Escritos de ningún lugar de Iván Quezada
Mago Editores, 2010
Por Omar Pérez Santiago
Son notables algunas de las crónicas de este libro de Mago editores. “Retrato de ausencia” sobre el poeta Jorge Teillier, “Tiempo Clínico” sobre Diego Maqueira, “El Poeta en la sombra de Neruda”, sobre Homero Arce y “Neltume, la calle mojada,” sobre la guerrilla mirista (que dirigió Miguel Cabrera, alias Paine) y su exterminación en el sur de Chile, son crónicas que tienen pasta, están reguladas y contenidas.
Además, es destacable que un chileno -Iván Quezada, periodista y escritor- desee tener una teoría literaria, y es estimulante que se aventure por una visión de conjunto. El prólogo del libro “Nuevo realismo Chileno” es un intento valeroso en un ambiente acomodaticio. Quezada sostiene que las actuales tendencias literarias no toman en cuenta los contenidos, sino futilidades. Sostiene Quezada que la jerga de la diversidad impuso el todo vale o la autocomplacencia literaria y le colocaron “una lápida al debate”. En oposición, sostiene Quezada que la literatura debe “hablar de algo.” Sostiene Quezada que los escritores de la “nueva narrativa” surgida en los años 90 evitaron o escondieron la realidad. Constituiría una especial cualidad de “realismo fantoche” o “realismo falso”, según interpreto. En palabras de Quezada: “sorprende que hicieran una estética con las miradas esquivas y los eufemismos.”
Iván Quezada solicita no hacerse “el desentendido con el pasado reciente o remoto.” Así, Quezada postula un Nuevo Realismo Chileno, “un realismo que habla de la realidad.”
Efectivamente, la nueva narrativa tuvo un espíritu evasivo. Pero, había un mérito en la nueva narrativa, al menos en algunos de ellos y en el marco nacional: escribían con soltura y así lograron varias novelas y cuentos rescatables.
La teoría es una y muy bonita. Pero, la práctica, lo sabemos, muy pedregosa.
De los cuentos de Quezada destaco “Perros viejos”, por su ingenio y pericia, por su aspecto de comic literario, una fábula de perros vagos santiaguinos, una manada de perros que observan el mundo urbano, desde su particular visión perruna. Esa es, sin duda, una realidad “muy realista” de nuestras ciudades, miles de perros vagabundos, sobre los que, por lo demás, nadie hace nada. Se acerca, al “realismo chungo” de Javier Milanca, y aquí se llamaría “realismo quiltro”.
Por otro lado, “Hospital J.J. Aguirre”, “Viaje a la última isla”, “Nostalgia”, son cuentos que no amarran y no despegan y sus personajes no distinguen. Esta paradoja me lleva a recordar que el asunto quizás radica en algo que aquí llamaremos: procedimiento narrativo. Más allá de las buenas intenciones y de buenas ideologías. Anoto como deficiencia también un aire de sentimentalismo autocompasivo, cierta idea minimalista del lenguaje (realismo sucio de Raymond Carver) y temas de perdedores o perdidos (Kafka) con suspiros existencialistas que hacen aburridos algunos de sus textos.
Otro asunto crítico es el siguiente: el universo se está extendiendo y dicen que el planeta va en un viaje muy veloz. Según la teoría del Big Bang esto se comenzó a descubrir en los años 20 del siglo pasado. Parece ser cierto, que el universo se expande y se enfría y no está para nada quieto. La dinámica exige una actitud renovadora. Pero, no parece un mérito que el libro de Quezada mezcle intercalados sin aviso, cuentos, poemas, crónicas de escritores y crónicas de viaje. Quezada corrió el riesgo de pluridisciplinario y el libro pierde atmósfera y pierde lugar, a propósito del título. La renovación se confunde con hibrido.