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ESPACIO INTERIOR como espejo socio-político, en la novela Bonsái de Alejandro Zambra

Por Omar Cid





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A veces para profundizar en la realidad debemos adentrarnos en la ficción.  La intención no es nueva, sin embargo lo importante en este caso no es la novedad, sino la posibilidad de escoger un texto cuyo tema se limite al mundo privado -y por tanto se juegue en la banalidad del mismo- para comprender ciertas dinámicas del comportamiento privado [1], inserto en una sociedad globalizada y pos-dictatorial como la chilena.

Para lograr este objetivo propongo usar como dispositivo de análisis la novela Bonsái, del escritor chileno Alejandro Zambra [2] publicada el año 2006 por la editorial Anagrama y que en Chile recibiera el premio del Consejo del Libro y la Lectura, a la mejor obra publicada de ese año.

Se trata entonces, de cristalizar comportamientos, con la intención de (re) escribir ciertas claves sociopolíticas y culturales, a manera de fragmentos. No se trata de un juicio estético, ni político de la obra del autor, es más bien una indagación, notas sueltas, buscando entender ciertas dinámicas del entramado social.  


CLOSE UP
Alejandro Zambra, en su novela Bonsái, nos sumerge en una historia donde el peso de lo cotidiano y su insoportable banalidad se extreman “Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella, de Emilia. Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama, se llamaba y se sigue   llamando Julio. Julio y Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura”. (Zambra, 2006:13)

Estamos frente a un relato donde la ironía, el espacio interior y por tanto la acción se circunscribe a sentimientos, sensaciones. La pregunta pertinente, es si una ficción de este tipo puede aportar a re-descubrir ciertos aspectos no madurados sobre la ciudadanía.  Mi propuesta es que este relato circunscrito al espacio interior, actúa como espejo o como una cámara indiscreta adentrándose en el ejercicio político de lo íntimo. 

   
“Lo de Emilia y Julio fue una relación plagada de verdades, de revelaciones íntimas que constituyeron rápidamente una complicidad que ellos quisieron entender como definitiva. Ésta es, entonces, una historia liviana que se pone pesada”. (Zambra.2006:25)

Cabe señalar entonces que la opción del novelista, por ese tipo de espacio no es casual, ni antojadiza y no puede ser entendida como un mero ejercicio literario -Aunque en esencia así lo sea- donde el autor entre otras cosas, exprese como entiende su propio oficio [3].

Estamos frente a una apuesta política, la constatación del escepticismo, de la toma de distancia como acción, de la cancelación de cualquier posibilidad de proyecto social posible [4].

La cámara por elección, no desea extender su mirada a una panorámica general, nos propone el “close up” como intención fragmentaria, allí los aspectos sicológicos priman por sobre los avatares de la historia y las relaciones políticas dejan su paso a los procesos interpersonales.


Espacio interior y proceso de Reforma
Para Henri Lefebvre, el espacio tiene su peso y carga ideológica [5].  Por tanto bonsái puede ser entendido desde dos posibilidades: como el retrato de un micro-espacio conservador donde el autor juega el rol de mero espectador o como una propuesta, donde las dimensiones humanas están acotadas; siendo imposible plantearse la eventualidad del espacio público y por supuesto de cualquier indicio de ciudadanía.

“Ambos sabían que, como se dice, el final ya estaba escrito, el final de ellos, de los jóvenes tristes que leen novelas juntos, que despiertan con libros perdidos entre las frazadas, que fuman mucha marihuana y escuchan canciones que no son las mismas que prefieren por separado (de Ella Fitzgerald, por ejemplo: son conscientes de que a esa edad aún es lícito haber descubierto recién a Ella Fitzgerald)”. (Zambra.2006:40)

Se vive en una especie de somnolencia, donde incluso los procesos reformistas con su marcado sentido de normalización [6], parecieran no alterar ese “modus vivendi” con su incertidumbre.

Julio y Emilia simbolizan a esa juventud de la pos-dictadura, son parte del proceso de vuelta hacia el mundo privado, son parte de una sociedad y de un conjunto de políticas públicas destinadas a limitar la influencia del Estado. En ese sentido, Chile pasó a la vanguardia de las medidas elaboradas desde las instituciones financieras multinacionales, junto a la acción de sectores políticos de diverso origen ideológico, todos unidos, casi uniformados bajo el paradigma de la ineficiencia intrínseca del Estado, de ver el aparato público como un ente parasitario, al que había que desregular y disminuir [7].

Por otra parte, si el (micro) espacio descrito por Zambra, es incapaz de formularse problemas más allá de sus propios fantasmas,  la incomodidad no alcanza para desarrollar un punto de inflexión -en esta atmosfera- Julio, vive atrapado en una especie de prisión.

“Vive en el piso subterráneo de un edificio en Plaza Italia. Cuando el calor lo atolondra, pasa el rato mirando por la ventana los zapatos de las personas”. (Zambra.2006:68)

Sin embargo esta ubicación subterránea, también puede ser leída como un signo de otredad, como un ambiente, pero nada más que eso, de ahí no se puede desprender un discurso crítico. A lo más un recorrido auto-impuesto.

El regreso al espacio privado, genera una distancia, un gesto de sospecha de las prácticas públicas.  No se trata de un ambiente propicio para la polis, mucho menos para los llamados procesos revolucionarios, desde esa perspectiva entonces, incluso las llamadas reformas pierden peso, deslizándose en una especie de opacidad [8], añadiendo ahora la ausencia de sentido.

El paralelo entonces entre espacio interior y reforma social, en un contexto de políticas neoliberales, es la extinción de cualquier intento de re-construcción o proyecto, además de ser un escudo para el desarrollo de todo tipo de organizaciones; y en ese sentido, es proporcional a la indolencia por parte de las instituciones públicas como privadas, respecto a las demandas por mejores condiciones de vida, tanto así que cualquier transformación, se vuelve insignificante y vacía de contenido.

“Julio no se atreve a darle un nombre a la mujer que ha dibujado. La llama ella. La ella de é1, se entiende. Y le inventa una historia, una historia que no escribe, que no se toma la molestia de escribir” (Zambra.2006:84).

Existen desde mi lectura, dos elementos históricos que permiten entender este vuelco conservador; en primer lugar, el Chile de ese entonces, se encontraba marcado por el desarme ideológico de las visiones progresistas y de izquierda [9].   La caída del muro de Berlín, la crisis de las socialdemocracias en Europa, generó una afonía política de esos sectores.

En segundo lugar,  la dictadura se retira  del poder, de acuerdo a lo pactado en su propia constitución de 1980,  las reformas implementadas por la transición no obstante el nuevo escenario, resultarán por momentos imperceptibles, para la mayoría de los chilenos.

A pesar de lo antes dicho, se debe reconocer la importancia de la recuperación democrática, del regreso de una institucionalidad acorde a las nuevas circunstancias; y en especial, el fin de una política persistente de violación de los derechos humanos, violenta y traumática para toda la sociedad.

Sin embargo, la continuidad de las medidas económicas neoliberales, el maquillaje constitucional de 1989, la desafortunada política de “justicia en la medida de lo posible” establecida por el primer gobierno concertacionista, sumado a un rápido desmantelamiento del tejido social, generaron desazón, incredulidad y distancia, especialmente en los jóvenes que con su voto, tanto en 1988, como en 1990 creyeron que con el regreso de la democracia, se producirían cambios más profundos y que la “alegría llegaría a sus vidas”.

El cambio de eje, parecía ser inevitable, incluso una institución como la iglesia católica que contribuyó desde mediados de los años sesenta, a una serie de transformaciones relevantes del país, da un giro importante, luego de la carta pastoral elaborada por el entonces Arzobispo de Santiago  Carlos Oviedo Cavada [10] (1927-1998).

El texto de Zambra tiene entonces un importante acierto, da cuenta de un momento cultural y político, lo curioso es que el año de la publicación de Bonsái, la sociedad chilena se estremece con la irrupción de los estudiantes secundarios y con el resquebrajamiento de la política de los acuerdos.

El malestar que explota con la “revolución de los pingüinos” se forjó en esos mismos espacios fragmentarios, en las carencias, en la desesperanza,  ni la poesía, ni las novelas de los autores reconocidos de los noventa, dieron cuenta de ese estado de ánimo, fueron sorprendidos y puestos en tela de juicio, por supuesto hubo excepciones como Pedro Lemebel, algunos poetas “underground” que los especialistas tienen la misión de descubrir.

La existencia de un acuerdo tácito, de una especie de consenso ideológico, ronda en el aire, tal vez incluso no forzado, simplemente podríamos definirlo como la capacidad del modelo político, económico y cultural de generar alianzas, donde el Estado cumple con su función de articulador de consensos, asumidos también por sectores subalternos [11].

Desde diversos espacios de influencia, se buscó extender al máximo la visión individual de la sociedad, el Estado, las organizaciones no gubernamentales, los organismos de comunicación de masas, las editoriales, todos apostando por la introspección, por la sociedad del reality y la auto-ayuda [12].


INDIVIDUALISMO, MERCADO  Y  COOPTACIÓN
“Se avergüenza, entonces, de Bonsái, su novela improvisada, su novela innecesaria, cuyo protagonista no sabe, ni siquiera, que la elección de una maceta es una forma de arte por sí misma, que un bonsái no es un árbol bonsái porque la palabra ya contiene al elemento vivo”. (Zambra.2006:86) 
    
La sombra del individualismo, su peso residual, trae consigo el fenómeno del consumo, la relación que se establece por esta vía con los otros, no puede ser otra que la del interés, desde esa óptica el arte del bonsái y su relación con la literatura, es una especie de rizoma aprisionado, cuyas raíces se moldean de acuerdo al macetero, pero que visualmente está expuesto al uso exclusivo del tiempo y tijera de su dueño.

Su valor en ese aspecto, se encuentra mediatizado por el juicio de los otros,  porque el arte en última instancia es un acto social.  En la novela bonsái a mi juicio,  el escritor comienza a tomar tímidamente razón de su oficio.  Julio y Emilia estaban desde las primeras líneas condenados, ella destinada al suicidio, él, preso de sí mismo, no tiene otra salida que vagar, sobre un taxi hasta agotar su dinero. El camino posmoderno es eso, vivir tratando de solventar lo material para transitar hacia ninguna parte.

“En lugar de caminar hacia su departamento detiene un taxi y le pide al chofer que conduzca treinta mil pesos. Le repite, le explica y hasta le da el dinero por adelantado al taxista: que siga cualquier dirección, que vaya en círculos, en diagonales, da lo mismo, me bajo de su taxi cuando se enteren los treinta mil pesos”. (Zambra.2006:94)

En Chile este aspecto de nuestra cultura reciente, se ha vuelto más relevante, incluso en un estudio de la escuela de Sicología de la Universidad de Sussex, nuestro país aparece como el segundo más individualista de un estudio de 36 países y donde EE.UU. encabeza el ranking [13].

Bajo el imperio del individualismo, es el mercado por excelencia quien regula la participación en la vida pública. El Estado con sus dimensiones binarias entre lo público- privado; participación-exclusión, ha quedado obsoleto. El desarrollo de las nuevas tecnologías que permiten el acceso directo de amplios sectores, no solo a información sino a ser ellos mismos agentes de sus propias reivindicaciones, también incentiva el consumo [14] .

El proceso ha traído como consecuencia la irrupción de una nueva elite, económico-tecnológica, capaz de concentrar los mensajes, desplazando a la ciudadanía a un trato únicamente de cliente.  En ese circuito de relaciones, la democracia, la diversidad de discursos, se supedita a la lógica del mercado y por tanto a su juego de manipulaciones, donde las opciones son restringidas.

Los discursos culturales no escapan a este raciocinio, el modelo impuesto de los fondos concursables, donde los creadores y artistas en general, compiten por los recursos del Estado, donde las empresas editoriales, las instituciones universitarias, las organizaciones gremiales y del llamado tercer sector, son integradas a un órgano consultivo,  siendo unificados bajo el principio de la competencia; y donde el Estado juega el papel de árbitro de las pretensiones económicas de unos y otros, generando un aparato de clientes, con los beneficiados de los fondos -y por supuesto- con el grupo de jurados presentados por las organizaciones que integran dicho organismo.

Tenemos entonces a una elite generadora de discursos culturales, agrupada en un amplio  consenso político social, donde el Estado articula el espíritu de competencia [15].

Si se pudieran retratar, las políticas públicas en cultura en los gobiernos democráticos recientes, se podría argumentar que contienen dos brazos: uno destinado a los actos masivos (conciertos, batucadas, teatro etc.)  -y otro- consignado a repartir recursos para un número limitado de creadores y empresas de gestión cultural, llámense teatro a mil, editoriales, etc.

La condición de clientes de los artistas y creadores, generada por la propia racionalidad de los proyectos, como por la autocensura, promueve una especie de cooptación discursiva, tal vez en el ámbito literario el fenómeno es mucho más evidente, sobre todo por la apabullante [16] crisis cognitiva en los ámbitos de lectoescritura, lo que reduce considerablemente la posibilidad de ampliar discursos, debido a que el universo de los lectores es reducido -y sobre todo- incapaz de comprender textos que rompan los esquemas tradicionales.

En ese croquis, las ediciones son reducidas y su impacto se comprime a una cofradía de  iniciados, los escritores por tanto, buscan ser publicados por editoriales transnacionales, debiendo concebir textos destinados a un público global, ahí la concesión temática, la palidez del lenguaje, con personajes globalizados, diluidos en lugares indeterminados y escarbándose el ombligo, por supuesto en ese bosque de relatos, la posibilidad del discurso crítico también tiene cabida, siempre que esté circunscrito a ciertos temas, donde es posible manifestar diferencias. 

La literatura como ejercicio estético, al menos en el Chile de pos-dictadura, ha sido y es hoy,  un lugar de privilegio del pensamiento colonizado, como expresión del consenso político existente, donde las redes culturales tanto públicas y privadas, buscan difundir, diseminar sus contenidos, acordes a las exigencias de una sociedad inserta en los engranajes globalizados.
   
          

 

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NOTAS

[1] Este territorio privado hay que protegerlo de las miradas indiscretas, pues cada quien sabe que el menor alojamiento descubre la personalidad de su ocupante. Hasta una anónima recámara de hotel dice mucho de su huésped temporal al cabo de algunas horas. Un lugar habitado por la misma persona durante un cierto periodo dibuja un retrato que se le parece, a partir de los objetos (presentes o ausentes) y de los usos que éstos suponen. Certeau, Michel (1925-1986). Ediciones Universidad La Reforma. México 1999. LA INVENCIÓN DE LO COTIDIANO

[2] Alejandro Zambra nació en Santiago de Chile en 1975. Es autor de dos libros de poemas (Bahía Inútil, 1998, y Mudanza, 2003), de la colección de ensayos No leer (2010), del libro de relatos Mis documentos (2013), y de tres novelas, publicadas por Editorial Anagrama de forma simultánea en España y Latinoamérica: Bonsái (2006), La vida privada de los árboles (2007) y Formas de volver a casa (2011).
Bonsái ganó en Chile el Premio de la Crítica y el Premio a la mejor novela del año 2006 del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, y la traducción de Carolina de Robertis fue finalista del Best Translated Book of the year (2008). Ha sido publicada en Brasil, Francia, Grecia, Israel, Italia, Portugal, Holanda, Turquía y Estados Unidos (Melville Books) y pronto aparecerá en China, Japón y Rumania.

[3] “Escribir es como cuidar un bonsái, pensé entonces, pienso ahora: escribir es podar el ramaje hasta hacer visible una forma que ya estaba allí, agazapada (...)". Zambra Alejandro El PAÍS. 28 de mayo 2011

[4]  “Ser inteligente era no creer en Dios, no creer en ningún proyecto político serio, no creer en nada. Regocijarse en el rizoma, las indeterminaciones, la posmodernidad. Y Bonsái nace por eso, contra eso. Buscando algo”. Sus personajes —“que no son exactamente personajes, aunque tal vez conviene pensarlos como personajes”, aclara el narrador de Bonsái” Fernández Patricio. La gran novela breve. El País 10 de agosto 2013

[5] “las representaciones del espacio son ciertamente abstractas, pero también juegan su papel en la práctica social y política: las relaciones establecidas entre objetos y las  personas en el espacio representado se subordinan a una lógica que más tarde o más temprano las desgarrará debido a su falta de consistencia”  Ramirez SAMUEL. (oct. 2012) "Complejización del espacio social. La producción del espacio en Lefebvre. ".  Del sitio web de Rev. Eltopo http://www.eltopo.cl

[6] El reformismo se basa en la idea de que sólo es normal el cambio social que puede ser normalizado. La lógica de la normalización se basa en la simetría entre mejora y repetición. Los dispositivos de la normalización son el derecho, el sistema educativo y la identidad cultural. La repetición es la condición del orden y la mejora, la condición del progreso. De Sousa Santos Boaventura. Reinventar la democracia .Reinventar el Estado. Primera Edición Buenos Aires. CLACSO. 2006

[7]  “…el Estado es irreformable: intrínsecamente ineficaz, parasitario y predador, el Estado sólo se reforma reduciéndolo al mínimo que permita asegurar el funcionamiento del mercado. Su propensión al fracaso y su capacidad para causar daños sólo se limitan reduciendo su tamaño y el ámbito de su actuación”. (DE SOUSA SANTOS.2006:12)

[8] (…) la indeterminación y la opacidad confieren a las políticas reformistas una gran plasticidad y abstracción: de ahí que puedan funcionar como modelos políticos creíbles en los más variados contextos sociales. Conviene recordar, en este sentido, que, más allá de las apariencias y de los discursos, el paradigma de la transformación reformista siempre fue más internacional y transnacional que el de Ir transformación revolucionaria. (DE SOUSA.2006:9)

[9] Durante los años ochenta y noventa del siglo XX, los vientos huracanados del neoliberalismo parecieron barrer no sólo con numerosas conquistas de los movimientos obreros y populares de todo el planeta, sino con las categorías teórico-políticas que les dieron sustento durante más de un siglo. En un contexto signado por la hegemonía neoliberal y conservadora y la caída del "socialismo real". Thwaites Mabel (Compiladora) Un siglo y medio de debates. Primera edición Prometeo libros 2007. Buenos Aires. Pág. 8

[10] “La virginidad es una propuesta de la máxima actualidad. Y con innumerables testigos, comenzando por la Virgen María y San José, con Santa Teresita de Jesús de los Andes y tantos otros, afirmamos que ella es deseable y posible”.    Oviedo Carlos. Carta Pastoral “Moral juventud y sociedad permisiva”.  Santiago, Domingo de Ramos 1993 Jornada Mundial de la Juventud

[11] “Tempranamente Gramsci concibe al Estado no como mero "instrumento" de la clase dominante, que lo toma y usa como tal, sino como el lugar donde la clase dominante se unifica y constituye para materializar su  dominación no solamente mediante la fuerza, sino por medio de una complejidad de mecanismos que garantizan el  consentimiento de las clases subalternas”.  (THWAITES MABEL.2007;17)

[12] “La relación entre coerción y consenso, entre dirección intelectual y moral y dominio, entre hegemonía y dominación, indisolublemente ligadas a las bases materiales de producción y reproducción de la vida social, constituyen los términos nodales de la reflexión gramsciana de mayor relevancia para entender nuestras sociedades”. (THWAITES MABEL 2007;18)

[13] “Chile es el segundo país más individualista después de Estados Unidos, según el estudio británico Culture and Self-construals: Clarifying the Differences ("Cultura y autoconcepto: aclarando las diferencias"), que analizó los valores culturales de 36 países en el mundo”.   Zunino Noelia.  Cada vez más individualistas... Así estamos. La tercera.  05.10.2011

[14] “Pero estos medios electrónicos que hicieron irrumpir a las masas populares en la esfera pública fueron desplazando el desempeño ciudadano hacia las prácticas de consumo. Se establecieron otros modos de informarse, de entender las comunidades a las que se pertenece, de concebir y ejercer los derechos”. GARCÍA CANCLINI NÉSTOR. CONSUMIDORES Y CIUDADANOS.GRIJALBO.MÉXICO.1995.PÁG.23

[15] “Pero no se debe creer que esa unidad sea puramente jurídica y política, aun cuando esa forma de unidad también tiene su importancia y no solamente formal: la unidad histórica fundamental, por su concreción, es el resultado de las relaciones orgánicas entre Estado y sociedad política y sociedad civil”. (THWAITES MABEL.2007;24)

[16]  “Incluso las instituciones que exhiben con orgullo sus grandes resultados, no pueden esconder la realidad, en Chile existe hoy un 44 % de analfabetismo funcional, en la comprensión de textos, un 42% en documentos y un 51% en temas cuantitativos.  Si a ello se suma que un 84% de los chilenos no entiende lo que lee y que un 65% por ciento de las personas con estudios profesionales tiene dificultades en entender documentos sencillos y de ellos un 27% se encuentran catalogados como analfabetos funcionales, ninguna institución educacional chilena, puede salir bien parada y pretender lavarse las manos, la fuente de los datos es ya conocida, pertenecen al Centro de Micro-datos de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile”. Cid Omar. La fábrica de zombis. Crónica Digital. 28.08.2014.  http://www.cronicadigital.cl/2014/08/28/por-omar-cid-la-fabrica-de-zombis/

 



 



 

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