Homenaje a Michael
Strunge
....................... el joven poeta
de Dinamarca
Por Omar Pérez Santiago
Un
domingo de marzo de 1986, el poeta danés Michael Strunge, 27
años, desapareció para siempre. Las noticias conmovieron
a sus jóvenes lectores. Los días siguientes los diarios
se llenaron de poemas conmemorativos. En el funeral, sus amigos y
familiares se reunieron en el Café Cruz Karport, en el mismo
lugar donde un año antes Strunge había presentado su
obra reunida. Los años transcurridos desde entonces lo ha ratificado
como uno de los más grandes poetas daneses. Y se ha convertido
en un culto, leído por los jóvenes y estudiantes y sobre
su tumba llegan jóvenes a dejar corazones rojos. Permítanme
esta vez contar una historia.
Erase una vez un país frío
Malmö. Inicios de los años 80. Una ciudad de 200 mil
habitantes en el sur de Suecia. ¿A quien se le puede ocurrir
venirse a vivir a Malmö? Vivía mi exilio en un país
frío. O sea, estaba solo, en un país frío. Hay
que pasar el invierno, pensé. Pensé literalmente: hay
que pasar el invierno. Le arrendé a un amigo su departamento
en la Gamla stan, el barrio viejo, en el centro de Malmö
en Repslagaregatan. Mi amigo era ecológico, no estaba conectado
a la calefacción central, y tenía un calentador a leña.
Ya en el Kalevala, poemas épicos finlandeses, o en las
sagas nórdicas medievales, la naturaleza era implacable. El
frío nórdico es leyenda. Borges afirmó que el
frío puede tener valores morales. No sé. Duele el frío,
sobre todo por las mañanas, con el vaho que salía de
mi boca, me tenía que levantar, caminar por el hielo, tomar
el bus, e ir a hacer clases en una escuela de la periferia, Rosengard,
a ganarme la vida de modo digno, aunque latero. El frío y la
oscuridad. Los calendarios de los antiguos nórdicos eran nocturnos:
contaban el tiempo por noches. Me iba oscuro y volvía oscuro.
Hay quienes asocian el invierno a la mala onda, al estado gélido
de las cosas o incluso al desastre financiero de una nación.
Es decir, una metáfora de la adversidad. No es mi caso. El
combate al frío literal lo enfrenté con la técnica
de la cebolla: camiseta, remera, otra remera, dos poleras, pulóver,
y un buzo encima; además de calzoncillos largos bajo el jeans
y dos pares de medias. (La técnica más adecuada fue,
sin duda, dormir allí, a veces, con una sueca, una compañera
de trabajo, de curvas encantadoras, con la que dormía cucharita.)
Una tarde escucho gritos en la calle, me asomé por la ventana
que daba al pasaje. Un hombre joven con el pecho descubierto y blandiendo
una linda espada, al estilo Ninja, hacía ejercicios orientales.
Una vecina se puso nerviosa y llamó a la policía: ring,
ring, si, aló, aquí hay un loco en la calle. Por lado
y lado del pasaje se lleno de policías, a bastante distancia
del samurai. El Ninja se puso en actitud de combate, hizo unos cándidos
movimientos, muy atléticos, y la policía le disparó
11 balazos. Bam, bam, bam. Lo mató. Eficiencia policial. El
espectáculo era deplorable e innecesariamente violento. No
se puede jugar con la policía sueca, pensé.
Lo execrable de Malmö era el día sábado a las
tres de la tarde cuando la gente dejaba la ciudad y se producía
el vacío y la soledad. Todo cerrado. Caminar por Malmö
al caer la tarde, los postigos cerrados, y el viento, el viento infame
que todo lo empeora en Malmö, era casi fantasmal. ¿Dónde
estaba la gente? La imagen era pecaminosa. El aburrimiento, el pavor
al vacío. Se había acabado el entretenimiento. ¿Qué
hacer? Había que buscar al otro, el espacio público,
el encuentro.
Artistas celebran la llegada de la luz
En el patio interior vi un taller. Un pintor iba y volvía
a la tela con su pincel. Pude ver que tenía sobre la estufa
una botella de vino calentando. Esa es otra técnica de combatir
el frío, pensé, y bajé. En ese mismo patio que
daba a Jakobsnilsgatan vivía Fredrik Eklund, jugador de ajedrez
y de fútbol y novelista que recién publicaba su primera
y excelente novela, Levántate, Malmö y anda (Stuv Malmö
Kom). También vivía Kalle Olsson, pintor, que tenía
una guarida donde preparaba licor clandestinamente. Ya se habrán
dado cuenta: había caído en una madriguera de artistas.
El día 13 de diciembre era el día de Lucía. En
el trabajo, en las escuelas, las guarderías, los hospicios,
se elige a la más bella, que en la oscuridad de la mañana,
se viste enteramente de blanco con una corona de flores y luces. Cantan:
Sankta Lucia, Sankta Lucia. En el patio también, hicimos nuestro
propio Luciadagen, pasamos la noche bacantes cantando a Lucía,
la virgen de la luz, para que nos diera su saber.
Jardines Errantes en Café Siesta
y símbolo sopaipilla
Por las tardes me sentaba en el café Siesta en una esquina
de Langgatan, a una cuadra de mi congelador. El Café Siesta
lo regían entonces dos suecas: Kerstin y Anna. Hablaban un
español muy chévere, muy andaluz, habían vivido
un tiempo en España. El chico Gastón de Temuco, protomapuche,
vivía al frente en un segundo piso, y acostumbraba a cruzar
la calle también a tomar café en el Siesta. Como se
ve, el destino había decidido que el Café Siesta se
convirtiera en el centro cultural de una trupp de latinoamericanos
(Julio Numhausser, Rubén Aguilera, Jesús Ortega y más
tarde Jorge Calvo y Juan Cameron). Por las tardes, y los sábados
por la mañana, charlábamos con damas, mientras bebíamos
café y comíamos kakor, pasteles muy gustosos. Se globalizarían
los objetos, los computadores, los programas de la tele, etc. Nosotros,
en cambio, nos tribalizaríamos. Seríamos tribu. La tribu,
era una posibilidad, una estética. Lo folk inviste lo urbano
desde adentro. Era la Aldea Global y unos indios chilenos, nosotros,
llegan a las urbes del primer mundo. Nuestros territorios culturales,
-el Mapocho, por ejemplo, o las sopaipillas- los renovábamos
en el imaginario. Si no había zapallo para las sopaipillas,
le metíamos zanahoria rayada. Da lo mismo. Es la idea, el concepto,
el símbolo de la sopaipilla. Somos unos animales que tratan
de rehacer simbólicamente la sopaipilla. La cultura es simbólica
y sintética, es imaginación humana.
Ya no sabemos dónde estamos, ya no sabemos dónde vamos.
Nos convertimos en una minoría cultural. Hicimos un rito y
un pacto en el Café Siesta: seremos tribu. Literal. Nos convertiremos
en minoría étnica con conciencia de sí, luego
seremos una minoría cultural. En la sociedad posmoderna, la
tribu es el medio de comunicación, la pantalla, para comunicarnos
con el mundo. Estábamos perdidos, es cierto, pero buscamos
una vivencia de sentido en el amor y la amistad, en el arte y el erotismo,
en la belleza y la bondad. Organizamos con Cesar Astudillo y Rubén
Aguilera los días de Aura Latina, en una sala de arte de la
comuna, en que mezclamos música, literatura y pintura. Afichamos
la ciudad y tuvimos fiestas culturales. Formamos una editorial, Aura
Latina. A los meses publicamos un primer libro con suecos y latinos,
de esas jornadas, se llamó Irrande Trägardar (Jardines
errantes, una metáfora del primer posmoderno, Octavio Paz:
éramos errantes). Allí estaban los suecos Fredrik Ekelund,
Lasse Söderberg, Oscar Hemer, Cristina Claesson y los chilenos
Jesús Ortega, Rubén Aguilera y Jorge Calvo, entre varios
otros. La editorial publicó luego a Lasse Söderberg, Ulf
Malmqvist, Jesús Ortega, Rubén Aguilera, Jorge Calvo.
Es natural que muera lo que vive
Debo recordarle a los jóvenes que hubo alguna vez, los años
70, una literatura que se llamó comprometida. La contracultura
de los años 60 había derivado en una cultura de compromiso
literal. Parece broma pero, por ejemplo, en Escandinavia la corriente
de literatura maoísta era muy fuerte. Sí, escuche usted
bien, Mao Tse Tung, China comunista. En Noruega, por ejemplo, eran
novelas politizadas y antimetaforistas, escrita a nombre de la lucha
de clases y que, tampoco es broma, se leían por miles. Le llamaron
la Nueva sencillez. O Neorrealismo. Era la época de apogeo
de la crítica social. La política mundial se había
vuelto perceptible, la cultura occidental se puso en tela de juicio
y nació el movimiento de solidaridad con Vietnam. Los estudiantes
leían marxismo y los reportajes e informes constituía
una nueva ola literaria. Siempre se preguntaba por el mensaje. ¿Cuál
es tu mensaje?
Pero, lo que sube, baja. Flujo y reflujo. "Todo lo que es acaba"
(Erda, la diosa que teje el destino). La literatura militante de la
década del 70 cedió lugar a una literatura más
privada. Los jóvenes luchadores suecos ya estaban en proceso
de reciclarse, se casaban y se ponían a criar hijos. Nos estábamos
privatizando, éramos ahora individuos, trabajábamos
aislados. Además, ciertas nubes ennegrecieron el cielo nórdico:
La catástrofe en la plataforma de petróleo Alexender
Kjelland en Noruega, los efectos de la radiactividad producida luego
de la catástrofe de Charnobyl, en la Unión Soviética
y el asesinato del primer ministro sueco Olof Palme. (Dije Olof Palme
e hice una reverencia).
Recapitulemos: Me estaba aburriendo. Me tenían harto la literatura
grandilocuente, ampulosa, total, abarcadora y la poesía combativa.
Incredulidad en los "metarrelatos" que en la Modernidad
habían hecho concebir al hombre la esperanza en el poder de
la razón para mejorar el mundo. Estaba realmente cansado de
confesiones sobre la vida íntima cotidiana y de estilos carentes
de forma. Quería, de todos modos, franqueza, algo de caos y
de fantasía, una literatura sofisticada, es cierto; sutil,
es cierto. Irónica y erótica, mejor. Los riesgos también
de caer en un viejo realismo acechaban también. ¿Hacia
adonde arrancar?
Ahora ya lo sabemos: Venía el fragmento. "Pequeños
relatos", los juegos lingüísticos sin pretensión
alguna de soberanía. Jorge Luis Borges; el neo ensayismo, la
parodia. Digamos la verdad: no sabíamos de que hablar, balbuceos
y gestos. La réplica, el simulacro y la tecnología.
Escepticismo radical, la paradoja y el principio de contradicción.
Textos ex-céntricos, golpe al principio de unidad, obras "abiertas",
la alegoría. intertextual, pastiche y la parodia. Humor e ironía,
Signos rúnicos. Algo del más allá, algo demónico,
tabuizado o prohibido: Necromacia en las tumbas de los vikingos. La
música rock, el punk, la conciencia corporal, el neo romanticismo
y el neo simbolismo. Los himnos religiosos, conciencia ecológica.
Un subjetivismo interior, formas híbridas, realismo fantástico.
De todo. Daba lo mismo. Y el erotismo, una forma rica de escapar o
de encontrarse.
La pandilla de Malmö
El poeta Hakan Sandell vivía en un cuchitril en un tercer
piso de Engelbreksgatan, donde tenía una cama antigua, libros,
ropas tiradas por aquí y por allá. En ese escenario
lo entrevisté para el desaparecido diario Arbetet, con el que
yo colaboraba por unos cuantas coronas, que ayudaban a mi economía
de profesor. Hakan Sandell habló contra la anticuada, conservadora
y autoreferente hegemonía cultural de la capital, Estocolmo.
Sentí que teníamos algo en común. Ambos éramos
marginados. Yo, desde la cultura inmigrante, él, desde nuestro
pueblerino Malmö.
Cada fin de semana organizábamos actividades artísticas
en el Fredman de la Folkuniversitet que dirigía Ingmar Holm.
Le propuse a Hakan Sandell hacer una lectura de poesía en el
Fredman. Estaba de moda entonces realizar recitales poéticos.
Hakan me propuso que incluyéramos a otros poetas. Entonces
me envió a hablar con Clemens Altgard.
Al contrario del depto de Hakan: el depto de Clemens era ordenado
y compuesto. Me mostró unos afiches con sus poesías
al estilo Dadá que tenía en la muralla, me habló
de unas bandas punk, me ofreció un valioso licor italiano y
me regaló un libro de Michael Strunge, que él había
traducido al sueco. Clemens era un estratega, había estudiado
en la Universidad de Lund y los que estudian en Lund saben mucho sobre
el surgimiento de las vanguardias. Publiqué la entrevista en
el diario Arbetet. Clemens tradujo luego el poemario del chileno Rubén
Aguilera, Los Escarabajos, que tuvo una acogida espectacular.
Poul Borum, el crítico danés, lo consideró i
Estra Bladet, uno de los mejores libros del año.
Los tobillos de las mujeres de mi pueblo
La pandilla de Malmö live en el Fredman, decía
el afiche: Hakan Sandell, Clemens Altgard, Lukas Moodyson, Kristian
Lunberg , Per Linde y Martti Soutkari.
Fredman se llenó de punks, vestidos de furioso negro que compraban
en el second hand de Södra Förstagatan. Había
algo de limpieza y juego en la Pandilla de Malmö que era muy
atractivo para el público joven. El punk escandinavo no era,
como en Inglaterra, una rebelión contra los valores monárquicos,
contra la autoridad. Era una rebelión contra un complejo de
inferioridad. Tenían ganas de ser escuchados por lo que eran.
La idea era la siguiente: "Chicos, háganlo ustedes mismos,
y además en su dialecto". Hakan Sandell, un tímido,
y su julepe escénico lo intentó superar bebiendo. Estaba
alumbrado, como Bukovsky rockero. Pero, igual fue una gloria literaria.
Su poema La pequeña chica de blue jeans, por ejemplo,
atrajo la atención del negro público joven, que lo alababa
con desmesura.
Rubén Aguilera y yo lo llevamos en andas a su cuartucho y allí
en su inmenso camastro lo dejamos tirado. Luego bajamos y nos fuimos
a terminar la noche en el Jazzcafé, un atrayente cervecería
al lado del canal en Södra Promenaden y que regentaban unos amigos
africanos, y que Rubén Aguilera, con su ridículo humor,
bautizó como el Café de los Negros. De inmediato
se me viene a la cabeza una técnica de seducir por los tobillos:
una chica sueca calzaba unas finas sandalias. Rubén se acercó
le tomó los tobillos que ella mantenía sobre el apoyo
de una silla y le dijo: "Tus tobillos se parecen a los de las
mujeres de mi pueblo, Antofagasta" -"¿Y como son
los tobillos de las mujeres de tu pueblo? preguntó la sueca.
-"Finos y delgados".
Resumen: los años 80 fue una época que pasaron cosas
entretenidas.
A partir de esas entrevistas que aparecieron en el diario Arbetet
de Amiralsgatan, publicamos en Aura Latina, el libro de la Pandilla
de Malmó, una antología al español de los
nuevos poetas de Malmö, que fue lanzada en Santiago de Chile.
Incluí en la antología al danés Michael Strunge.
La pandilla de Malmö, en los 90, tendió a disolverse,
sin medios de comunicación importantes, con editoriales periféricas,
y con contactos débiles con las grandes mafias literarias de
Estocolmo. El centralismo cultural sueco no fue capaz de oír
algo importante que pasaba en su periferia. Pero, la Pandilla de Malmö
sentó las bases de algo heavy, que yo creo, recién
ahora, comienza a invocarse.
The Danish Connection
Desde Copenhague, nos llegó la noticia tempranamente. Aún
no se construía el puente, el barco cruzaba el estrecho en
45 minutos, un viaje recomendable. Sentados en el bar del ferry,
beber cerveza Turborg y mirar el mar. Y en Copenhague, se decía,
bullía, nacía una nueva onda poética. Su líder
se llamaba Strunge. Fue un niño tranquilo, leía mucho.
En la escuela era un buen alumno y muy despierto. En 1977 se mudó
a vivir solo. Quería ser poeta y conquistar el mundo. Envió
200 poemas a la revista Hvedekorn de Poul Borum y le publicaron 13.
Así adquirió confianza. El joven Michael Strunge, un
poeta profético, al estilo de Whitman, Blake y Rimbaud, daba
que hablar. Y, no podía ser de otro modo, nos contagió
y una vez estuvo invitado, leyendo sus poemas en una galería
de arte de Malmö. Estaba algo nervioso, con aspecto de monje
sonriente, vestido, obviamente de negro. Y entonces comenzó
con sentido musical y rítmico. Strunge era un escritor enérgico.
Fuerte, pero a la vez frágil. Y productivo: en siete años
escribió 11 libros, con los que produjo una revolución
poética nórdica, una nueva época de oro, junto
a Pia Tafdrup, Søren Ulrik Thomsen, Bo Green Jensen, F.P.Jac.
El poeta como visionario, un neo romántico, inspirado en el
modernismo de Rimbaud y Baudelaire, y la música rock, en su
variante punk: Sex Pistols, Iggy Pop y David Bowie. Sueños
y visiones y la angustia de perder los sueños y las visiones.
Strunge se movía entre la alegría de vivir, soñar
un mundo mejor y la profunda depresión de un mundo frío
y solo. Se le decía joven salvaje o poeta azul. Fue un fundador
de la más nueva poesía danesa, una poesía sonora,
llena de finesas sintácticas de la metáfora, la simbología
y la mitografía.
Su poesía hermética, fragmentaria, era de una notable
tensión erótico místico o religioso. Para mí,
además, su poesía de sueño y fantasía,
se relataba a la de mi compatriota Gonzalo Rojas de La Miseria
del hombre del año 1948. Efectivamente, Rojas y su poesía
circular y luminosa se estaba poniendo también de actualidad
en Sudamérica. El hombre moderno que busca un alma, en un viaje
interior, ante su naturaleza neurótica y dividida.
Strunge ya era, en vida, un mito y un culto más allá
de Dinamarca. La poesía de Strunge nos inundó tempranamente.
Del mismo modo que los latinoamericanos nos preguntamos a veces, si
existe una literatura latinoamericana, los nórdicos se preguntan
si hay una literatura nórdica. Tengo la sensación, sin
ser historiador literario, que durante los años 80, surgió
una breve literatura nórdica. Hubo curiosidad más allá
de las fronteras. Michael Strunge, se convirtió en un mito
escandinavo, y se traducía en Estocolmo en la revista KLO y
también en Malmö por nuestro amigo, Clemens Altgard, de
la Pandilla de Malmö. Fue entonces cuando yo también comencé
a traducirlo al castellano. Como un homenaje y tributo a su influencia,
varios de su poemas los traduje al castellano y los publiqué
en el libro La Pandilla de Malmö (1989).
En 1978 Strunge debuta con su libro Livets hastighed, Velocidad
de la vida y ese año también es internado por primera
vez en el siquiátrico. En 1981 escribe tres libros y por primera
vez intenta suicidarse. Cinco años después es hospitalizado
de nuevo. En una visita a casa, el domingo 9 de marzo de 1986, el
poeta, 27 años, escribió su nombre en la puerta de su
departamento del cuarto piso en la calle Webers en el barrio Østerbro
de Copenhague y corrió por la ventana diciendo: "Miren,
puedo volar". Algunos dicen que él estaba en una profunda
sicosis y no sabía lo que hacía. Otros dicen que fue
la puesta en escena de su auto referencia: él creía
que podía volar. Fue enterrado con la sencillez protestante
en el viejo cementerio Assistens de Copenhague, donde también
descansan H. C. Anderssen, el escritor de cuentos infantiles y Sören
Kierkegard, el filósofo existencialista. La lápida de
Strunge es una piedra sobre la que se inscribe con letras de metal:
Michael Strunge, Vapnats med vingar (Armado con alas). Sobre
ella se colocó otro pedrusco más alto.
Strunge es un mito. Muchos jóvenes llegan hoy a su tumba y
sobre ella dejan, de modo regular, monedas, coronas danesas, y figuras
de corazones rojos.
Este es mi homenaje al joven poeta danés.
Esencia dolida
Michael Strunge
Te amo cuando me despiertas
con tu coño que brilla en la oscuridad
y tamiza de etéreo sol.
Tu pelo crujiente
gira sutil hacia el ombligo
la noche es pálida como una sábana
y jala mi vientre casi hasta sangrar.
Tus nalgas son ardientes mejillas de ángeles
y brillan más que la luna
brillan en tus manos
y llevan sangre a mi cuerpo.
Tus alas se disimulan bien,
se extienden con sol y besos
y cubren como suspendidas en vaporosa noche
Nadie puede silenciar tu boca
todos desean flamear en tus ojos así ahora
y extasiarse del Oro en rostro humano.
Esencia dolida
extiende tu cálido cuerpo sobre el mío
y deja que tus labios y tus alas
rieguen con besos mi piel.
Te amo cuando casi me violas
y rendimos nuestra vida a tu furioso coño.
Mas yo dependo, alucinado, de tu clítoris,
un tierno, enérgico navegador en mar de estrellas
y yo sé que puedo reposar en tu seno
plácido y sangrante
entonces me pregunto dónde terminará esta noche
en qué costa bajaré a tierra
abrazándome a esas hierbas salvajes
mientras nos tendemos como una anhelante estrella marina
en la futura cosecha de la semilla, sudor y sol.
Sagrada, sagradamente
Michael Strunge
Nuestra divinidad es el amor
Ahora y siempre, encerrado en nosotros.
El rito es juego de cuerpos
Bajo la suave frazada de la noche
o simplemente la tranquilidad
de las miradas en la mesa
cuando tú dibujas y yo escribo
o el acuerdo en comprar una botella de vino
a bajo precio.
Somos paganos a veces
me transformo en un ángel exigente
Y tú dejas que se agite tu diablo interior.
Nuestra divinidad es el amor...
Sagrada, sagradamente nos bañamos juntos
Y nos turnamos el agua caliente,
Y sólo con señales, libres de palabras
nos turnamos el cigarrillo
Sagrada, sagradamente esperamos el bus
y damos una vuelta bajo tierra
en la noche con tres grados de frío
Y cuando dormimos pegados cubiertos
sólo con la oscuridad y nuestros cuerpos tibios.
Sagrada, sagradamente viajamos en bus
y te sientas con tu cabeza apoyada en mi hombro
y casi en sueños hablas sobre mañana
o cuando yo despierto
y me quedo un ahora para sólo mirarte
y tu rostro es liviano como un ala
sagrada, sagradamente bajamos después de mediodía
A "nuestro" café a tomar "desayuno"
Sagradamente me llamas por teléfono
Y el sonido es limpio como reloj
Y tu voz vivaz como pájaro
Sagrada, sagradamente cierras los ojos
y lanzas tu cabeza luminosa
hacia atrás para destruir la noche
mientras yo estoy sobre ti y en ti
y tiro de tu pelo
fuertemente como a ti te gusta,
sagrada, sagradamente.
Y nuestro rezo son palabras que nos decimos
en los momentos en que obviamos
ser modernos en este mundo.
Y nuestro rezo son los ojos que fijamos
con caricias para abrirnos paso libres en el mundo.
Traducción del danés:
Omar Pérez Santiago