“Cartas de un sobreviviente de la Rebelión Popular a un renegado de la UP”, de Omar Cid
Por Jorge Etcheverry
Estos poemas se inician con un título que ya es alentador y de alguna manera va a contracorriente del simplismo que parece inundar las letras no tan sólo chilenas. El predominio del internet ha tenido como una de sus secuelas, aparte del gran aumento del lectorado potencial (teórico), una simplificación del texto. Los productos poéticos anfibológicos o ambiguos tienden a desaparecer reemplazados por formas más directas e unívocas, no sólo en la poesía. Por ejemplo, el actual auge de la microficción es impensable sin el internet. Al aumentar cuantititavemente el lado de la recepción, se ha simplificado automáticamente, por la misma dinámica del medio, el mensaje trasmitido o comunicado y la forma que lo vehiculiza.
Desde el comienzo estos poemas se instalan en la atención del lector con un signo de interrogación: ¿Qué diablos son estas “Cartas de un sobreviviente de la política de Rebelión Popular a un renegado de la UP?”¿Es esto poesía?. Aquí queda en claro que estos textos se plantean desde una concepción de la poesía de la que muchos participantes en listas y movimientos de poetas de expresión virtual y de la otra dirían que “no es poesía”, por la cotidianeidad de su lenguaje y su tendencia a lo intergenérico. El elemento epistolar pasa a dar lugar a la interpelación coloquial al lector ya desde la segunda línea del primer poema “Pero, para usted la frase”. La multivocidad o pluritextualidad, que ha sido una característica definitoria de la poesía en castellano, olla podrida de la expresión escrita, ya asoma la cabeza en lo versos 4 y 5: “Las hojas caen y vuelven a rejuvenecer; dormitando con sus barrigas pegadas a la tierra”. Aquí es obvio el cambio de registro de la tradicional (y casi diríamos manida) imagen de las hojas muertas a la ‘barriga’ del verso siguiente, que introduce un elemento casi juguetón. Aunque no nos gusta esa crítica que se dedica a parafrasear o volver a expresar lo ya dicho en los textos, no nos queda más que reproducir estos versos que eficazmente capturan la atención del lector con sus desplazamientos:
A veces, el otoño se eternizaba entre aullidos feroces,
de jóvenes con aire vivaracho./ Nadie,
se molestó en decirnos que tomarse el poder
-estaba pasado de moda-.
Luego del establecimiento del contexto, o ‘estado de cosas’; “Pasamos de la tragedia a la comedia”, ya desde el primer verso y el dramatismo de esos ‘aullidos feroces’, se pasa a un ‘mood’ que anuncia la ironía y la parodia, con ese ‘vivaracho’ que contrasta con esos dramáticos aullidos, y a los coloquialismos de los dos últimos versos que plantean la situación tan económica como eficazmente.
Así la ‘metida’, el inicio del texto, no se disgrega en latosos prolegómenos y planta al lector directamente en lo que se trata. Independientemente de aceptar lo que estos poemas nos proponen en términos de mensaje: la insinuación más o menos implícita de una especie de ‘puñalada por la espalda’ perpetrada contra una generación joven, a medias con su complicidad entusiasta, uno puede solidarizar o no con la postura del poeta. Pero no puede poner en duda la vigencia de esa problemática, que quizás nos toque de cerca, la de esa generación que creía (a lo mejor sólo a medias) que iba a tomar el cielo por asalto. Pienso que el tono, el estilo y los elementos de contenido de esta poesía son los más adecuados para expresar esta problemática y comunicarla. Y quizás haya algo más, si uno sustituye las fechas y en vez de 1986 pone 1973. Un replanteo de una situación no solucionada en la historia de Chile y su así llamada ‘conciencia colectiva’, que implica varias generaciones. Esa voz poética individual y a la vez colectiva se hermana (y creemos que reconoce) a la de José Cuevas, que de manera similar hace el mismo trabajo para una generación de la que yo también formo parte (los dinosaurios 60 frente al golpe). Una deuda de esta poesía que es preciso señalar es con Nicanor Parra y la antipoesía, no por contenido ni siquiera por forma, sino por que a partir de ahí es posible introducir lo cotidiano, el lugar común y el dialogismo en la poesía a rajatabla. La soltura, acierto y (aparente) facilidad con que Cid juega con los heterogéneos elementos que intervienen en su producción textual dan cuenta a la vez de estas deudas, y quizás de otras, y del indudable individualismo y originalidad de un intento (válido) de saldar las cuentas con la historia, su generación y (a la postre) consigo mismo
LES FEUILLES MORTES
letra: Jacques Prévert
música: Joseph Kosma
”Oh! je voudrais tant que tu te souviennes
Des jours heureux où nous étions amis
En ce temps-là la vie était plus belle,
Et le soleil plus brûlant qu'aujourd'hui
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
Tu vois, je n'ai pas oublié...”!
Yves Montand (1950)
El tema de esta canción es coincidentemente la memoria