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“¿La poesía para qué puede servir sino para encontrarse?”
Un acercamiento a la obra de Omar Lara

Por Octavio Pineda
Universidad Autónoma de Barcelona , España
Université Toulouse II Jean Jaurés , Francia
Publicado en Colindancias N°5 (2014)



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Resumen:

El exilio en Rumanía de Omar Lara (Nueva Imperial, 1941) marca un antes y un después en su obra. Bucarest se convierte en la ciudad de Portocaliu. Una asimilación entre lugar y tiempo que reconstruye las coordenadas de un presente desordenado por el desarraigo y un futuro que recoge el pasado y lo impulsa hacia adelante.

Palabras clave : Exilio, Rumanía, identificación, viaje, Portocaliu

Abstract:

The exile of Omar Lara (Nueva Imperial, 1941) in Romania marked a milestone in his poetry. Bucharest turned into the city of Portocaliu [Orange]. In this way, we discover assimilations between place and time which encompass the coordinates of a present in disorder and a future that drives the past forward.

Keyboards : Exile, Romania, identification, travel, Portocaliu








I

Hace más de diez años leí el célebre poema de Omar Lara (Nueva Imperial, 1941) “Toque de queda”: “Quédate / le dije / y / la toqué” (2012: 72). Recuerdo la manera en la que podía identificar en él la fórmula de un texto perfecto: una mezcla sutil de intensidad y ritmo, un contenido que podía sentirse como propio y un verso final que sorprendía, que daba un giro inesperado a la composición. Lara había alcanzado cierta epifanía desde una simplicidad absoluta, no exenta de talento. Y yendo más allá, había logrado también resemantizar el concepto militar de “toque de queda”, desprendiéndolo de su significado de represión, para luego trasvasarlo y reubicarlo en un posible encuentro amoroso. El texto en sí resultaba un acierto.

Años más tarde volví a profundizar en otro de sus célebres poemas: “Encuentro en Portocaliu”, un texto algo más extenso que el anterior que aparecía insistentemente en las principales antologías de poesía latinoamericana, allí donde el poeta chileno compartía escenario con Raúl Zurita, Piedad Bonnett, Fabio Morábito, Jorge Boccanera o Eduardo Chirinos. En esta ocasión, el texto, lejos de la concisión de “Toque de queda”, tenía reminiscencias del “Escrito sobre una mesa de Montparnasse” del poeta argentino Raúl González Tuñón. Al menos eso me sugería. Tanto el poema de Lara como el de Tuñón compartían una cadencia narrativa que se adecuaba al paseo de un sujeto lírico a través de un paisaje extraño, ajeno, en donde se desarrollaba una suerte de diálogo con un mundo desarraigado, un mundo de soledad entre solitarios. No obstante, poco tenían que ver el uno con el otro, ya que cada uno construía su propia respuesta histórica a su extranjería. Copio los versos de Lara:

Encuentro en Portocaliu

En ese tiempo yo corría detrás de una sombra.
Desde el décimo piso en el barrio de Drumul Taberei
yo miraba a través de una niebla caliente,
a través de la humedad humosa,
a través de las reverberaciones de agosto
una figura venía caminando
desde la parada de autobuses.
Una figura parecía dirigirse hacia mí,
yo la veía perfectamente desde el décimo piso
en el barrio de Drumul  Taberei:
era la odiada figura conocida,
su aborrecible rostro estaba ahí y su pelo
que el sol no incendiaba y con él todo su cuerpo.
Yo miraba petrificado la escena,
los indolentes pasos y su entorno:
árboles, cosas en movimiento, el asfalto que el sol
ondulaba.
Yo miraba esa escena con su centro precioso.

En esos tiempos yo escribía un poema titulado
"Encuentro en Portocaliu",
era necesario encontrarme rápidamente
porque -pensaba yo- ¿la poesía para qué puede
servir sino para encontrarse?

Eso fue después de escribir muchas cartas
preguntando
¿dónde estoy? Nadie sabía dónde  estaba 
y no podían decírmelo,
de modo que empecé a decir a diestra y siniestra
protégeme con algo el corazón.
Protégeme con algo el corazón
seguía repitiendo
y como no me entendían
empecé a escribir unos poemitas insidiosos
relativos al río Dimbovitza,
relativos a la columna del infinito,
relativos al plan quinquenal.
Hasta que un día en Portocaliu.

Un día en Portocaliu
(en Portocaliu hay un sol amarillo como cáscara de
naranja)
una tarde en Portocaliu
(en Portocaliu hay unos grandes pájaros con una sola pata
y picos en forma de corazón)
una noche en Portocaliu
(estaba escrito que no te encontraría
en Portocaliu
pero guardo el recuerdo de esa  espera y huellas
de picotazos en forma  de corazón). (2012: 24-26)


II

Me llamó la atención aquella palabra de su título: Portocaliu. Su sonoridad extranjera, su textura lejana y familiar. El poema recorría un espacio conocido por un yo lírico muy presente y se mostraba también como un “topos” poblado, rodeado de una atmósfera enigmática, lo que me empujaba a pensar que la materia para el análisis estaba servida. Lejos de desmembrar el texto como un médico forense, indagué antes en la biografía de Lara, con algo de pánico a errar el tiro. Sentía la necesidad de desenmascarar la ubicación de aquel Portocaliu, de revisar su procedencia lingüística. La noticia de su exilio en Bucarest entre 1974-1981, los años del régimen de Augusto Pinochet, me permitió empezar a difuminar el enigma. El poema aludía a lugares reales y reconocidos de la capital rumana, como el rio Dîmbovitza, que atraviesa encajonado la ciudad de Bucarest, y Drumul Taberei, un barrio que, junto al de Militari, fue el hogar de muchos exiliados chilenos.[1]

En el poema, Lara desarrollaba un desdoblamiento del sujeto lírico que impulsaba un posible reencuentro en ese espacio ajeno, en ese nuevo lugar donde habitaba su yo “desorientado” y su yo “encontrado”. El problema estaba en las posibles coordenadas de Portocaliu, la verdad de aquella palabra tan sugerente. La sorpresa sobrevino cuando descubrí que no solo no existía el lugar, sino que la misma palabra aparecía en muchos otros poemas de su obra. Era una fórmula recurrente, capaz de incorporarse al mismo título Voces de Portocaliu, un recopilatorio poético que reúne buena parte de su obra.[2] Voces de Portocaliu contiene el mapa geográfico y existencial de su exilio, según sus propias palabras (Flores 2001: 131). Es un recopilatorio y no una antología, aunque lo parezca, de cuatro secciones que llevan por título “Voces de Portocaliu”, “Cuaderno de Soyda”, “Fuego de mayo” y “Cartas de Drumul Taberei”. Estos tres últimos son, en realidad, tres libros que aparecieron también de forma independiente. El último de ellos fue publicado en Rumanía y hasta la fecha no ha sido editado de manera independiente en español.


III

Portocaliu parece entonces algo más que un recurso con el que se traza una doble inclusión, realidad-irrealidad, en el exilio de Omar Lara. Se trata, con toda certeza, de uno de los ejes centrales de su poesía. Es el lugar mítico, tal vez como Santa María de Onetti o Macondo en García Márquez. Hay en ella una especie de juego de despiste lingüístico, más allá de su origen rumano que significa “anaranjado”. En el mismo poema antes presentado un verso dice “(en Portocaliu hay un sol amarillo como cáscara de / naranja)” y una primera lectura nos podría llevar a relacionar el término con un nuevo sol o con la calidez de un sol omnipresente que comporta su tierra de nacimiento y el nuevo lugar al que se enfrenta. Pero nos parecería más lógico rebuscar en su etimología, ir a su origen y escarbar en la palabra. Los diccionarios nos ayudan a esclarecer el misterio descifrando que portocaliu es un extranjerismo dentro de la misma lengua rumana, una palabra viajera que ha navegado entre el océano Atlántico, el mar Mediterráneo y el mar Negro. La raíz del término rumano proviene del griego: portakal, “πορτοκάλι”, que comparte también significado con el turco: portakal. El idioma turco tiene dos variantes para la naranja (la fruta), una es la palabra turuncu y la otra es portakal, que define las naranjas traídas desde Portugal, etimología aceptada en Turquía y Grecia para ese concepto. Y creo que es evidente la relación entre el país luso y ese sonido tan familiar de Portocaliu-Portugal. Lejos de ser un espacio inventado, Portocaliu en Omar Lara es una palabra viajera, desplazada, una idea que está en todas partes y en ninguna, que representa el topos viator del poeta. Y podemos advertirlo en las palabras de Lara: “Portocaliu es esa bella mentira que me dice la verdad, es mi refugio, mi lar. Un recuento de lugares, parques de  Bucarest, Valdivia, Lima” (Lavquen 2003:).


IV

Nos parece indispensable para acercarnos a la obra de Omar Lara hacer una lectura más profunda de Voces de Portocaliu  (en las ediciones de 2010 y 2012) y vislumbrar así la efectividad del recurso estético de ese término. En los cuatro bloques del libro de la edición de 2012, Portocaliu  aparece como un espacio maquilladamente real, la máscara de un lugar, una ciudad, que en realidad son todas aquellas en las que el propio poeta ha residido. Es una especie de acertijo poblado de coordenadas de lugares reconocidos. La respuesta a este enigma se deriva de una dialéctica entre identidad e identificación. Porque Omar Lara no identifica Bucarest, Lima, Madrid, Valdivia o Nueva Imperial, o sea, los lugares del exilio y del regreso, con Portocaliu, como el mismo poeta reclama, sino que hace justamente lo contrario. Encontró en los edificios de las ciudades recorridas, en sus calles y su gente, la verdadera identidad de una ciudad inventada. “No importa escribir desde Lima, Madrid, Bucarest o Valdivia, las búsquedas, logros y  apetencias  son  similares.  La  poesía  la  ejerzo  desde  mí,  no  desde  el  lugar  donde  estoy” (González 2000). No hay identidad real para Portocaliu, solo la identificación que el lector interpreta de algún lar concreto y que, a su vez, representa  todos. Voces de Portocaliu  construye de esta forma un universo poético complejo donde el concepto de la ciudad imaginada es su anclaje, como una fuerza centrífuga, su eje y su proyección.


V

Haremos entonces un repaso breve a la obra.  El poemario comienza el libro con “Sábado en Portocaliu”, primer poema del bloque “Voces de Portocaliu”. Un texto fundamental que propone la dialéctica entre historia y sueño, o sea, entre mundo tangible o real y mundo imaginario e inventado, al que podemos añadir exilio real y exilio imaginario, que no siempre coinciden. El segundo bloque llamado “Cuaderno de Soyda” se dibuja alrededor de dos sujetos líricos llamados Soyda y Nada.  El personaje Soyda, un criptograma de la  palabra “adiós”, se puede leer como un disfraz del yo poético de Lara, mientras que Nada forma parte de una personalidad femenina que dialoga con Soyda, dando a entender que también integra ese yo desdoblado. Se percibe así un sujeto lírico “nosotros”, una construcción plural y totalizadora. Lara confiesa en una conversación que tuvimos a través de internet en 2013, que “el personaje Nada es la salvación, el embrujo y sobre todo el dolor y el amor. Soyda es aquello que lucha por sobrevivir en un medio bastante hostil”. “Fuego de Mayo”, el tercer bloque, que representaba el final del libro en las dos primeras ediciones de 2003 y 2010 –en la edición de 2012 ocupa la tercera parte–, establece el puente temporal del pasado y el presente a través de la figura de la madre. Un avanzar con el pasado a cuestas, el enfrentamiento ante un nuevo presente enmarcado en un regreso a Chile en 1984, pero desde una mirada que tienta el  desexilio  del que hablaba Mario Benedetti (1985) tras su regreso a Uruguay. El sentimiento del regreso al país de origen después de una experiencia traumática, el extrañamiento ante un espacio y un tiempo al que ya no se pertenece. El cuarto bloque, “Cartas de Drumul Taberei”, incorporado a la última edición de 2012, conlleva el cierre del poemario y una vuelta al lugar del exilio: el barrio de Drumul Taberei. No obstante, es un regreso desde cierta distancia, desde unas “cartas” que nos retrotraen a las “voces” que daban título al libro completo, lo que  evoca multiplicidad, distanciamiento e inclusión. Recupera en esta última parte la imagen de la historia con la que empezaba en su dialéctica con lo irreal de “Sábado en Portocaliu”. Otro de los aspectos fundamentales de este último bloque, diría que indispensable para su comprensión, es la continuidad temática de los tres últimos poemas: “Un niño y un anciano”, “Doy vueltas el espejo” y “Un niño pequeño”. Si leemos los títulos seguidos, atisbamos su significación circular: un niño y un anciano discutiendo a dónde ir, es decir, el diálogo entre el poeta y su propia vida pasada y futura, entre el arraigo y el desarraigo, entre el exilio y el regreso, que le empuja a debatir entre su infancia y su madurez. De esta manera, la estructura orgánica del poemario queda hábilmente articulada en su confrontación con la experiencia vivida: el lenguaje poético es el que modela  su memoria del exilio.


VI

Para estimular las singularidades de Voces de Portocaliu, podríamos atrevernos a hacer dos interpretaciones. La primera lectura aborda Portocaliu como el enigma poético hecho certeza, el no-lugar. Sin ningún género de dudas, Portocaliu son todas las ciudades donde el viajero arriba, las pasadas y las que están por llegar, me atrevería a decir que también el lugar desde donde el lector  se asoma a la poesía de  Lara. El poeta conjuga en ella los espacios de la infancia, las ciudades del exilio y las del regreso por medio de una palabra que está allí donde uno busca, que es realmente un espacio poético invisible, pero palpable, a partes iguales. Es su lugar en movimiento, su espacio de convivencia entre el ser exiliado y el autor apegado a su tierra. Un puente entre el ser y el estar, habitado por todos los Omar Lara de Chile, Rumanía, España o Perú.

La otra lectura aborda la temporalidad transversal que recorre el texto. Una indagación en ese tiempo en movimiento, extensivo y dinámico, donde confluye el Portocaliu  del tiempo pasado, que respira el exilio en Rumanía y la infancia en Chile, pero también el del tiempo futuro, del tiempo que será. Es la transición del ayer y del mañana, transmitido en muchos poemas que presentan la dinámica del futuro: “La casa”, “De Soyda”, “En el futuro Madre”, “Ocasiones”, etc…

Para explicar esto, podríamos establecer una pequeña analogía con “la teoría del valor  como  ruina”  o  “ley de las ruinas” de Albert Speer,[3]  el arquitecto de Hitler. Speer expuso un estilo de arquitectura destinada a perdurar, se trataba de construir edificios que, una vez el tiempo hubiera desgastado sus elementos, se convirtieran en ruinas como las de Egipto, Grecia o Roma, dándole a su obra una presencia atemporal. No hay duda de que sus intenciones poco tenían que ver con las de nuestro poeta chileno, pero podríamos asociarlo con la idea de un futuro que quiere establecer un puente con el pasado, que quiere integrarlo en un diálogo constante.

La importancia de la temporalidad de Voces de Portocaliu, marcado por referencias a la historia pasada y con un claro guiño al futuro en ciertas construcciones verbales o en la ruptura de la sintaxis y en la temática de las edades del hombre, es la de albergar un futuro que sepa coexistir con todos los pasados posibles,  los traumáticos y los felices, y alojar  el ayer en un presente inacabado.


VII

Decía Gilberto Triviños que Portocaliu  “es el lugar de la memoria desgarrada del pasado y del porvenir a la vez” (2007: 241-246). La pregunta que nos hacemos es obligada, ¿acaso el que Lara sitúe “Cartas de Drumul Taberei”, con sus poemas de la vida pasada y futura, al final del libro y en clara expansión hacia adelante no es un ejemplo de memoria del porvenir? ¿No será éste un vínculo entre el poeta de Portocaliu  (el del exilio) y el poeta en Portocaliu (que es el de la historia y el sueño de ayer-hoy-siempre)? Parece oportuno recordar las palabras de Jean Cohen  cuando afirmaba que un “poeta tiene como único fin construir un mundo desespacializado y destemporalizado, en que todo se dé como totalidad consumada” (1982: 68).

Si afinamos las dos lecturas, observamos que Omar Lara amasa tiempo y aglutina lugares –Rumanía, Perú, Madrid o Chile–, pero desactiva estos espacios lejos de su posible cronotopo real, atrayéndolos a una nueva realidad desespacializada y destemporalizada, que son todos y ninguno. Incluso, ¿no resulta paradójico que Omar Lara haya sido definido como  poeta del lar  por una parte de la crítica y como  poeta del viaje, por la otra?[4] Ante esta contradicción del afuera-adentro, el poeta chileno es capaz de andar con su casa a cuestas, sin lugar ni tiempo definido, siendo el arquitecto de su propio movimiento. Portocaliu  es entonces una negación del espacio y del tiempo: el lar poético por excelencia.


VIII

Antes de concluir esta sucesión fragmentada de reflexiones, siguiendo esa estela que ha dejado Portocaliu  en esta mi lectura, me atrevo a hacer una nueva interpretación de aquel breve poema del principio: “Toque de queda”. Quiero ir más allá del reflejo erótico de sus versos. Ahora, mirado dentro del itinerario del libro Voces de Portocaliu, este poema adopta un nuevo rol, se identifica con una nueva lectura. Desplazado de la dirección apostrófica y amorosa que creía entrever hace diez años, hay, en realidad, una intensa reflexión metapoética. Se escucha nítidamente a Lara diciendo a su propia poesía, a su propia escritura, que permanezca a su lado, que resista y se quede en  Portocaliu  porque ella misma es Portocaliu: no el lugar de la desaparición o de la huida, sino el lugar adonde todos los escritores arriban, donde Omar Lara conoce el camino. “¿La poesía para qué puede servir sino para encontrarse?”, se preguntaba el escritor de Nueva Imperial. ¿No fue así como fundó Portocaliu?


*La portada de Voces de Portocaliu (2003), corresponde a la edición publicada en Asunción del Paraguay por Editorial ARANDURA en mayo de 2010.


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Notas

[1] El documental  El Pasaje (2005) de Stefan Constantinescu cuantifica 4000 chilenos acogidos en Rumanía en la etapa de la dictadura pinochetista.
[2] La primera edición se publicó en 2003 en Chile; la segunda, en Paraguay en 2010; y la última, en México en 2012. Las tres ediciones se parecen, pero no son iguales, ya que en las dos últimas Lara ha aumentado o disminuido la obra, como si Portocaliu creciera o se redujera según las necesidades expresivas del ahora.
[3] Elías Canetti hace una investigación sobre Albert Speer titulada “Hitler según Speer” incluida en su obra La conciencia de las palabras, 1976
[4] Relacionado con la corriente de la poesía del “Lar”,  que fundara su amigo el poeta chileno Jorge Teillier.

 

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Bibliografía

BENEDETTI, Mario, El desexilio y otras conjeturas, Madrid, Ediciones el País, 1985.
CIORANESCU, Alejandro, Diccionario etimológico rumano, La Laguna, Universidad de La Laguna,1958.
COHEN, Jean, El lenguaje de la poesía. Teoría de la poeticidad, Madrid, Editorial Gredos, 1982.
FLORES, Arturo, “La tenue y alerta memoria del viajero: Conversaciones con el poeta Omar Lara”, en Mester, volumen XXX, 2001: 114-132
GONZÁLEZ, Yanko, “Presentación del libro Héroes civiles y Santos laicos. Palabra y periferia: trece entrevistas a escritores del Sur de Chile”, en Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Número 15, 2000:, en
http://web.uchile.cl/publicaciones/cyber/15/index.html [12/03/2013]
KUT, Inci, Gran diccionario español-turco, Estambul, Inkilâp kitabevi, 1991.
LARA, Omar, Voces de Portocaliu, México DF, La Cabra Ediciones, 2012.
LAVQUÉN, Alejandro, “Entrevista de Alejandro Lavquén a Omar Lara”, en Punto final, nº 557,2003, en
http://plumanegra.bligoo.com/content/view/147493/Entrevista-a-Omar-Lara-por-AlejandroLavquen.html#.UZtkMqKeN2A [12/03/2013]
PINEDA, Octavio, “Entrevista personal a Omar Lara”, Inédita, 2013. 
TRIVIÑOS, Gilberto, “Prólogo a la Nueva Frontera”, en Revista Atenea, nº 495 2007: 241-246.

 

 



 

 

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“¿La poesía para qué puede servir sino para encontrarse?”
Un acercamiento a la obra de Omar Lara
Por Octavio Pineda
Publicado en Colindancias N°5 (2014)