ALGUNOS HITOS DE LA EDICIÓN El día que se inauguró la luz, y otros breves relatos de Óscar Bustamante
Ediciones UCM, 2024, 152 páginas Por Claudio Maldonado
Hace unas semanas fui a la plaza de armas de Talca. La municipalidad había levantado una de esas ferias del libro «usado» donde se venden jugos naturales, plantas y figuritas de acción de los años 80. Observando los puestos detecté a uno que no parecía ser del rubro de los libreros. Bajo ese toldo cargado de cajas desperdigadas por el piso, no había precios visibles y la que atendía era una chica muy joven, parecía ser la hija de una familia que había perdido a un abuelo o a una tía lectora y quería rematar rápidamente, a precio único, todos los ejemplares. Sin importar autor ni temática. Esta es la mía, me dije, y me puse a revisar las cajas donde encontré ediciones hermosas de Stefan Zweig, Jenaro Prieto y Ernesto Sábato. Seguí buscando hasta que me encontré con tres libros de Óscar Bustamante Urcelay: Una mujer convencional, Recuerdos de un hombre injusto y Asesinato en la cancha de afuera en su primera edición. Esas maravillas estaban ahí, escondida y olvidadas, a la espera del rescate del fuego y del olvido. Para mí no fue sorpresa, sino una constatación que Bustamante fue y es poco conocido en la zona y casi inexistente en los centros académicos de la región. Es más, recuerdo que un amigo lector, que lo conoció, me contó que ninguno de sus títulos estuvieron en las librerías de Talca y que el único lugar donde se podía encontrar algo era en el local de don Raúl Briones, en el Mercado Central, edificio que después de 14 años del terremoto, es una suerte de mausoleo derruido dando sus últimos estertores constructivos, pese a la energía chispeante de sus locatarios que mantienen vivo el comercio popular, cada vez más a la contra de los malles chinos que se instalan en edificios desocupados por el retail. Metí los libros a la mochila y desaparecí feliz. Volví a pasar por el Mercado, el colegio en ruinas, y las fachadas de latón y peladeros para estacionar autos. Bustamante tenía razón cuando decía que Talca, a inicios del siglo pasado, había perdido por completo esas ínfulas de provincia aristocrática y que ahora (a inicios de los 2000) era el símbolo de una cultura arquitectónica sin rastros, entregada a los vaivenes de algún desastre natural, porque al ser todo hecho de tierra no se sabía cuándo y qué podría pasar. En el fondo, aseveraba, convivíamos en una fragilidad escéptica, donde había que tomarse con humor esos intentos vanos por querer hacer de Talca una urbe «de verdad». Esa desconfianza, quizás, lo hizo aferrarse por siempre al núcleo central de su imaginario literario y personal, al sector de Santa Rosa de Lavaderos, sector rural ubicado en la comuna de Maule, a treinta kilómetros de la capital regional.
VOLVER AL RÍO DE LA INFANCIA
En la hacienda familiar de Santa Rosa, vivió sus primeros años y absorbió las primeras imágenes del mundo campesino y sus formas de pensar, actuar y decir. Aprendió a conocer el poder de la naturaleza alimentada por la presencia avasalladora del río Maule, que en los tiempos de la independencia se podía sortear por un paso carretero que hacía de Santa Rosa un caserío salvador, con posada y retén de control. El niño Óscar comenzaba a vivir la década del 40 del siglo XX, pero su padre, gran lector y entusiasta de las artes, lo ilustraba no sólo a través de la biblioteca, sino a través de historias que tenían que ver con la mina El Chivato (último yacimiento que los incas explotaron para salvar la vida de Atahualpa). También lo estremecían los relatos sobre los bandidos de Purapel escapando por los cerros costeros y con las aventuras de los marineros guanayes que tripulaban sus faluchos cargados de porotos y lentejas avisando con un cuerno que partían a Constitución. Todo era soñar, hasta que llegó el primer desapego, al tener que hacer la primaria en un colegio internado en Talca. Luego vino el segundo golpe, cuando Carlos Ibáñez del Campo designa a su padre como Ministro Consejero de la Embajada en Inglaterra y la familia completa se traslada a la isla imperial y de nuevo es internado por otros cinco años para terminar la secundaria. Bustamante casi siempre se refirió a este hecho con el dolor de un paraíso perdido, un desgarro que no es la típica nostalgia del lar, sino es más bien la necesidad de volver a la soledad como refugio, al deseo de nunca desligarse de esa vinculación dramática con el campo que le tocó conocer y verlo mutar por las acciones del progreso. Creo que esto lo explica muy bien Pedro Gandolfo, cuando en una nota en el diario El Centro de Talca, señala que Bustamante es sin duda un clásico escritor de los tiempos modernos. Aunque la propuesta narrativa de Bustamante hace diferencias con respecto a otras voces maulinas que se quedaron sólo en la denuncia penosa o incluso en el viejo criollismo de Mariano Latorre. Este factor es la lucidez profética de ver que todos esos pueblos rurales perdidos y al margen de los dilemas urbanos igual vivirían, al decir del escritor y académico Mario Verdugo, su propio apocalipsis maulino que los azotaría en silencio y sin piedad. Bustamante tenía razón, cuando ahora vemos los afluentes del Maule con caudales precarios, sus lagunas y pantanos absorbidos por la extracción de áridos y una desforestación que provoca incendios en los veranos y en el invierno las lluvias que se transforman en devastadoras inundaciones. La familia Bustamante vuelve a Chile y en 1968 Óscar se recibe de arquitecto en la Universidad Católica de Santiago. Cuenta con 27 años y tienen que pasar 14 más para que, producto del desempleo de la crisis del 82, comience a escribir después de haber incursionado en la pintura y el deporte. Tuvo que pasar casi otra década más para que publicara Asesinato en la cancha de afuera (1991). Sí, esa misma novela que encontré de súper oferta esa tarde en la feria de la plaza.
LA ANTOLOGÍA
La narrativa de Óscar Bustamante se reconoce por explorar las vidas mínimas de seres que han caído en alguna desgracia, pero se mantienen estoicos con un sentido desgraciado, culposo y con energías para eludir la condena. En la línea de Stoner de John Williams, Cátedras paralelas de Andrés Gallardo o La Conjura de los necios de John Kennedy Toole, Bustamante reactualiza el arquetipo del pije chileno donosiano en declive. Lo interesante del punto de vista narrativo de Bustamante es que esta figura en decadencia valora su pasado al reconocer las raíces populares con las que se crio en sus tiempos mozos (las empleadas de su infancia, los trabajadores del fundo de su padre, la naturaleza como símbolo de libertad). El manejo de la lengua campesina, llevada no sólo a la gramática sino a la muestra de un tipo de conciencia, es uno de los pilares que sustentan la calidad de sus cuentos y relatos. En una entrevista televisiva (a inicios de la década del 2000) Bustamante explica la idea de «la risotada trágica del roto, del huaso, o del jornal cuando cae al abismo». Esto puede ser cuando se gasta todo el sueldo en una borrachera, va a la cárcel por perderlo todo en los naipes, o malogra a un vecino a cuchillazos por un lío de faldas. Al reírse de esas fatalidades y buscar un refugio para capear el dolor es donde surge un humor universal, una mirada que dibuja a un Sísifo tratando de inventar una tonada para la consolación. En el otoño de 2023, en el marco de una feria de editoriales regionales, se realizó un homenaje a los 10 años de la partida de Óscar. Participó en el conversatorio la familia, escritores y amigos que compartieron reflexiones y vivencias en torno a su obra publicada, a sus artículos de prensa y a los textos que dejó inéditos. Un par de meses después se comenzó a gestar este proyecto antológico conformado por sus dos libros de cuentos El día que se inauguró la luz (1998), Café cortado (2002) y el texto inédito que Óscar tentativamente tituló Volver. Si bien es cierto, en El día que se inauguró la luz las historias de arrieros, viudas tristes, mineros desgastados y huasos atormentados, conforman un realismo-naturalista que obliga a estos seres a subyugarse ante la naturaleza, ocurre también que esa misma naturaleza, que los margina y los protege, los deja fuera de las raíces que han creído tan propias. Es la fragilidad del mundo campesino la que se quiere plasmar en esta muestra, la incertidumbre de no encontrar un lugar para ser lo que siempre se ha sido. Es en el libro Café cortado que el autor lleva estas inquietudes a la ciudad (a Santiago de Chile), donde su corpus se estructura en base a una serie de relatos que se entrelazan en torno a las aventuras de un detective fracasado. Se conforma entonces un mundo novelado que podría «perderse» al dejar relatos fuera de la selección. Es por ello que se opta por las ficciones que mejor puedan valorarse de manera autónoma y que, más allá de los límites del Maule, abordan ese determinismo de concreto y smog que lleva a sus habitantes a no tomar conciencia de los cambios (explosión demográfica, barrios consumidos por las inmobiliarias), siendo estas transformaciones más fuertes que los mismos sujetos. La ciudad se torna una ilusión inconsciente. En los relatos inéditos sobre La Habana, se optó finalmente por el título de Persianas meciéndose en el malecón, donde las piezas narrativas configuran las aventuras de un chileno que viaja a una sociedad que es todo lo opuesto a su cultura. Es Cuba y sus noches de espíritus africanos danzando al son de los timbales que aplastan la tristeza andina de las flautas y chamantos incas. Es La Habana de Fidel Castro y el dilema de creer o no creer, mientras el fantasma de Hemingway observa con su rifle colgado desde una cabaña. Es importante señalar que en estos relatos inéditos Bustamante instala con maestría la noción de la fragilidad del humano que habita territorios marginales y que soporta la opresión de la realidad a través de la evasión, en un intento por resetear las cenizas de un supuesto pasado glorioso que parece no tener porvenir.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com ALGUNOS HITOS DE LA EDICIÓN
"El día que se inauguró la luz, y otros breves relatos" de Óscar Bustamante
Ediciones UCM, 2024, 152 páginas
Por Claudio Maldonado