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ÓSCAR BARRIENTOS:
“EN CHILITO PROFUNDO EL ABACANAMIENTO CULTURAL ES ESPANTOSO”

Por Jonnathan Opazo
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Desde Punta Arenas, esa ciudad donde “presente, pasado y futuro se funden en una gran copa”, hablamos con el narrador y poeta Óscar Barrientos Bradasic (1974). Autor de El Barco de los esqueletos (2014), Carabela Portuguesa (2013), El viento es un país que se fue (2009), entre otros, la literatura de Barrientos explora las imágenes de un territorio liminal, poblado de leyendas, pero también atravesado por las transformaciones que la modernidad —siempre trunca— introduce en el territorio. Acá nos cuenta sobre sus influencias literarias, el martinrivismo y la necesidad de abordar la provincia desde nuevas miradas.

- Una banda, una película u otra obra (que no sea un libro) que haya tenido un impacto decisivo en lo que escribes.
- Yo le debo a cada santo una vela, pero en la disyuntiva de responderte diría que músicos como Rimsky Korsakov o Sibelius me han marcado a fuego. Hay también un disco de David Bowie que se llama Outside, que me sigue pareciendo total. Una enorme fascinación por el teatro de Strindberg, especialmente La sonata de los espectros. Y la última gran película que vi se llama El pejesapo, es magistral, una puñalada artera a ese sonsonete snob del cine de Chilito profundo.

- ¿Qué piensas de la categoría “escritor joven”?
- Parece que ya no entro en ella, al menos eso dice el carnet. Me imagino que la categorización se liga más bien a un problema metodológico o clasificatorio. Aunque también conozco a unos escritores jóvenes que parecen jerarcas de la RDA o que hacen una literatura más vieja que la esperanza del pobre. No sé, pendejos que andan escribiendo sonetos medio hispanizantes o vanguardistas un tanto mesiánicos que se esfuerzan por escribir cosas incomprensibles. No creo tampoco que en la juventud exista un valor intrínseco ni tampoco que la senectud conlleve necesariamente sabiduría. La literatura es un ejercicio muy complejo para cualquiera que se la tome en serio y a veces se va la vida en ello.

- Una breve descripción de cómo son tus jornadas de escritura y lectura.
- En general estoy escribiendo casi siempre o más bien leyendo, reformulando trabajos antiguos o arrojando puntos de fuga en proyectos nuevos. He incursionado en el cuento, la novela, la dramaturgia, la poesía, la crónica, el cómic. Siento que toda idea alberga una suerte de naturaleza sorpresiva, de latido esencial, que se asoma en el momento preciso y encuentra solo su continente, su género. Cada jornada de escritura implica algo de caída libre, de diálogo con los fantasmas del abismo.

- ¿La envidia y el resentimiento juegan algún papel en tu trabajo? ¿cuál?
- Yo cacho que a Simonetti o a Isabel Allende les podría envidiar la cuenta corriente. Esto a propósito del resentimiento, que es el caldo genuino por donde respira la sensación de postergación, la desigualdad económica y cultural, el vacío existencial. El resentimiento puede llegar a ser lo más creativo que tiene un escritor genuino.

- “No es de extrañar que la mayoría de los llamados poetas láricos, siendo de la provincia, tenían como espacio de producción Santiago. Quizás crearon el imaginario, pero no las llaves para salir de él”, escribes en tu ensayo “El Martinrivismo: sujeto orgánico del arribismo nacional”. Háblanos un poco de eso y de las llaves para salir de ese imaginario.
- No es un problema de Teillier o Cárdenas que forjaron poéticas de la nostalgia y que veían en la infancia la auténtica patria del escritor, es más bien un problema de cierta lectura que en provincia se le dio a esos autores. Me refiero a esa cosa medio llorona, ruralizante, palafitera, que consagra al poeta como un ser iluminado por una sensibilidad mística, cierta bohemia decadente y majadera, cantatas a los lagos del sur, homenajes al esforzado ovejero, coplas telúricas, etc. y ahí te aparece el chanta que no le dio haciendo versos y se las da de difusor de la cultura regional. Si te fijas es una idea medio reaccionaria, en tanto consagra a la provincia como el lugar incontaminado (estilo campiña suiza) versus la Gran Babilonia de smog donde vive el hombre despersonalizado por la cultura de consumo. Falta asumir los aspectos urbanos de nuestros territorios, nuestro cosmopolitismo, lo contracultural, el férreo interés por dialogar con referentes venidos de diversas latitudes y por cierto, un abordaje más asertivo con respecto a nuestras fronteras tanto geográficas como filosóficas. Por eso valoro tanto la literatura que hacen escritores como Marcelo Mellado, en tanto le tuercen la nariz a ese imaginario inmaculado, carente de trizaduras, como si en las provincias no existiera el aborto o la pasta base y no hubiese nada que decir al respecto. Esa weá como de “Chile conectado”, de lo único que se puede hablar de las regiones es de comida, artesanía o copete, el supermercado de lo típico. La salida que el centro metropolitano quiere escuchar muchas veces es reafirmada por quienes habitan esos territorios aludidos, como si se tratara de vender postales o souvenirs. A mí incluso me gusta hablar de “escritores territoriales”, la palabra “regional” tiene tufillo a miliquerío, a la regionalización de Pinochet. Ahora la ponencia a la que haces alusión “El Martinrivismo: Sujeto orgánico del arribismo nacional” fue leída en el marco del Segundo Encuentro de Pueblos Abandonados realizado en la Universidad de Playa Ancha donde se nos hizo imperativo desarrollar líneas de trabajo reflexivo y a mí me pareció que la figura de Martín Rivas es una especie de paradigma que asume el escritor que agarra las maletitas y se va a Santiago a triunfar. Una ruptura de ese canon es la que me interesa y que además me une a escritores como Cristóbal Gaete, Cristian Geisse, Daniel Rojas Pachas, Marcelo Mellado, Mario Verdugo, Pavel Oyarzún y otros más.

- Siguiendo esta misma línea de la descentralización, ¿qué rol crees que cumplen las llamadas editoriales independientes con respecto a descentralizar el canon literario?
- Se han ganado un espacio indiscutible, en medio del abacanamiento cultural que en Chilito profundo es espantoso. Muchas de ellas han sido afanosas en la tentativa de mapear el territorio y merecen todo mi respeto, no solo porque han levantado catálogos interesantes y necesarios, sino porque también han demostrado una sólida voluntad de organización. Acontecimientos como la Furia del Libro me parecen realmente notables.

- Finalmente, y yendo al plano de tu producción literaria, ¿cómo aparece representada en tu obra esta nueva tensión que introduce lo territorial?
- He descrito insistentemente una ciudad imaginaria a orillas de un estrecho que se llama Puerto Peregrino, muchas bajo el halo de lo que yo llamaría relatos de imaginación razonada, ya que el término literatura fantástica me parece un poco inexacto en este caso y el realismo me resulta, en ocasiones, una coartada. No obstante, cuando vives en una ciudad como Punta Arenas te das cuenta de cierta cotidianidad del delirio y en ese plano me gusta operar. He escrito tres novelas ambientadas en esa ciudad bastante postmoderna: El viento es un país que se fue (Das Kapital, 2009), Quimera de nariz larga (Piedra de Sol, 2011) y Carabela portuguesa (Calabaza del Diablo, 2013). Todas protagonizadas por el poeta Aníbal Saratoga, un dipsómano con algunos retazos de un romántico del siglo XIX que se topa con odaliscas, balleneros, ufólogos, inventores y un amplio espectro de personajes aparentemente infrecuentes, pero que inevitablemente deambulan por las callecitas de mi ciudad. Me gusta sentirme una suerte de ladrón de esas instantáneas que me regala el territorio, pero también someterlas a formatos experimentales, donde puedan convivir fuentes tan diversas como Coloane y Swift, como Gogol y Bioy Casares, como Calvino o Hamsum. Ahora saldrán pronto todos los cuentos de Puerto Peregrino reunidos bajo el sello Cinosargo.

- ¿Lees crítica literaria? ¿Cómo ves el estado, por ejemplo, de la crítica que se realiza a nivel de prensas? Estoy pensando en Patricia Espinosa en LUN o José Ignacio Silva en La Tercera.
- Hay un sano recambio generacional y valoro a algunas voces críticas que están atentas a lo que está ocurriendo, como las que nombras. Por fortuna, estamos en un tiempo más polifónico y menos dramático, ya pasaron las épocas en que todo pasaba por la criba de Silva Castro, Alone o el cura Valente.

- Algunas editoriales cuyos catálogos te llamen la atención.
- Alquimia, Pehuén, Cuarto Propio, Sangría, LOM, Montacerdos, Cinosargo, Calabaza del Diablo, Das Kapital.

- Se suele hablar del pésimo hábito lector del chileno como un correlato del alto precio de los libros: ¿cuál es tu posición al respecto?
-
Creo que contra la opinión generalizada, hoy se lee quizás más que antes. Los medios informáticos también han cumplido con un rol democratizador, aunque ese último terminacho esté tan desprestigiado. Ahora, la clase política está sumida en un largo sueño de adobe con respecto a una política en torno al libro y esconde su ignorancia bajo esa discursividad medio noña y patrimoniosa, les interesa recalcar al Neruda enamorado que mira al mar o a la Mistral maestra, que sospechosamente estoy escuchando a la UDI citar a cada rato más y de forma retorcida, como si se la apropiaran, los barsas. La televisión abre escasos espacios para la literatura y, como dice Raúl Ruiz, Chile adolece de esa bipolaridad entre la farándula y la academia. A mí me asombró favorablemente la política cultural en torno al acceso y difusión de la lectura que vi en Venezuela.

- En este mismo sentido: ¿cómo ves esta situación a nivel de regiones?
- Es que un sistema de un capitalismo tan despiadado reproduce su castigo en las regiones, en la distribución de los recursos, en el plano de las decisiones y en la cultura. Así que los escritores nos hemos visto en la necesidad de crear nuestros espacios, de hacer talleres literarios, de establecer alianzas con las universidades regionales. En Punta Arenas se encuentra un centro cultural llamado La Idea, cuyo nombre homenajea a los caídos en la Federación Obrera de Magallanes. Es un lugar que se encuentra al alero del diputado Gabriel Boric, donde se realizan talleres y un amplio panorama de actividades culturales, incluso relevando manifestaciones que la cultura oficial ha negado y abriendo espacios de convergencia cultural.

- Hablemos de tus lecturas actuales: ¿qué estás leyendo ahora? ¿Hay algún autor contemporáneo al que estés siguiendo con interés?
- Estoy estudiando literatura ligada a la Antártica, producto de un proyecto al cual me encuentro vinculado. Leo con fascinación un extraño libro titulado Mundes Alter et Idem, “Otro mundo y a la vez el mismo” del británico Joseph Hall, publicado en 1605 y que trata de un viajero que encuentra la Antártica poblada de extravagantes, ebrios y glotones. Hasta a Saratoga le dieron ganas de ir para allá.
En un plano totalmente diferente te diría que leo con interés a algunos poetas que me parecen muy buenos como Pancho Ide, Juan Carreño y Andrés Azúa.

- Parece haber cierto consenso en torno a ciertas obras decisivas en la formación literaria en general (los clásicos: Cervantes, Homero, Joyce, Borges). ¿Podrías nombrar algunos de los libros que, escapando a esta categorización canónica, hayan sido fundamentales en tu formación como escritor?

Los gemidos de Pablo de Rokha.
La musiquilla de las pobres esferas de Enrique Lihn.
La conjura de los necios de J. Kennedy Toole.
Los sueños de Caín de Mafud Massis
Patas de perro de Carlos Droguett
Cuentos de un soñador de Lord Dunsany
La sombra de Benito Pérez Galdós.

- Ahora, desde tu experiencia como profesor, ¿cómo crees que los planes de lectura logran insertar estos clásicos en las aulas? ¿Cómo un joven chileno de quince años puede motivarse a leer, por ejemplo, La odisea?
- Yo tiendo a creer que los clásicos son un punto de llegada y no un punto de partida. Es probable que si le chantas a un adolescente un libro de Homero o el Ulyses de Joyce, lo más seguro es que salga arrancando. Quizás empezar por cosas más sencillas que hablen de su mundo y luego llegar a los clásicos, que es como la medida con la que ponderamos lo que se escribe hoy.

- Un autor o libro clásico que te pareció decepcionante.
- En general no me gusta leer a los poetas españoles de la generación del 98.

- Para bien o para mal, la figura del escritor mayor parece estar diluyéndose: pienso en un Huidobro que llegando de Europa concita la atención de poetas jóvenes, en un Bolaño que gana el Premio Herralde y se instala como uno de los escritores más importantes de América Latina. ¿A quién te imaginas hoy en esta posición?
- Tengo la impresión que Germán Carrasco es un poeta mayor, es un cinturón negro, poseedor de una voz personalísima y con un registro muy amplio. Creo que ocupa un espacio en la literatura chilena que se va ampliando cada día más. De igual manera, a un escritor como Díaz Eterovic tendrán que darle en algún momento el Premio Nacional. Y a propósito de lo mismo, la injusticia cometida con Pedro Lemebel no hizo otra cosa que ensanchar su influencia, creo que el coraje de su pluma contribuyó a que este país sea un poco mejor.

- ¿Qué otros autores te interesan y crees que deberíamos entrevistar aquí?
-
A Pavel Oyarzún, Christian Formoso, Cristian Vila, Geisse, Gaete, Mellado, Rosabetty Muñoz.

- Un video de Youtube que hayas visto últimamente.
- https://www.youtube.com/watch?v=Y2rS7K7aFB0





 


 

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