Pablo Toro que había sorprendido hace un poco más de una década atrás a los lectores atentos con su libro de cuentos Hombres maravillosos y vulnerables (Calabaza del diablo, 2010) dejó al descubierto en su narrativa un mundo donde el triunfalismo y las certezas se descomponían en un universo precario, pero expansivo. Resultaba innegable la valía de su escritura y eso quizás provocaba alguna expectación en torno a su próxima publicación. Ha salido a la luz su primera novela titulada Safari (Montacerdos, 2021) y su lectura no hace otra cosa que confirmar la impronta de un escritor cabal cuyos registros y capacidades dan cuenta de un sitial destacado en ese curioso poliedro al que llamamos canon.
La novela se articula en tres historias proyectadas en diferentes temporalidades, que más allá de enarbolar sincronías donde el desconcierto, la angustia y la deshumanización adquieren protagonismo, logran moldear y casi construir la estampa de sus entrañables personajes. Desde el deambular de dos mercenarios chilenos por las bombardeadas calles de Bagdad desentrañando el mapa de la crueldad como viajeros que alunizan en sus propias biografías hasta el transcurrir de una narratóloga en una corporación que organiza safaris humanos, pasando en el intervalo del relato por un colegio de rugbistas y zorrones donde de pronto, el fantasma de Pinochet, ingresa en sus pasillos y sus vidas, como una suerte de entidad que lo contamina todo, un pestilente recordatorio que el horror es prácticamente ubicuo en países donde la historia ha sido secuestrada.
Safari es una novela intensa, desbocada, un entramado narrativo que conjuga velocidad, humor, destreza, ironía, y de pronto, una melancolía feroz, que se apropia sin aviso, del propio lector. Hay momentos de antología, donde la recurrencia de lo onírico, semantiza el mundo de los sueños o más bien de las pesadillas, los pingüinos jugando en el regazo de un glaciar o marchando en pos de una felicidad histórica que se diluye tienen esa función casi bíblica de transmitir los giros y sobresaltos del narrador que encarna la segunda historia. En su anverso, la saturación caricaturesca de quienes han visto las películas de Rambo o la saga de Los indestructibles adquiere una dimensión desgarradora, capaz de erosionar la configuración de las pasiones humanas. De igual manera, manifiesta esa capacidad de las grandes novelas de apelar al realismo más descarnado y lacerante, para suspender al lector, con una estocada delirante, sobresaltada, por momentos insomne, por momentos increíblemente vívida.
Pablo Toro incorpora en su novela los mejores antecedentes de la novela hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX y también fuentes que vienen del canon norteamericano y europeo, pero sin un abordaje epigonal , sino imbricados en su completitud, con citas finas, con derroteros claros donde la ficción se torna un manantial inagotable, un teatro donde los conflictos de los personajes traducen un escenario significativo. Aquí la chilenidad (palabra que se vuelve a cada rato más dudosa) existe como un elemento más que se funde con una novelística experimental, sin complejos, sin pagar culpas por el tributo a la cultura pop y además, desgarrando varios hologramas. Si alguna vez, Rafael Maluenda chilenizó al bandido cordillerano o Hugo Correa, hizo lo propio con el astronauta, Toro construye sus personajes con un sentido de permanencia en un indeleble estado de desintegración, redefiniendo la naturaleza catastrófica de una identidad nacional donde la violencia rige sus límites.
Extrañísimo en los tiempos que corren encontrarse con novelas tan fascinantes como esta. La prosa de Pablo Toro y en particular, de esta excepcional novela lo sitúan en una pléyade de narradores hispanoamericanos y creemos que su escritura, es una de las propuestas más originales del último tiempo.
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SAFARI DE PABLO TORO Y LAS VIOLENTAS CHILENIDADES
Por Oscar Barrientos Bradasic