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La
poesía de Omar Lara
Embriología de la nostalgia
Por Camila Krauss
Alforja. Revista de Poesía,
N°34. Otoño de 2005
No es fácil precisar si en la yema se concentraron
los versos melódicos de siete y cinco sílabas de
las cuecas y las seguidillas chilenitas; y en la clara, la expansiva
nostalgia de Vallejo, los callejones
de Trilce sin salida. La poética de Omar Lara (Nueva
Imperial, 1941) es el cigoto: la vida probable,
la contingencia.
Todo poema breve quiere abrazar la contingencia, el infinito que suscitan
palabras, cromosomas
y conjuntos que se encuentran. Entre sílabas, un mundo: de
encallada a encanallada; entre versos, un tiempo de imposibles posibilidades:
“Puedes amarme y todo nos separa / Puede que sí / Puede que
no; entre lenguaje y silencio: …adivinamos el porvenir / encontramos
una aguja en un pajar / y la perdemos / oh dios.”
Un yo herido, huérfano, que en la síntesis hace sus
lazos consanguíneos y para ellos provee un tiempo de expansión
y simultaneidad, donde un recuerdo indeleble de la infancia convive
en la nébula, apremiante e imprecisa del exilio. Un tiempo
de agar y suspensión para que cuajen amores posibles o no,
la amistad de los caídos, la vida interior sin pasaporte.
Fernando Alegría, crítico de la obra de Lara, lo destaca
como “maestro del boomerang, arte de pueblos fronterizos y civilizaciones
de archipiélago”. Así lanza su juego en el poema “Toque
de queda”: “Quédate / le dije / y / la toqué”; o en
los versos que dan fin a “Lectura”: “Todo tiene su nada / La luz que
hace tu rostro / la luz que hizo tu rostro.” Sonido y sentido combinados
hasta en las pequeñas hélices del código poético.
Si no hay sinonimia verdadera, tampoco fidelidad y simetría
en la repetición (sea de un fonema, un verbo, la persona enunciativa).
“En el filo / en el fondo / o en la linde / me sostuve con ella, me
sostuvo”, el sonido percute y se despliega, recrea la realidad evasiva,
es punto de fuga y puerta de correspondencias. En “La imagen engañosa”
la reiteración de un verso da una intención gráfica
y
ostensiva para precisar la imagen: “Esta flecha que atraviesa el espacio
/ en un momento vuela
paralela / en un momento vuela paralela/ a los hilillos de la luz.
/ Esta flecha vuela y se revuelca /
de vuelta a la sombra que la impulsa. / Ahí se desvanece.”
La repetición, medida y asimétrica,
quiere comprender y olvidar, dar permanencia y neutralizar; este recurso
define los epigramas,
romances, sonetos y cuartetas de Omar Lara.
Para el poeta, librero y traductor “es muy difícil separar
[su] yo biográfico total, [su] yo histórico y
social, de [su] yo poético.” Y afirma: “No me veo ejerciendo
ni aun en mi niñez, una visión o
relación con las cosas del mundo que no sea una relación
poética […], un modo ‘conmovido’ de
observar, muy cercano a la experiencia angustiosa de no entender nada
y tal vez no querer
entender nada, por la demoledora voluptuosidad que implica.” La demoledora
voluptuosidad de no
saber que Vallejo cifrara en “Los heraldos negros” (“Hay golpes en
la vida tan fuertes… yo no sé”),
respira en la obra de Omar Lara, que piensa el rumor del mundo como
si fuera sordo y recuerda no
a la amante, sino “aquel tiempo en que pudimos habernos amado / ese
tiempo”. Su lenguaje
reticente, “inimitable”, sufre con nostalgia y amorosamente.
El destino del cigoto, su sitio familiar e íntimo está
en el futuro, en Portocaliu, lugar no imaginario,
poético; reconocible por la armonía vocálica,
las repercusiones semánticas, la rima cero, las hojas
de nalca, las serpientes coral, el río y una bienvenida —no
por muchos consentida: “Herido como
estás de tu dolor tan cariñoso.”
OMAR
LARA
POESÍA
Asedio
Mira donde pones el ojo
cazador
lo que ahora no ves
ya nunca más existirá
lo que ahora no toques
enmohecerá
lo que ahora no sientas
te ha de herir algún día.
Círculos
Pregunté entonces por el dolor.
Me dijeron:
Una ola fastuosa sobre el río.
Me dijeron:
El abrazo, la mejilla, el regazo.
Me dijeron:
Un verso de Ramos un verso de Carlos.
Me dijeron:
El sonido más amado de la lluvia que amas.
Me dijeron:
El viaje hacia tu propio corazón.
Poderío
Atravesamos muros
y vemos debajo del agua
hablamos con seres de otras edades
y adivinamos el porvenir
encontramos una aguja en un pajar
y la perdemos
..................... Oh dios.
En la laguna gata
En la laguna gata de mis pies
sin nada que tocar con la mirada
abro el escote vago de la nada
y todo me dijera que después…
Pende el columpio arriba en su revés
el sueño aún no se encierra en el abismo
que jugaba a espantarse de lo mismo
y nada me dijera que después…
Hago un nudo en la nada y ya no es
sino apenas cobranza y arrogancia
del alimento estéril que las ansias
me hartaron prematuro de después.
Calles sucias
Lo que una vez amamos nos pertenece para siempre
(debí decirlo en una carta a fines de 1970)
ahora lo recuerdo mientras recorro calles
con restos de frutas y papeles inmóviles
y con altos faroles y sombras
y otras cosas confusas.
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Omar Lara. Nueva
Imperial, Chile, 1941. Fundó y dirigió el grupo de poesía
Trilce y la revista del mismo nombre en 1965; esta revista se publica
actualmente en su tercera época. Ha merecido varios reconocimientos
de literatura, entre ellos, el Premio Casa de las Américas
(1975) de Cuba y la beca de la Fundación Guggenheim en 1983.
Residió sucesivamente en Lima, Bucarest y Madrid, fundando
en esta última ciudad las ediciones Literatura Americana Reunida
(lar). En 1984 regresó a Chile para establecerse en la ciudad
de Concepción.
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