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Gris, querido amigo, es toda teoría

Por Óscar Hahn
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 7 de Abril de 2013

 

 

 

 

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Uno de los signos evidentes del empobrecimiento de la literatura de creación es el auge de lo que podríamos llamar "la teoritis aguditis". En el campo de los estudios especializados hay un puñado de teóricos de gran nivel y cientos de pseudoteóricos. Roland Barthes, uno de los que valen, hablaba de los "efectos de realidad" en la narrativa. Son aquellos detalles triviales, sacados de la experiencia diaria, que el narrador incluye para que el lector tenga la ilusión de que el mundo real palpita en el texto. Siguiendo a Barthes, también se podría hablar de los "efectos de teoricidad". Es decir, del uso de cierta jerga técnica y de formulaciones herméticas que quieren dar la ilusión de profundidad y que después de algunos meses ni siquiera el autor las entiende.

Hace ya su buen tiempo que algunos teóricos autodesignados se empecinan en producir un discurso paralelo a la creación literaria, no para tratar de pensar la literatura, sino para competir con ella. En muchas universidades el discurso teorizante ha llegado a substituir a los poemas, cuentos o novelas, como si la finalidad de la literatura fuera estar al servicio de las teorías. Ahora bien, extrapolada a la enseñanza media, esta actitud es preocupante. No creo que un alumno secundario, al cual se le pide que describa los actantes, la bivocalidad y los cronotopos en una determinada obra se vaya a sentir muy estimulado a persistir en la lectura. El objetivo de las clases de literatura en la educación secundaria no es producir ni teóricos ni expertos en letras, sino clara y simplemente despertar en los estudiantes el amor a los libros, para ampliar y enriquecer su lenguaje, su imaginación y su visión del mundo, sin perjuicio de que el profesor emplee, juiciosamente, algunos métodos de análisis elemental.

Un gran teórico nuestro, Félix Martínez Bonati, dice: "El modelo científico del conocimiento no puede aplicarse a los estudios humanísticos sino limitadamente". El culto ciego a las ciencias, a la lingüística, e incluso a las matemáticas como paradigmas, ha redundado en que los estudios literarios se fueran alejando cada vez más de una perspectiva humanista de la cultura. Esa perspectiva está presente en ensayos como los de Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Joseph Brodsky o J. M. Coetzee, escritos en una prosa inteligente, rigurosa, ágil e imaginativa. Solo que para escribir ensayos se necesita verdadero talento, del cual carecen muchos fabricantes de "papers", redactados en una prosa deplorable y llenos de obviedades encubiertas con tecnicismos y jerigonzas. Nadie puede estar en contra del rigor en los estudios literarios ni ignorar que hay trabajos inevitablemente difíciles, dada la complejidad del objeto estudiado, pero cosa muy distinta es la proliferación de textos gratuitamente ilegibles y que no aportan nada al conocimiento de la literatura.

En una carta al médico suizo Medard Boss, un amigo suyo opina lo siguiente sobre los Escritos del psiquiatra Jacques Lacan, uno de los teóricos más citados: "Sin duda habrá recibido también el mamotreto de Lacan. Personalmente, hasta ahora no pude obtener nada en absoluto de este obviamente extraño texto". Y agrega después: "Me parece que el psiquiatra necesita un psiquiatra". El amigo de Boss era el filósofo Martin Heidegger. Y en una entrevista realizada en el Laboratorio de Antropología Social de París, Edmundo Magaña le pregunta a Claude Lévy-Strauss: "¿Qué piensa usted de las contribuciones de Derrida?". A lo que el padre del estructuralismo responde: "No lo comprendo. Su manera de escribir y su manera de pensar me son extrañas". Heidegger y Lévy-Strauss, ¿con problemas de comprensión de lectura?

Yo no sería tan severo con Lacan y Derrida, eso sí, porque una vez que uno descifra algunos fragmentos crípticos, en sus trabajos hay propuestas muy originales para el desarrollo del pensamiento posmoderno y para el examen de textos. Pero que sus libros están plagados de hermetismos innecesarios, lo están. No por nada Tomás Segovia, el mismísimo traductor de Lacan al español, me dijo hace unos años: "No sé por qué este caballero no escribirá más claro".

"Gris, querido amigo, es toda teoría, y verde el árbol dorado de la vida", dice Goethe en el Fausto , por boca de Mefistófeles. El problema es que en estos últimos años y en muchas disciplinas, la teoría ha pasado del gris al castaño oscuro.



 



 

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