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Construyendo el Ministerio del Mar
Por Marino Muñoz Lagos
El Magallanes, Domingo 8 de septiembre de 2013
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El poeta Aníbal Saratoga, quien habita en Puerto Peregrino desde la inmensidad de las derrotas, tiene entre las sienes el proyecto casi irreal de fundar por estos litorales el Ministerio del Mar, sueño de los antiguos tripulantes que todavía viven en sus calles destartaladas y sus habitantes que hacen de sus navegaciones una suerte de cofre de sus fabulaciones. El poeta Aníbal Saratoga, que no piensa, fuera de sus múltiples y extraordinarias investigaciones escarbar en los antiguos archivos acerca de la creación del Ministerio del Mar, quien colabora entusiastamente con otros guardianes de los oleajes en este intenso y diabólico plan, del cual es autor el oxidado poeta de esta épica que es el alimento de sus sesos.
Los lectores de Aníbal Saratoga le siguen los pasos tambaleantes de ebriedad oceánica que el poeta guarda con cierto recato. El mismo dice que Puerto Peregrino es una parte singular de los secretos de la Atlántida que se fue de bruces en el mar y que fue recogido por Babilonia extraviado como ciudad lejana y hermosa convertido en una especie de enorme espejo donde se miran los vientos de densas latitudes que se triza de la noche a la mañana. Una ciudad colmada de infinitas ciudades donde se agrupan los detalles de la sutil melancolía, que se vuelve música de las mareas solitarias junto a la terrible soledad de los silencios que inventan el paso de los versos por acantilados:
El barco que surca el espejo de mi texto
se triza entre la luna y el crepúsculo.
Cuando todos vociferen sobre su recuerdo
yo volveré con mis velas salpicadas de vigilia
a restaurar el diccionario de los vientos.
Entren a esta casa que navega,
vengan a escuchar el suplicio de mi pesca,
los alfabetos que encontré
en mis viajes por los mapas olvidados,
puede que en medio del abismo
se encuentren con las voces de los caídos,
con los caminos borrascosos que conducen
al solsticio.
El autor de este libro quiere convencer a sus lectores que sus relatos son imaginarios, si dentro de sus contenidos asoman escenas o personajes demasiado reales o plenos de una realidad abismante. En el caso del Ministerio del Mar sólo queda el testimonio de sus escombros y archivadores. Todos los habitantes del puerto se sumaron a las organizaciones obrera, los gremios numerosos de navegantes, marinos y pescadores, las juventudes estudiosas y los jubilados que son sólo adictos a las borracheras, vicios y la cesantía, pese a que todos los habitantes estuvieron unidos en contra de los bancos, los camisa granate que son una auténtica policía, y que estaba cuadrada con los capitalistas, los dueños del mar.
