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Oscar Hahn, MAL DE AMOR
Santiago de Chile, Ediciones Ganymedes, 1981, 94 pp. Ilustraciones de Mario Toral.
Por James Hoggard.
Publicado en Literatura Chilena, creación y crítica. N° 35, Enero / Marzo 1986
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Con “Mal de Amor”, la confrontación de Oscar Hahn con sus propias raíces ha pasado a ser más directa y más lírica que en sus tres primeros libros. Su colección previa, “Arte de Morir”, despertó rápida atención internacional, lo que redundó en importantes ensayos de Enrique Lihn (“Texto Crítico” y “Vuelta”) y Graciela Palau de Nemes (“lnsula”), entre otros. Esa obra, caracterizada por su absoluta parquedad de tono, que sugería cólera y tensión y que a la vez amenazaba con romper el impulso lírico mostraba la preparación de Hahn para abocarse a su país de origen, pero también señalaba la oblicuidad de la voz de Hahn. Ambos factores se han desarrollado de manera más personal en el contexto metafórico de hielo y fuego de “Mal de Amor”. El tema de este nuevo libro es erótico, tanto en términos de lo sexual como del significado más general de esa palabra, que implica la urgencia de unión con un Otro que simultáneamente toca la mente y la carne. Una de las primeras cosas que empezamos a notar, sin embargo, es la ausencia de la mujer. Hay recuerdos de su relación con ella, pero estos recuerdos a menudo son estimulados por la repentina identificación del poeta con los objetos comunes vistos en su apartamento: una pecera, una toalla, una mesa, una sábana, etc. La urgencia de vínculo nunca queda satisfecha; una y otra vez se sugiere -empezando por la dedicatoria del libro- que una dimensión significativa de esta relación es prohibida: “A mi bella enemiga, cuyo nombre no puede ser escrito aquí sin escándalo”.
Las imágenes de traición, especialmente en un poema como “A la una mi fortuna”, parecen decirnos que la relación es ilícita; y de una manera desgarradora lo es. Pero la mujer ausente no es ni la esposa ni la amante de otro hombre. La mujer ausente es el propio país perdido por Hahn: Chile, su dolor es el dolor del exilio. Reconocido esto, vemos cómo estos poemas se inscriben en la tradición occidental. Recordamos el horror con que los antiguos griegos hablaban de la carencia de hogar. Recordamos cómo Jacob Bronowski identificaba civilización con estabilidad geográfica, con el hecho de centrarse en un lugar. Vemos también, en nuestro propio mundo, las imágenes de frenesí y confusión que se derivan del desarraigo; y recordamos que el mismo Hahn fue arrancado de la sala de clases donde estaba enseñando, encerrado en una cárcel, amenazado con ejecución, y luego puesto en libertad por las autoridades de su país natal, sin que jamás le dijeran por qué lo habían arrestado ni por qué lo habían liberado. De experiencias como ésa procede el tono fracturado que surge, de una manera notablemente controlada, a través de las secuencias que constituyen “Mal de Amor”. También de ese tipo de experiencias brotan los terribles recuerdos de la traición y del dolor, asociados con la interrupción del amor.
Un mes después de que ‘Mal de Amor’ fuera publicado en Santiago, en septiembre de 1981, el gobierno prohibió la circulación del libro, convirtiéndolo, aparentemente, en el primer volumen impreso de poemas, censurado por los militares. Hahn no estaba en Chile cuando esto sucedió. El vive en los Estados Unidos desde hace varios años y actualmente enseña literatura hispanoamericana en la Universidad de Iowa. Una parte suya, sin embargo, ha sido mutilada, del mismo modo como una parte de su país ha sido amputada; y de esa difícil agonía ha nacido la voz poética de “Mal de Amor”. El amor que evoca no está idealizado. El país del cual fue separado no es una abstracción, sino un pedazo de tierra, una encarnación del espíritu que pide justicia Y totalización, es decir, relaciones plenas.
Las personas en Chile están desapareciendo otra vez. También los libros. Cuerpos sin extremidades y sin cabeza aparecen en zanjas y minas abandonadas. Pero la urgencia de lo totalizador permanece. Esa urgencia encuentra su forma de expresión en “Mal de Amor”. Dicho mal no proviene de ardores adolescentes. Es la náusea que brota, según nos recuerda Nietzsche, de la impotencia y del extrañamiento. Pero el mal mismo desafía a la devastación a la cual de debe. El control que hay en estos poemas refleja una cuidadosa tentativa por burlar a la desesperación. Sin esa tentativa, sin esa exigencia de compromiso continuo, la incoherencia y el sentimentalismo surgirían; y cuando eso sucede, el arte y la moral mueren.
Aunque el mundo no ha sido clemente con Oscar Hahn -y con muchos otros seres anónimos-, él no ha sucumbido a la desesperación. El lenguaje de su resistencia encuentra su correlato en esa gran imagen personal de unidad que es el amor erótico; el "ying" y el "yang" uniéndose para fundar el mundo, para permitir que lo personal se haga trascendente. Dicha urgencia es aquí una añoranza; ese dolor que Albert Camus llamara "la nostalgia humana de un orden”.