Omar Lara cumple
40 años
Omar Lara: Voces de
Portocaliu
Universidad
de Concepción, 102 págs.
Por
Marco Antonio Coloma
En El Periodista, año 3 Nº56,
viernes 27 de febrero de 2004
Omar Lara tiene un escondite en Concepción pero no ha
sabido ni ha podido andar escondido. Su territorio medio secreto tiene
la forma de una habitación llena de libros que lleva el número
139 de la
calle Ongolmo. Por fuera se anuncia como librería, pero en
verdad es un refugio de cuyas coordenadas están muy bien enterados
sus amigos.
Como el lugar está cerca de la Universidad, yo mismo pasaba
por ahí en mis años de estudiante penquista. Miraba
la vitrina y los estantes mientras contaba las monedas en mis bolsillos,
aunque mi secreta intención fuese siempre hablar un rato con
el poeta de Trilce. Porque Omar Lara era y es un conversador amable
y sensato, medidor -y esto también describe su poesía-
de las palabras justas.
Digo que el poeta no ha sabido andar escondido porque sale de ahí
con una frecuencia que lo desacomoda. Aunque pertenece a esa casta
que fundó Teillier, la de aquellos poetas arrimados a su lugar
propio, se ha vuelto un viajador infatigable y un lector permanente
que pasea por Madrid, Lima, Valdivia y Santiago. Lo quieren escuchar
aquí y allá, en estas tierras y en las de su destierro.
Este año Omar Lara cumple 40 años. Es un decir. En
1964 publicó su primer libro de poemas, "Argumento
del día", con el que se zampó los elogios de
la crítica de la época. También fundó
ese año el grupo Trilce -tan dulce y triste en homenaje a Vallejo-
y la revista homónima, en complicidad con los poetas que por
esos días se movían en Valdivia, como Federico Schopf,
Waldo Rojas y Enrique Valdés. La efervescencia sureña
de esos tiempos duró hasta 1973, cuando la dictadura cortó
de raíz las "malas artes" de Trilce.
Omar Lara pasó una temporada de tres meses en la cárcel
valdiviana y vino el exilio. Se
refugió en Perú, y vivió luego una larga estadía
en Rumania, donde no sólo devoró a los poetas locales,
sino que también los tradujo. Son justamente por las versiones
de Omar Lara que nosotros conocemos a poetas imprescindibles como
Marin Sorescu, Mihai Eminescu y Gellu Naum. En España, última
estación del destierro, Lara se hizo editor y fundó
Ediciones LAR.
De vuelta en Chile, se fue arrimando a su escondite en Concepción.
Como poeta, librero y editor, ha vivido los 16 años que suman
desde su regreso. Ha publicado una docena de títulos y cosechado
un puñado de premios.
Hace algunos meses, la Universidad de Concepción, en su serie
Cuadernos Atenea, publicó "Voces de Portocaliu",
un resumidero en el que uno se adentra en la mejor poesía de
Omar Lara. Aunque incluye poemas estrictamente inéditos, tiene
también una intención antológica: no por nada
hay aquí textos escritos en la cárcel de Valdivia, otros
que fueron publicados durante los primeros años del exilio,
y algunos más que pertenecen a libros escritos en Rumania.
"Voces de Portocaliu" es también un compilado de
las obsesiones de Lara: su poesía amorosa de versos breves,
la infancia en la lluviosa provincia, su inclinación por retratar
la anécdota menor. Y es que la poesía de Lara es cualquier
cosa menos exuberante, de ahí que mida cada verso con la vara
de la contención. El resultado es este desfiladero de imágenes
leves y cotidianas en el que uno cae mientras lee.
Portocaliu es un lugar imaginario, una metáfora del destino
como lo ha sido Itaca para tantos otros: el principio y el final de
un viaje. El poeta Jorge Ariel Madrazo ha escrito por ahí que
ese puerto imaginario de Lara es pariente lírico de Macondo,
aunque más pleno de entrega amorosa. Yo diría -en un
tono algo más pedestre- que Portocaliu se parece mucho al escondite
que tiene Omar Lara en el número 139 de Ongolmo. Uno llega
mirando, pero se queda con la secreta intención de charlar
un rato con un buen amigo.