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"Carabela portuguesa" de Óscar Barrientos Bradasic.
La Calabaza del Diablo, 2013
Por Miguel Cáceres
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El libro que hoy nos presentas Oscar es un texto tectónico, ofrece capas, cavidades, en efecto, choques de tecnologías (Ronald Kay). El acto de escribir es un acto político en si mismo, ya que es un acto concreto, una acción concreta. El poeta hace un llamado a destruir el nefasto cliché que confunde política con ideología. Todas las acciones son políticas, sin embargo, no necesariamente ideológicas en si mismas. Disculpando la obscena intromisión o irrupción en las tormentosas aguas del texto: “Adiós, ilustrados bribones, adiós, almirantes corruptos, adiós, gandules infames, adiós, mercaderes inmundos”. Esta imposición a imponer el derecho al delirio es la decisión política del poeta por escribir, sin embargo, también es la decisión política de Barrientos por escribir en primera persona (Fernando Vallejos). La lírica del poeta Saratoga, sus espasmos bailables, explican hoy la presencia física de Gabriel Boric, ya que ésta se sitúa al centro de su navegación en un colosal barco, buque o nave ideológica, completamente delirante y cómo dice Mario Santiago Papasquiaro (Ulises Lima de Los Detectives Salvajes de Roberto Bolaño) sin timón, pero con un rumbo fijo hacia la derrota de la infamia si morir inmolado es necesario, y mediante la justa administración de ese delirio como agente de transformación de todas las estructuras pedantemente y aburridamente clásicas. Adiós Roberto Ampuero, adiós Isabel Allende, adiós artistas serviles y comprometidos con la usura y las falsas estéticas estíticas condicionadas por el mercado, el consumo y los best sellers; y no confunda usted, que está escuchando y pensando, masticando, no confunda esto usted con la sustitución de un modelo económico por la homogenización aberrante y anti-ética de los totalitarismos, que siendo estéticos pecan de ignorantes y no creen en la transformación permanente del espíritu de lo que debiese ser la trascendencia para mujeres y hombres. ¿Y si ponemos el énfasis en las cosas, en las acciones, en la permanente autocrítica? ¿Y si empezamos a repensar la política en función de que esta sea un vehículo para fortalecer nuestras ideologías identitarias como localidad, como pueblo, como región, como país, como continente, como mapa, como territorio? ¿Y porqué no mejor pensamos que cada uno es una geografía, una topografía en sí misma y que esa geografía, esa topografía están interconectadas y que dependen de la heterogeneidad del otro? ¿Y si productivisamos el delirio de Saratoga para crecer y construir un buque distinto o una candidatura ética? Gabriel hoy puede ser esa oportunidad, porque así lo demanda el poeta Saratoga, hoy, aquí y ahora.
Ahora, si nos hacemos los huevones con las firmas y los votos, el delirio de Saratoga una vez más se estrellará contra el roquerío de la inconsistente pero afilada roca de lo más profundo de lo infame.