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¿Sumos poetas o luchadores de sumo?
Óscar Hahn
La Tercera Cultura, Sábado 30 de septiembre de 2006
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¿Es posible que un solo poeta pueda colmar todo el ámbito de la poesía? Mi respuesta es un rotundo no. Ni el Dante, ni Shakespeare, ni Goethe, ni Baudelaire, ni T. S. Eliot podrían hacerlo. El espacio de la poesía es demasiado grande para que pueda ser llenado por un solo poeta. ¿Es posible entonces que un solo individuo pudiera copar un campo más reducido, por ejemplo, el de la poesía nacional? Tampoco me parece factible. Sin embargo, Vicente Huidobro afirma sin ruborizarse: "La poesía soy yo". Con Walt Whitman como modelo (no por nada Whitman es autor del poema Canto a mí Mismo), Huidobro y Neruda desarrollan una voz autorreferente de dimensiones colosales, un yo poético monumental, un ego de gran voracidad. Dice Neruda: "Me comería toda la tierra, me bebería todo el mar".
Sobre esa base terminan construyendo un sujeto real que busca apropiarse del espacio de la poesía no sólo con sus poemas, sino con gestos grandilocuentes y pretensiones desmedidas. Y cuando son dos los aspirantes a adueñarse de ese espacio (o tres, si agregamos a De Rokha), asistimos al show de los vates que compiten por ser el único ocupante del trono de la poesía y por ser coronados como el Poeta de Chile, el Poeta de América, el Poeta del Siglo o el Poeta de la Galaxia. El problema es que la ocupación de ese trono ilusorio sólo podrían conseguirla en la medida en que los otros aspirantes sean desplazados a empujones.
"Que naiden rempuje a naiden", decía Pablo de Rokha al estilo huaso. Pero lo cierto es que todos se "rempujan" mutuamente, como si fueran luchadores de sumo. El desalojo pretenden lograrlo mediante la diatriba, el insulto personal y la descalificación de sus colegas de oficio. Vistos desde el siglo XXI y más allá de sus admirables atributos literarios, estos clásicos de nuestra poesía son verdaderos precursores de la farándula actual. Mientras tanto, lo que realmente importa —es decir, su poesía—, es relegado cada vez más a un segundo plano. En una sociedad en la que abunda el culto al escándalo y a la excentricidad de los escritores, en desmedro de la creación y de la lectura de las obras, no sería raro que asistiéramos algún día al nacimiento de una nueva estirpe mediática: la de los poetas sin poemas.
Como diría el mismo Huidobro: "Hay signos en el cielo".