucinada en la que se revuelven el humor, la ternura, el desconcierto y la repulsión.
Óscar Barrientos Bradasic
Al igual que su protagonista, Óscar Barrientos ejerce su oficio “con el pasmo de los iniciados, pero con la competencia de un sensei”. El libro ya en sus primeras páginas declara una autoconciencia de su naturaleza farsesca y circense, con la estética grotesca y la afectación propias de estos escenarios.
En el segundo capítulo, el criptozoólogo Olegario Zaterlic, al presentarnos el espacio principal de su odisea, nos refiere: “El desembarco en Bahía Devenir, tiene algo de cortina teatral y a su vez de develación”.
Entramos de esta forma en un territorio que viene a incrementar la geografía de espacios imaginarios dentro de Magallanes, que Barrientos viene instalando desde sus primeras obras para enriquecer la literatura de nuestro fin de mundo. No vemos ningún esperpento propiamente tal, sin antes observar a los fantoches que presentan el espectáculo: Olegario Zaterlic, por ejemplo, lleva “el uniforme de cazador de monstruos” vistiendo chaquetón negro, una titovka y un cuchillo cola de camarón, así como su cuñado se disfraza de gaucho e imita burdamente el acento argentino, mientras que su abuelo yugoslavo viste traje de mariachi mientras atiende su bar.
“El fascismo, siempre disfrazado con diferentes ropajes, es la máquina que produce lo monstruoso”, expresa este último, dando una clave de este relato que entendemos también puede leerse como alegoría. Así presenciamos el horrísono espectáculo de la alianza público-privada y sus espantables personajes: un alcalde títere, una secretaria prepotente, un operador político corrupto, y un enano falso y rastrero que se autocalifica como “agente integrador”.
El protagonista se convierte entonces en un héroe que combate al aparato burocrático, propio de una izquierda concertacionista y neoliberal, cuyo discurso vacío y su práctica corrompida, atiborrada de consignas pero dispuesta a establecer alianzas con poderes económicos marcados por la explotación y el abuso, parece ser el peor de los monstruos a enfrentar. Muy pronto aparecerá un espectáculo propio de una película de Kusturica: Eleuterio Rogel Barbarito, ex militar pinochetista, quien en su zoológico ambulante exhibe un perro ciervo, un cordero bicéfalo y a un extravagante ser humano calificado como filósofo y apóstata, cuyo discurso delirante aumenta la atmósfera de pesadilla de la narración.
Nos debatimos así entre monstruos que nos provocan repulsión y otros que nos provocan ternura. Entre los últimos encontramos al abuelo del protagonista, representante del extraño fenómeno cultural que es el Yumex, ese movimiento sincrético propiciado por Josip Broz Tito en Yugoslavia, en el que la música mexicana fue parte de sus expresiones culturales más potentes, un híbrido entrañable con el que el autor quiere vincular las realidades latinoamericanas y balcánicas.
Innumerables peripecias de este estilo, en algún momento desembocan en una deliberación entre de dos críptidos políticos, el nazismo y el socialismo autogestionario, que incluye una selección político-futbolística, en un gesto discursivo propio de las sátiras menipeas que, de acuerdo a Bajtin, dan origen al estilo carnavalesco en la literatura occidental, y con él, al ancestral embutido de ángel y bestia del que surge la novela moderna.
A estas alturas creo ya podrán darse cuenta del tipo de engendro que nos presenta esta novela de Óscar Barrientos, quien este año ya nos había entregado “El rencor vino del frío” (La pollera, 2024), un formidable conjunto de cuentos en el cual se hacen carne los que a mí me parecieron muchos de sus anhelos artísticos más acendrados y sus venganzas personales en contra de las visiones más despreciables de la tierra que habita.
En una entrega anterior, “El correo del viento” (LOM, 2022), Barrientos Bradasic nos había dicho explícitamente que estábamos frente a una narración “un poco disfrazada de cuento infantil”, por lo que no me parece desatinado ver en La estrella del mariachi yugoslavo, un relato un poco disfrazado de novela juvenil, o un relato que perfectamente podría servir de base para un comic o una animación –géneros que el autor visita con frecuencia y son parte de su propuesta estética. Todo esto parece confirmar la hipótesis de Joaquín Escobar, quien piensa que en Latinoamérica inicia una “literatura delirante” que se está convirtiendo en parte importante de la nueva estética de nuestro continente.
“La estrella del mariachi yugoslavo” es sin duda un experimento arriesgado, como casi todo lo que emprende Barrientos. Y ya sea un críptido o un monstruo, el extraño ser que ha engendrado es digno de verse como apenas un fragmento de un proyecto mayor, que se desplaza lentamente desde uno de los polos de nuestro planeta, hacia el centro de nuestra literatura, llenándonos de desconcierto y asombro.
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Criptozoología Magallánica
Lom Ediciones, 2024. 154 páginas.
Por Cristian Geisse Navarro
Publicado en EL MOSTRADOR, 3 de diciembre de 2024