La literatura es invadida por la realidad (por un momento)
Por
Omar Pérez Santiago
25 de septiembre de 2004.
Acompañaba a un amigo en la recepción del
Premio Municipal de literatura, en el salón de la Municipalidad de
Santiago, frente a la Plaza de Armas. Estaban sentados allí lo premiados
de este año Antonio Skármeta, Jorge Calvo, Juan Ignacio Colil, Javier
Campos, Nelson Brodt, José Bengoa y Sylvia Aguilera de editorial LOM,
en representación de Malú Urriola. En el momento mismo de arrancar la
ceremonia, ingresó un hombre de edad media con una niñita en los brazos
y, para sorpresa de todos, se colocó adelante.
Inmediatamente la situación se volvió rígida. El hombre, con aplomo,
comenzó a hablar, exigió que las autoridades lo escucharan, pues, aseguró,
no lo habían hecho hasta entonces. La municipalidad, dijo, me ha quitado
arbitrariamente mi permiso de comercialización. Rogó respetuosamente pero
muy firme, que lo oyeran. Necesitaba trabajar.
Hasta que los organizadores del evento salieron del aturdimiento y se
comenzaran a mover para sacar al varón y su cría, pasaron dos minutos.
Alguien lo invitó a salir y en ese mismo momento, al cruzar frente al
estrado, el personaje se careó con el Alcalde, Joaquín Lavín, que, según
pude darme cuenta, había ruborizado.
-Le he pedido, dijo, muchas veces una entrevista y nunca me la ha dado,
Alcalde.
-Pero no son formas de pedirlas, dijo un titubeante alcalde.
-Y como chuchas quiere que se la pida, si he estado más de veinte veces
pidiendo audiencia y usted no me ha recibido, dijo el hombre y salió.
La literatura había sido, momentáneamente, invadida por la realidad.
La ceremonia continuó. En realidad, no había pasado mucho.
Los escritores recibieron su premio, hubo discursos y aplausos.
No hubo ninguna nota en los medios de comunicación. El tema, al parecer,
era insignificante. No sé que habrá pasado con el invasor y su hija.
El hombre recordó que los escritores vivimos en el mundo, es decir,
que vivimos entre gentes; gentes que viven, a veces, simplemente,
vidas diferentes.
Era un hombre que dijo tener hambre, y dijo
que su niña tenía hambre.
Pero el hambre, pensé, no es un tema recurrente en nuestra literatura.