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Óscar Castro, poeta de la claridad

Por Miguel Moreno Monroy
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blicado en Revista de Educación, noviembre de 1980


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Ni la ciencia médica ni la poesía pudieron salvar de su prematura y lamentada muerte a Oscar Castro.

Uno de los más importantes descubrimientos médicos, la estreptomicina, muy escasa y cara por esos días de 1947 en nuestro país, se le aplicó tardíamente al enfermo. Y vanos fueron, por otra parte, los ruegos de la poesía en la voz de sus creadores, pidiendo por el restablecimiento del poeta. Entre ellos, Hernán Cañas, que después de visitarlo, había escrito sentidamente en su poema "Pronta mejoría para Oscar Castro":

"El hospital tenía la belleza
de una ciudad antigua, muy antigua.
Por sus jardines de silencio y flores
paseaba sin cesar la poesía.

Pero dentro de la pieza del amigo
se encontraba también esta armonía:
allí estaba sentada en blanco lecho
y una mujer azul la sostenía.

Yo miraba sus manos delicadas,
las mismas que escribieron tantas rimas
llenas de sol y pájaros alegres.
¡Ahora, como cisnes se morían!".


Todo en verdad fue inútil, y la vida del escritor rancagüino, minado por la tuberculosis, se apagó el amanecer de ese 1° de noviembre de 1947, haciendo así, apresuradamente, su personal e inevitable viaje del alba a la noche.

Nacido en Rancagua el 25 de marzo de 1910, Oscar Castro Zúñiga estudió en la Escuela Superior N.° 3 y, posteriormente, en el Instituto O'Higgins de su ciudad natal.

Entre 1926 y 1927 publicó sus primeros versos en las revistas "Corre Vuela" y "El Peneca", entre otras. En marzo de 1929, en el diario "La Semana", de Rancagua, apareció su "Poema de la ausencia". En ese diario y en el periódico rancagüino "La Provincia", se incluyeron luego varias composiciones poéticas suyas, firmadas con el seudónimo Raúl Gris.

Junto a otros escritores y periodistas de la ciudad, el 25 de octubre de 1934 funda el Grupo Literario "Los Inútiles", que ha desarrollado una importante y continua labor cultural hasta nuestros días.

Con su amigo escritor, Oscar Vila, crea una revista mensual: "Verbo", y colabora en otras dos, "Nada" y "Actitud", publicadas por "Los Inútiles".

Después, en 1936, año en que contrae matrimonio con Isolda Pradel (seudónimo de Ernestina Zúñiga), escribe su "Responso a García Lorca", que es leído en una velada de homenaje al gran poeta español, en Valparaíso. El romance, recibido con entusiasmo por el público, merece las justas alabanzas de Augusto D'Halmar, marcando así el comienzo de la fama del autor rancagüino.

En 1938 ocupa el cargo de director del diario local "La Tribuna", al que se había incorporado en 1935, como redactor.

El año 1938 es de luto y, luego, de resplandor para el poeta. Muere su madre, en junio, y en diciembre, aparece su primer libro de poemas: Camino en el alba.

Después, poco a poco, producto de un trabajo permanente y ejemplar, vendrán otras obras, el reconocimiento de la crítica, la inclusión de sus cuentos y poemas en antologías, la obtención de premios nacionales e internacionales Y el 17 de junio de 1945, la Municipalidad de Rancagua le designa Hijo Ilustre, entregándole una medalla de oro en un solemne acto realizado en el Teatro San Martín de esa ciudad.


EL HOMBRE Y SUS OFICIOS

Según la descripción que nos entrega Gonzalo Drago, el poeta rancagüino era "un hombre de mirada apacible y lentas actitudes, delgado, pulcro en el vestir, cuidadosamente peinado". "Hombre de rasgos comunes, con estilizado perfil de gaviota o actitud de zorzal escuchando el tránsito de la lombriz bajo tierra", agrega, de modo singularmente gráfico.

Y Raúl González Labbé, escritor y amigo de Oscar Castro, señala: "El poeta era moreno, de frente espaciosa y nariz afilada. Los ojos eran grandes y dormían serenos bajo un tupido parrón de pestañas. Cuando escuchaba, torcía la cabeza en un gesto personal de atención y no interrumpía. El orador podía desarrollar sus ideas con tranquilidad. Nadie le interpelaría y había unos ojos inmensos que lo escuchaban con verdadera dedicación".

"Después hablaba él y su voz de barítono entonaba las palabras con claridad. Pocas voces materializaban toda una idea".

El poeta tuvo una infancia pobre, que revela en las crudas páginas de su novela La vida simplemente (pdf).

Más tarde, su azarosa existencia le lleva a desempeñar disímiles oficios y tareas. Fue, así, sucesivamente, repartidor de pan, empleado de banco, bibliotecario, librero, periodista y profesor de Castellano.

En 1939 se incorpora como escribiente-bibliotecario al Liceo de Hombres de Rancagua. Posteriormente, el rector del establecimiento le asigna clases en cursos de preparatorias y, poco después, también en otros del primer ciclo de Humanidades.

El 7 de agosto de 1941 crea, con profesores y amigos, el Liceo Nocturno de Rancagua.

En 1946 deja su cargo de profesor de Castellano en el Liceo de Hombres. Aceptando el ofrecimiento de su amigo Hernán Vera Lamperain, que ha sido designado rector del Liceo Juan Antonio Ríos, de Santiago, el poeta se traslada a la capital para trabajar en dicho establecimiento.

En varias cartas dirigidas a Gonzalo Drago se encuentran referencias acerca de sus actividades como profesor. Así en 1939 —sólo se indica el año en el caso de esta carta— Oscar Castro señala: "En el Liceo de Hombres estoy desarrollando una vasta labor de difusión cultural. Hace un par de meses conseguí que viniera por acá Domingo Melfi, quien dio una charla sobre Lastarria. Ahora, para el 12 del presente, recibiremos a D'Halmar, que nos brindará un panorama de la generación literaria del 900 y que debe resultar de gran interés".

El 16 de octubre de 1939, Castro escribe: "Desde esta noche entraré en un periodo de actividad intensa dentro del Liceo. Debo hacer las actas de exámenes de cada uno de los alumnos para tenerlas listas en el momento oportuno. Por otra parte, necesito empezar los ensayos para la Velada Bufa, de cuya dirección me han encargado. Y, como si esto fuera poco, tengo que hacer clases todo el día y despachar la estadística del Liceo".

No sólo noticias de sus realizaciones pedagógicas y literarias hay en las cartas de Oscar Castro. También las hay, y muy inquietantes, respecto a su quebrantada salud.

De allí, de la íntima cantera de sus propios infortunios —primero, la pobreza y el abandono paternal; luego, el implacable mal que le atormentaba—, sacó el poeta los perdurables materiales que más tarde entregó líricamente labrados en sus bellos poemas y en sus vigorosas narraciones.

De ese choque brutal entre una realidad despiadada y una sensibilidad exquisita, se levanta su obra plena de emoción y poesía, cuya fuerza reside fundamentalmente en su autenticidad, en su viril ternura, en su feliz aprehensión y comunicación de las esencias mismas de la vida del hombre.

El poeta de los memorables romances, el autor que en sus versos y relatos demostró un cabal conocimiento de los campesinos y mineros de Chile, el sutil creador de la mágica infancia recobrada en su milagrosa Comarca del jazmín (pdf), nos dejó, con su obra y con su vida, un ejemplo de autenticidad y de responsabilidad literaria y humana que ciertamente merece destacarse.

Escribía —lo sabemos— acompañándose en su mesa de trabajo con un rutilante pensamiento de Nietzsche, que era también la expresión de su propio drama: "Es necesario tener un caos adentro para producir una estrella". Y él, poeta de la claridad, produjo no sólo una estrella. Toda una constelación de perdurable fulgor y belleza que hoy nos alumbra y nos orienta.

ALGUNOS LIBROS DE ÓSCAR CASTRO

-Camino en el alba. Poemas. Edit. Nascimento, Santiago de Chile, 1938.

-Viaje del alba a la noche. Poemas. Talleres de "El Imparcial", Santiago de Chile. 1940.

-Huellas en la tierra. Cuentos. Edit. Zig-Zag, Santiago de Chile. 1940.

-La sombra de las cumbres. Cuentos y novelas breves. Edit. Orbe, Santiago de Chile, 1944.

-Comarca del jazmín. Novela poemática. Colección. "La Honda". Edit Cultura, Santiago de Chile. 1945.

-Glosario Gongorino. Sonetos. Edit. Talamí. Talleres de la Escuela Nacional de Artes Gráficas, Santiago de Chile, 1948.

-Rocío en el trébol. Poemas. Edit. Nascimento, Santiago de Chile, 1950.

-Llampo de sangre. Novela. Edit. del Pacífico, Santiago de Chile, 1950.

-La vida simplemente. Novela. Edit. Nascimento. Santiago de Chile, 1951.

-Antología poética. Selección y notas de Hernán Poblete Varas. Edit. del Pacifico, Santiago de Chile, 1952.


JUICIOS ACERCA DEL AUTOR Y SU OBRA

"El mejor poeta de la generación posterior a Neruda, el de mayor plenitud sentimental y más equilibrio entre fantasía y sensibilidad, espíritu nuevo y dominio de la tradición, audacia y buen gusto, sabor criollo auténtico y forma depurada, firme, definitiva. Su muerte constituyó una grande y universalmente lamentada desgracia para las letras nacionales. Era un ser sin enemigos, un alma desprovista de amargura, aunque vivió pobre y murió torturado por un largo mal".

(ALONE, en Las cien mejores poesías chilenas. Edit. del Pacífico, Santiago de Chile, 6a edición, 1973).

"Durante su corta vida se tuvo a Castro como poeta y como cuentista, merced sobre todo a las recopilaciones tituladas Huellas en la tierra y La sombra de las cumbres, en las cuales quedó encerrada la mayor parte de los relatos novelescos que hasta entonces tenía compuestos. Pero por ese mismo tiempo se ocupaba en la redacción de otras obras, como las novelas Llampo de sangre y La vida simplemente, que hubieron de quedarse para publicación póstuma, así como Lina y su sombra. Consta que estas tres obras fueron pulidas y corregidas con esmero inclusive en los días de reposo obligatorio que se impusieron al autor desde que, en 1945, se descubrió en su organismo la dolencia que le iba a quitar la vida. También se interesó en la creación teatral, y por información de los íntimos se sabe que dejó escritos para la escena hasta tres dramas, Seres y sombras, Dalila y Política, que no se han representado ni publicado. Fue, en suma, un gran laborioso, que en pocos años conquistó varias provincias literarias con una producción interesante y amena". (RAÚL SILVA CASTRO, en Panorama literario de Chile. Edit. Universitaria, Santiago de Chile, 1961).


SELECCIÓN DE TEXTOS DE OSCAR CASTRO

EL JILGUERO (Fragmento)
"En el huerto de Juanito despliega su rosado velamen el almendro. Despiertan, soñolientos, los primeros lirios azules. La luz anda pisando el color de las rosas. Es primavera, una temprana primavera de cristales y aguas. El jilguero despierta y mira el huerto. Entonces le amanece el corazón y surgen de su garganta limonera los más puros arpegios. El jilguero cuenta el mundo en su lenguaje de maravilla. Trina el jilguero en su idioma que sólo las flores y los niños comprenden. Para traducirlo, seria preciso retornar a la infancia del sueño"

(De Comarca del jazmín)

PALABRAS AL HIJO FUTURO

Hijo, tu voz irá sobre las noches puras,
recogiendo el temblor de las altas espigas.
Se curvarán en ti las canciones maduras.
Conducirán los vientos la palabra que digas.

El mundo se hará luz en tus pupilas, hijo.
Y este rumor que llevo, de vuelos y colmenas,
irá, como la sombra azul de un crucifijo,
sobre la ramazón florida de tus venas.

El amor, cuyo asalto de fuego me circunda
y unge mi corazón de dolorosas huellas,
será socavamiento de mareas profundas
en tu reino interior de huracanes y estrellas.

Y dirás una tarde: "La vida que me diste
tiene una obscura lepra de llantos y armonías".
(Te habrás enamorado de la mujer más triste
y en un ancho alarido se quemarán tus días).

Hijo, retoño puro y almohada de mi muerte,
flecha que se escapó de mi arco hacia el futuro,
yo lo daría todo para formarte fuerte.
Perdóname, hijo mío, si eres triste y obscuro.

Perdóname si tu alma continúa las voces
que en mí nacen y caen como alas vencidas.
Si un día tienes pena por lo que no conoces,
es que te están doliendo mis heridas.

No quisiera traer tu sollozo a la vida.
Y en la mirada de Ella te siento ya venir.
Eres como una dulce música conocida
sobre los ventanales claros del porvenir.

Hijo, cuando se cierren los ojos de tu padre
¿por qué rutas irá tu planta aventurera?
Tu recuerdo será suavidad en la tarde
y lágrima en la fiesta del huerto en primavera.

(De Camino en el alba)




 



 

 

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Por Miguel Moreno Monroy
Publicado en Revista de Educación, noviembre de 1980