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TERRITORIO CERCADO DE MAHA VIAL:  EL CEREBRO ES UN TERRITORIO DOMESTICADO

Por Oscar Barrientos Bradasic




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Se ha hablado y se seguirá hablando (con toda justicia por cierto) del notable influjo que tuvo en la escena cultural de nuestro país La Escena de Avanzada, Carlos Leppé, Las yeguas del Apocalípsis, el grupo CADA, el trabajo de Loty Rosenfeld y muchas otras propuestas que han sido estudiadas como abordajes reveladores  e integradores, en tanto arrojaron puntos de fuga y señales de ruta que aun seguimos descubriendo.

Pienso que se hablado todavía poco de algunos proyectos que también leyeron neovanguardias, tradujeron paradigmas, integraron artes de diversa procedencia, de manera especial en propuestas escriturales que se escribieron en regiones de gran tradición cultural como Valdivia y que han seguido ensanchándose. Quiero hablar de Maha Vial al respecto. Poeta, actriz, gestora de valientes y necesarias iniciativas culturales, forjadora de una estética personalísima y performativa, es una rara avis en el contexto de la poesía del sur de Chile y eso hace de su trabajo un sello particular y quizás único. En una tradición donde el territorio y la historia aparecían más develados, el territorio y la historia de ella es la subjetividad y castigo del cuerpo. Esto lo menciono a propósito de su último libro Territorio Cercado ( Kultrún, 2015), un libro asombroso y asombrado que además publica con dibujos de Germán Arestizabal, fotografía de Abel Lagos y cuyas lecturas están acompañadas por la instrumentación de Samuel Lizama y Walter Pineda  agregando  potencialidad sonora a la voz histriónica de Maha.

Es necesario recordar que Maha había escrito con anterioridad La Cuerda Floja (UDES 1985), Sexilio (Kultrún 1994), Jony Joi (Kultrún 2001), Maldita Perra (Kultrún 2004) y El Asado de Bacón (Kultrún 2008) casi todos editados por el sello de Ricardo Mendoza, el afanoso e impecable editor del sur.

Su último libro solo confirma a una poeta entrañable y señera. En algunos puntos también se encuentra con otro poeta querido de esos pagos, Jorge Torres y sus Poemas renales.

Territorio cercado abre una brecha distinta, un boquete en la pared del imaginario colectivo. El hospital, el nosocomio, el sitio donde reparan a los seres humanos para que sigan funcionando es quizás el móvil de este libro de poemas. En sus versos orbita la burocracia médica que invade clínicamente las rutas de la esperanza, habitar la lejanía del discurso/ seguir el trazado de los mandatos/ mascullar bramar refunfuñar/ ampararse en la fe/ anudar la ira/ en el cuarto de los trastos”. Es el cuerpo erosionado por el látigo del tiempo, a veces un tiempo sin historia (¡que horrible castigo!), a veces los pasillos donde las enfermeras portan jeringas y compasión, en ocasiones, el sitio donde la existencia desnuda muestra su peor rostro “trafico la conmiseración/ le hago al babeo, al moco tendido/ a la suerte de la olla/ recibo un par de monedas/ una tibia caricia/ un pedazo higiénico para sonarme la nariz”

Puede que el origen de la patología sea ese rostro impenetrable que es la propia jaula de la existencia, el pulmón por donde respira toda la fatiga de lo andado, porque según el arte poética de la autora el cerebro fue allí colocado como un gendarme, el albacea de una racionalidad clasificatoria, incólume a la incertidumbre de los días. Es, a mi juicio, el cuerpo degradado y enfermo el país que nos habita, la patria que espejea en cada historia, en cada quejido de un paciente, en las miradas perdidas y entregadas de los desahuciados esa “estrella más sola que un pucho para ser sincera pero ahí estamos haciendo lo mejor que se pueda enarbolando el fetiche patrio”

Alguna vez señaló Tzara “La poesía está en las cosas o es simplemente un espejismo del espíritu”. Los pinchazos hipodérmicos, los rostros circunspectos, la suciedad de las vendas, la rabia sin rabia, la fragilidad de estar vivo proyectan su mirada a través de versos seguros y desgarrados.

La poesía de Maha Vial ha abierto una trinchera (lo viene haciendo hace rato). Sus versos fracturan el síndrome de lo inconcluso y revelan que antes del silencio del sepulcro, el dolor personal y colectivo beben en la misma copa. De esa manera, el poema le arrebata territorios a la muerte y sabe que ante todo, el precio de su tránsito es la tristeza. Pero la buena poesía no necesita pagar peaje para nombrarla con estridencia, con histrionismo, con coraje.



 



 

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"Territorio cercado" de Maha Vial: El cerebro es un territorio domesticado.
Por Oscar Barrientos Bradasic