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Hombre mirando al sudeste: La función mesiánica del arte
Por Oscar Cornejo Rideau
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En las distintas épocas históricas las problemáticas humanas han surgido de manera diferente, a nadie le cabe duda de que los asuntos de hoy no son los mismos que preocupaban a los hombres del siglo pasado, y sin embargo, tal como los grandes temas artísticos, los dilemas del hombre conservan ciertos trasfondos comunes. Más allá del contexto temporal ha habido crisis del pensamiento, dictaduras, injusticias sociales, destrucción del hombre por el hombre, guerra, enajenación, sometimiento. Estas cuestiones conformarán un universo histórico que no puede sino condicionar la creación artística de los hombres que lo habitan, los que al igual que sus problemas, son diferentes entre sí según el tiempo y el espacio, pero también similares, en tanto la naturaleza misma del ser humano permanece común.
Así, cuando se pretende un análisis literario no se puede obviar que el arte es una reacción a un sistema de realidad, y que además, independientemente de su contexto específico, todo arte está interrelacionado en tanto los artistas, los creadores, lo están por su esencia humana. Todo el arte humano, en tanto respuesta al mundo del hombre, en tanto expresión, es también, a la vez cambiante y permanente. Solo al hacer las interrelaciones entre las obras artísticas es posible develar ese elemento común, es decir, descifrar, o al menos intuir, lo inmutable en lo humano, los problemas existenciales en tanto preguntas permanentemente abiertas.
De este modo, podemos ver el lazo que une por ejemplo a la película de Subiela, “un hombre mirando al sudeste”, con don Quijote. Separadas por cientos de años, ambas obras son respuestas a un entorno socio cultural absolutamente rígido. Ya sea en la España estratificada, regida por una religión incuestionable, una literatura monótona y sumida en una profunda crisis de la justicia en la que vivió Cervantes, o en la argentina, marcada aun por la dictadura, post guerra de las Malvinas, y sumergida en los problemas del sistema capitalista contemporáneo de Subiela, cualquier intento de crítica social abierto era peligroso y aniquilado.
Sin embargo, la necesidad expresiva y crítica puede ser callada en lo explicito, pero nunca ser eliminada por completo. Tal como en el psicoanálisis clásico todo lo reprimido termina por escapar de una u otra forma, sublimándose de maneras tal vez más cripticas pero igualmente intensas. No debemos extrañarnos de que esta rebeldía adopte la máscara de la locura para expresar su mensaje en su mundo hostil donde quizás solo desde la locura la justicia sea posible, ¿de qué otro modo sino podrían haber arrojado la luz del anti dogmatismo que derriba las verdades absolutas y las certezas consideradas inamovibles?
Del mismo modo, ¿Por qué no relacionar la trama del filme argentino con, por ejemplo, la historia de los evangelios? no estamos yendo muy lejos, pues esta intertextualidad está de una forma más o menos evidente en la película. Cristo y Ramtés, ambos seres que vienen enviados a salvar a las víctimas de la injusticia, a impartir un mensaje de cambio, a desafiar sistemas de realidad; ambos herejes, el primero para la religión, y el segundo para el dogma dominante de su propia época, la razón.
Al comienzo y como en todas las grandes predicas, no se trata más que de un delirio, de un disparate absurdo del orate de turno. No obstante, con el pasar del tiempo, aquellos que han decidido intentar comprender el mensaje, seguir al loco (pese a ser loco), comienzan a interesarse, a dudar, a estremecerse… en algún punto el mensaje, sin dejar de ser del todo inverosímil, parece cobrar un sentido profundamente lleno de verdad… ¿no nos recuerda esto también las aventuras del caballero andante que iba por el mundo para solucionar problemas, que había perdido el juicio pero que sus discursos eran de profunda lucidez? ¿No hay un parecido entre Cristo, Ramtés y el quijote, cuando se rebelan contra los discursos imperantes? ¿No es acaso el quijote tal como diría Foucault “el loco señor de la razón, no por su locura, sino por su protesta.”?
Pido perdón a aquellos que puedan sentir injuriosa la comparación entre los evangelios y estas obras pero a mi juicio el efecto en los demás personajes es común. En sus respectivos escenarios, todos los que se acercan al protagonista parecen empezar a cuestionarse, a pensar “de pronto el loco no está tan loco, quizás, solo quizás puede que tenga algo de razón” A partir de este punto, Las tres historias, los tres personajes, Cristo, Ramtés, don quijote, comienzan a entrelazarse y se hace más claro aquello que he señalado al comienzo acerca de la esencia común que subyace al ser humano y sus creaciones, nos encontramos frente a un tópico que se repite en todas las épocas, que aparece en la necesidad de cambio que surge cuando la humanidad se encuentra estancada, en crisis existencial, la necesidad de un salvador. Estamos, en definitiva, ante tres mesías para tres mundos diferentes.
Si seguimos en líneas gruesas las historias observamos como los protagonistas permanecen en su labor, siguen transmitiendo su mensaje prohibido constantemente, sin detenerse. El paciente no evoluciona, no comete un error, su discurso es perfecto ante los interrogatorios psiquiátricos, el predicador continúa con su prédica pese a las oposiciones de algunos mientras el caballero andante sigue con sus aventuras incluso frente a los muchos cuestionamientos de Sancho.
No obstante, no permanecen tan firmes quienes les rodean. Sancho se va quijotizando, el psiquiatra va enloqueciendo, el pueblo va siguiendo a Jesús… el cambio se va manifestando en los que conviven con estos seres. Mas no sólo en estos dentro de sus tramas ficticias, algo así no tendría ninguna relevancia, sino que también, y he aquí la magistralidad de las obras que motivan este análisis, somos los lectores, los espectadores del arte quienes empezamos a cuestionarnos. Sin darnos cuenta, súbitamente nos hemos encontramos absortos, de pronto, independiente de nuestra vida cotidiana, de lo que debemos hacer, de la realidad “real” que conocemos, nos hemos involucrado totalmente con esta ficción. El milagro de Jesús en la gente lo empiezan a realizar estos dos locos en nosotros, frente a aspectos diferentes, salvaguardando las distancias, claro está, pero con una intensidad comparable, nosotros mismos, desde nuestros asientos y nuestras casas hemos empezado también a dudar de la razón imperante.
Con el suceder de las tramas, Los personajes llevan a sus seguidores al punto en el cual no es posible seguir conservando el estatus quo. Las acciones de los protagonistas los han terminado por poner en evidencia ante el mundo, la crítica se ha hecho demasiado pública para ser ignorada por el poder. Aquella escena conmovedora de la novena sinfonía y la revolución de los internos coincide con la entrada de Jesús a la ciudad, con las últimas batallas del quijote. Las autoridades imperantes sean estos sacerdotes, directores de hospitales, o caballeros, se han visto por primera vez amenazadas y deciden actuar. Finalmente, sus seguidores se verán forzados a decidir, no pueden continuar en su rol sin que se provoque una ruptura definitiva con el “buen” juicio establecido, es decir, solamente parecen quedar dos opciones, o creen en el demente y abandonan la razón para intentar salvarlo, o lo racionalizan a la fuerza, y lo destruyen.
En ambas historias sucede lo mismo que con Cristo, el personaje es abandonado. El mundo dominante es más fuerte que el idealismo entusiasta que se ha apoderado de los fieles. El psiquiatra adopta la figura de Judas, y abandona a Ramtés como dios a su hijo. El extraterrestre es inyectado con anti psicóticos. El caballero andante es obligado a volver a casa y termina por aceptar su derrota. Los tres mesías son crucificados por el sistema imperante. Y tal como parece haber sido predicho desde un comienzo, mueren.
Aquella felicidad que había llenado a todos en los breves instantes donde estos han renunciado a la razón y se han entregado a la desconocida locura, desaparece ante el inapelable final. El sueño de sancho se extingue; el amor y el reencanto en el Dr. Denis se van; los seguidores de Jesús lloran desconsolados ante la cruz. De forma despiadada y rotunda finalizan las historias, y todo podría acabar ahí, fin del mensajero, fin del mensaje. “se mata a la perra y se acaba la leva” diría un conocido nuestro.
Pero no. Antes de morir, los disparates del caballero y del extraterrestre ya han sido dichos, la crítica social ya quedó de manifiesto, en una forma subliminal, entre líneas, los diálogos ya fueron pronunciados ahí donde se prohíben las palabras, y lo más importante, los mensajes ya han sido escuchados.
¿Qué pasa con nosotros, los lectores…qué pasa con la humanidad ahora que comprende que la realidad es más fuerte que los sueños, ahora que un personaje que se ganó nuestro interés ha muerto? Es entonces, y sólo con la muerte del mesías, cuando se provoca la verdadera salvación buscada. Cervantes y Subiela, los dioses creativos, han permitido la muerte de sus hijos para la salvación de su mundo. Luego de presenciadas las crucifixiones ya no somos los mismos pues el arte ha obrado su milagro, ha descompensado las ideas rígidas del que lo aprecia, ha conmovido al ser del lector. Desde ese momento poco importa que hayan muerto los mesías, puesto que es el mensaje quien vive, y por el que los ideales resucitan en aquellos que los habíamos perdido.
España no fue la misma luego de la muerte del quijote. Argentina no fue la misma luego de la muerte de Ramtés. El mundo cambió para siempre luego de la muerte de Cristo. Los locos no han dejado de ser locos, no es que ahora se les reconozca un estatus racional que en sus contextos fue ignorado, al contrario, aun hoy no es posible decidir si tenían razón, y es por esa duda que se quiebran los discursos.
Las obras han rastreado el límite epistemológico-ético de sus mundos, lo han seguido hasta encontrar la fisura, el punto de quiebre, donde los sistemas de verdad imperantes demuestran ser contingentes y modificables. Es decir, el arte, lo nuevo, le quita mediante su sola existencia el estatus de natural, eterno e inmutable al discurso, lo exponen como tal, como discurso, no como Verdad. La ficción, aquel recurso juguetón de la mente, muestra la posibilidad de cambio pese a no decirla como tal.
He ahí la función mesiánica de la creación artística pues viene a salvar a la humanidad de la decadencia cuando ésta parece inexorable. Las grandes obras son los verdaderos mesías, en ellas el arte deja de ser solo una reacción al mundo y pasa a ser el detonante de las reacciones en el mundo. Las creaciones trascendentales han cambiado por completo el pensamiento de la humanidad, toda importante revolución, científica, filosófica, espiritual, paradigmática e histórica del ser humano, está asociada (y es cosa de observarlo para percatarse) a la creación artística. Los planteamientos y las ideas por sí mismos, desprovistas del arte, no logran penetrar las gruesas capas que los sistemas han impuesto en nuestras mentes, el mero pensamiento de Cervantes o Subiela, de Kafka, de Sábato, de Nietzsche, de Picasso o de Dalí, no habrían bastado para provocar el cambio que generaron, sin la ayuda de la labor artística, del goce estético, del estilo, que es capaz de eludir, enmascarado de decoración, las defensas artificiales para llegar a lo profundo del ser y desde ahí florecer hacia la sociedad.
En nuestro mundo actual vemos la crisis, los estallidos sociales, las injusticias y las destrucciones, y una vez más el arte, está llamado a ser el mesías, ¿de qué modo, que autores, que tramas serán las que nos rediman ahora? ¿Quiénes serán los cervantes y Subielas? ¿Quiénes los personajes que serán sacrificados? ¿Será acaso posible nuestra salvación en un universo que se desmorona y que ya tiene sentencia de muerte?
Quiero creer que Sí es posible, en tanto el arte no deje de ocupar su lugar crítico. Es nuestro deber asumir el rol de creadores, de artistas, de pensadores, es tiempo de creer en la profecía de Dostoievski, y crear belleza, pues como el dijese, sólo la belleza salvará al mundo.