Proyecto Patrimonio - 2015 | index | Omar Cid        |  Carlos Henrickson  | Autores |
         
         
         
        
          
            
              
        
        
         
        
         
        Un consciente descalce: Recados de un poeta menor, de Omar Cid
        Por Carlos Henrickson 
           
          
        
        
          
          
          
        
         .. .. .. .. ..           
          Un  buen índice del descalce de la inquietud política en la escritura de los  últimos tiempos en Chile puede verse a través del breve poemario de Omar Cid  (Talca, 1967), Recados de un poeta menor (La Legua, Santiago: Arttegrama,  2015): textos que se deciden a ser críticos, sobre todo por saber alojar la  crisis en la voluntad del hablante. En los poemas la decisión del compromiso  político pasa por reconocer aquel descalce, y ser consciente de la falta de un  cimiento que —históricamente— daba base a la posición segura del poeta  militante en el escenario de una historia que se asumía desde el humanismo. Esto  se presenta ya desde el epígrafe que encabeza el libro, en que el altamente  esperanzado discurso poético de Gómez Rojas (y quiero que mis cantos sean  las profecías / de un bello porvenir), paradigma de la idealista rebeldía  lírica de las primeras décadas del siglo, parece representar irónicamente  las promesas no cumplidas del desarrollo histórico y cultural de la  sociabilidad chilena, al mismo tiempo que lo inadecuado de la aspiración  artística profética. El poemario parece decirnos que si el lirismo  militante asumió alguna vez esta actitud, una poética fiel a la época  contemporánea debería saber ver con minúscula, a la altura del tiempo y las  posibilidades de un escritor que asume los límites puestos por su misma  historia: es un mundo en que las palabras (…) / pierden peso, y se hace  natural que la obra se niegue a sí misma. Como se plantea desde el ARTE  POÉTICA:
          
            
              Tarde o temprano
                  la trama nos traiciona
                  y el oficio queda trunco
                              boquiabierto. (p.  9)
            
          
          La  obra no se cierra, el autor no termina su supuesta labor. El poema es el  registro de un proceso incompleto, y es incapaz de belleza (un torbellino de  fonemas / acecha, dice precisamente el texto titulado Belleza). El más  allá de lo literario termina venciendo y consumiendo la capacidad de este  para alcanzar una dignidad mínima, siquiera como testimonio. El trabajo  literario, ya vaciado de significación, coexiste con  realidades harto más  patentes, no sólo sin trascendencia estética, sino libres de épica social  alguna, como aclara el poema ESCRIBIR, que bien puede considerarse una  segunda Arte poética tras el poema homónimo (Escribir a regañadientes / aunque  la literatura caiga a pedazos / fagocitada por el cine / el playstation 3 / (…)  / Escribir esquivando cervezas y cigarros / Escribir con Sofía / preguntando  por su traje de baño).
realidades harto más  patentes, no sólo sin trascendencia estética, sino libres de épica social  alguna, como aclara el poema ESCRIBIR, que bien puede considerarse una  segunda Arte poética tras el poema homónimo (Escribir a regañadientes / aunque  la literatura caiga a pedazos / fagocitada por el cine / el playstation 3 / (…)  / Escribir esquivando cervezas y cigarros / Escribir con Sofía / preguntando  por su traje de baño).
           Esto  debería hacer cambiar el sentido de la escritura, cubriéndola de una voluntad  negativa: eso sí, Cid decide salvar la personalidad del autor. Definirá su  misión con operaciones de diferencia, en que se acaba afirmando una voluntad  personal y rebelde, que asume en la ironía de sí mismo y ante el mundo la  posibilidad de creación. Así sólo es capaz de un martirio incompleto (como  expresa en  Ocaso del salmista: muere sin morir un millar de veces / para  goce y gloria de su santidad / el editor) y su figura debe travestirse. La  operación de diferencia ante una poética concentrada solo en sí misma, sin el  anclaje en una experiencia vital y casi física del autor, está marcada por un  gesto radicalizado y violentamente polémico (como se aprecia en Nosotros o Calle Morgue), sin lograr resolver el conflicto íntimo entre la poesía  como arte obsoleto y la poesía como arma de combate; esto se remarca irónica y  casi dolorosamente en Desclasificados, en que se alude a sí mismo como  autor en tercera persona, y contrasta la figura de Verlaine —asumiendo la  desconfianza ante el poeta maldito— con las de dos poetas muertos en la  lucha política armada —Otto René Castillo y Roque Dalton— que aparecen  reforzando su posición en la trinchera de los desclasificados. Sin  embargo este mismo lugar aparece envuelto en la ironía, tanto considerado desde  la caracterización personal, como desde la perspectiva del volumen completo.
           Esta  voluntad negativa es lo que asume altura ante el entorno político. En los  poemas en que esto se remarca —Fuga o Su orden— se aprecia la  mano segura en una decidida literatura de hechos, que parece ser el  pasaje de salida al conflicto sobre un sentido de la actividad escritural. No  obstante no logra despejar este conflicto: Un canto a medias, texto que  cierra el libro, deja la impresión final de un íntimo fracaso de la posibilidad  de cambiar el mundo desde el arte, sustentando a toda luz el programa definido  en Arte poética.
                        Recados  de un poeta menor resulta así un texto que sabe habitar una crisis que no  sólo compete a su oficio como escritor o a una poética en particular, sino que  a un signo de época bajo la cancelación de la vanguardia. La radical falta  de fe de esta escritura da una nota interesante en el trabajo literario de  Cid, quien ha saltado ya a la visibilidad precisamente debido a una crítica de  trinchera en que el punto crítico es la situación de la literatura dentro de  los conflictos sociales y políticos. La problematización de la posibilidad real  de construcción de una trinchera desde la escritura resulta, en este sentido,  un complemento a su trabajo crítico; la insegura movilidad del escritor en la arena de la lucha social —en que la trinchera se hace imposible  siquiera de construir o reconocer— resulta un tema vital y aún pendiente en el  contexto de los debates políticos de fondo que, no por subterráneos menos determinantes,  recorren transversalmente como espectros la escena literaria nacional.