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Sobresaliente imaginación. Matar al mandinga de Galo Ghigliotto

Por Omar Pérez Santiago


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En la novela Matar al mandinga de Galo Ghigliotto  la realidad dura se eleva a ficción y sobresale con su imaginación.

Un joven karateca, el personaje principal, tiene ganas de convertirse en un sujeto de ficción de aventuras y deseos. Y a través de anécdotas múltiples, como protagonista de las historias verdaderas de resistencia armada a la dictadura de Pinochet, se convierte en un inquieto justiciero, emancipado de los hechos reales, y que desea cumplir su destino de reparador. La ficción, o la definición que tenemos de ella, es la mediana estadística entre la realidad y lo imaginado.

Comienza Matar al mandinga en el año 1978. En primera persona, el joven karateca, el personaje central de la novela, cuenta como se le aparece su maestro sensei, un profe militante del MIR llamado José Miguel. Son los milicos pinochetistas que lo han raptado y lo han mutilado y cortado por la mitad, tal como ocurría en esos años trágicos. Y como si fuese el espectro de Hamlet en el castillo de Kronborg, el maestro sensei se le aparece al karateca y le pide venganza. Entonces el karateca de 18 años asume su rol por honor y emigra a Antofagasta a vivir con un tío de origen croata, Juan Yutronic. En una parcela precordillerana, en Cúcuter cerca de San Pedro de Atacama, comienza su entrenamiento para su gran objetivo de dignidad: la venganza: matar al Mandinga, al demonio, a Pinochet.

La historia del karateka se enlazará después, con ires y venires por la geografía nacional,  con la operación guerrillera del MIR en Neltume, con cuadros del MIR que venían de Holanda, Francia, Suecia y que dirigió un señor también muy real al que llamaban Paine, el nombre de combate de Miguel Cabrera Fernández, miembro de comité central del MIR. Allí el karateka comenzó a hacer tatús, refugios camuflados en el terreno al estilo vietnamita.

La derrota de la guerrilla de Neltume en 1981 no liquida al protagonista y así el hábil superviviente estuvo dispuesto para, años después, en otros momentos y otras circunstancias pero con el mismo espíritu de su sensei, cumplir con su destino de ir a matar al Mandinga en el Cajón del Maipo.

¿Murió el Mandinga? Ya lo verán al leer la novela.

Pero resistir y mantener el culto al coraje lo era todo para el insaciable imaginario y alucinado héroe y su particular odisea.

Galo Ghigliotto, a pesar de cierto personaje impreciso del último capítulo, demuestra, con su acercamiento a la literatura fantástica, su pasta de narrador, con su ambición de buscar su manera de ficcionar y que guarda una reflexión sobre la sociedad  con un personaje imaginado, un deslumbrado, un alucinado Kung Fu chileno de estética hispérica. Una reflexión latente sobre algo que se habla poco, de un deseo muy oscuro y melancólico de rabia y venganza, un extenso malestar cultural, cuando en nuestros países no ha existido real justicia, cuando el Mandinga-Pinochet y la ultraderecha chilena no fue castigada.  No hubo y no hay un real sentimiento de emancipación y esto genera un sentimiento de injusticia.


 

 

 

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Sobresaliente imaginación.
"Matar al mandinga" de Galo Ghigliotto.
Por Omar Pérez Santiago