Spotorno
& Electorat
Rosca chilena en España
Por Omar
Pérez
Utopista Pragmático, Abril
2004
El año 82 se produce un encuentro mundial de escritores en
el Ateneo de Madrid. Nicanor Parra llegó desde Chile.
También se coló allí una división juvenil
de poetas chilenos que estudiaban en Barcelona.: Mauricio Electorat,
Cristóbal Santa Cruz y Andrés Morales.
Y en Madrid estaban ya otros pollos: Radomiro Spotorno, León
Canales, Gonzalo Santelices y Jaime Collyer. Al
encuentro llegó esa vez también desde París otros
dos chavales, Gustavo Grillo Mujica (que publicó
libros de poesía en París) y José María
Memet de 24 años. Desde Suecia bajó el treintañero
pero siempre dandy, Sergio Badilla.
A la tribu chileno-española habría que sumar, por otro
lado, a los residentes en Cataluña, Luis Sepúlveda
y Roberto Bolaño. Así también a Sergio
Macias y Omar Lara que se instaló con su editorial
en España en 1981 después de unos años en Rumania.
Vivirán
entonces como traductores, porteros de hoteles y de camping. Spotorno
nos contó el otro día en el bar El Cuervo de
Santiago, que alguien intentó vivir imitando consoladores para
venderse en los incipientes Sex-shops del destape madrileño.
La rosca se reunía en el piso de Spotorno en el barrio El Retiro,
donde él guisaba unos ya mitificados tallarines con aceite
de oliva y pimiento morrón mientras bebían vino de La
Rioja. El único que no bebía vino era Andrés
Morales, que sólo bebe whisky con agua. Era la época
en que Spotorno viajaba también a Italia a la casa de la tiernísima
sexy-woman Marcela Osorio y donde, según se jactó
un día, la vio deslizarse en cueros.
Spotorno publicó una antología que se llamó, Puente Aéreo. Jóvenes Escritores Chilenos en España (1985). Después en Chile publicó Glosario del amor
chileno y en 1994 la novela La Patrulla de Stalingrado,
en la portada una ilustración de Andrés Gana. Relata
una noche de alcohol, cocaína y sexo entre Santiago y Valparaíso
de una pandilla que se reúne tras la muerte de uno de sus compinches,
se van de copas, pelan a las hembras y visitan un burdel. Mariano
Aguirre trató bien y con simpatía a la novela. Pero Guillermo Chandía dijo que era grosera e intrascendente.
Javier Edwards en El Mercurio dijo que la novela era "un
pretexto para ejercitar cierta técnica expresionista".
Y Eduardo Guerrero del Río la consideró "elemental
en su estructura" en el diario La Segunda.
La Pandilla de Stalingrado es una novela tabernaria y chucheta,
es cierto. Y no puede ser de otro modo, si es una novela picaresca.
Tiene apuros de estructura, también es cierto. Pero esta novela
del desencanto tiene más vitalismo y brío que otras
novelas publicadas entonces con más éxito de crítica.
Y, a pesar de sus yerros, la novela de ritmo ágil, inteligente
y cínica, mirada en el tiempo de diez años, se salva.
¿Cómo se explica entonces? Hace diez años, la
regencia quería el país como patio de colegio, donde
todos, por fin, nos portaríamos bien. Recuerden que aún
nadie decía una chuchada por la tele. La novela de Spotorno,
el especialista en pasta, no era políticamente correcta.
(Las novelas divertidas, hasta hace poco, eran una ofensa a la rutina
de fomedad y almidón. Vean: Roberto Merino realizó
una antología de cuentos de humor chileno, pero los cuentos
no hacen reír, son más fomes que un día sin comer.
Asimismo, hay colecciones de cuentos eróticos que caldean menos
que estufa eléctrica)
Hoy la rosca de chilena-española dio un nuevo take off:
Mauricio
Electorat ganó el premio Biblioteca Breve 2004, con su novela
La burla del tiempo. Electorat llegó a Barcelona en
1981 cuando tenía 21 años y se licenció de Filología
Hispánica. Luego en 1987 se trasladó a París.
Su primera novela, El paraíso tres veces al día,
(1995) fue premiada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura
y el Municipal de Literatura. Durante el verano frente al mar de Isla
Negra leí la novela. Un tal Alfredo Martín trabaja de
portero en un hotelucho de París, conoce a una tal Valérie
Wong de orígenes asiáticos, dealer que trabaja
para el tío Wong, narco. Alfredo es pollito nuevo. Valérie
es una dura, una yonqui de glamour canalla y, como ustedes ya prevén,
arrastrará a Alfredo a un espacio barriobajero de cuchillazos,
travestis y traiciones. La novela está bien escrita pero, ustedes
ya saben, eso no subraya mucho para mí. La novela negra, en
su percepción clásica, ajusta cuentas con las lacras
sociales y el poder. Y esta novela habla sobre sexo y dinero, pero
elude los temas del poder y de los ideales.
Electorat
publicó luego cuatro cuentosen Nunca fui a Tijuana y otros
relatos (2000). Yo enfatizo dos: La Noche a ti debida y
Yo nunca fui a Tijuana. La noche a ti debida es la nostalgia
de un señor, Tito Cáceres, que vagapor Roma y a la salida
de un cine cerca de la Vía del Corso, se encuentra con Sole,
su ex-novia de adolescente de hace 25 años atrás. Nostalgia
de la primera etapa del transplantado. Tito cuenta velozmente un hecho
tras otro. En el segundo cuento ocurre algo análogo, han pasado
décadas y un personaje -de nombre Bonilla- ajusticiará
al homicida de su padre. Es la venganza de su padre, Jorge, un comandante
de la Marina chilena que fue asesinado por sus camaradas después
del golpe militar de 1973. El tiempo ha pasado, pero la condena igual
está por realizarse.
La burla del tiempo, la novela del premio, será presentada
por Mauricio Electorat en los próximos días en Santiago.
Es previsible que Electorat vaya una tarde al depto de Spotorno frente
al Parque Forestal, a gustar tallarines con salsa de pimentón,
con varios de esos compinches que, tiernos en Madrid, soñaban
invadir el "mundo literario".