El presidente de Argentina se despierta y se desvela. Como un presidiario en su oscuro bunker de la Quinta de Olivos, la soledad nocturna le regresa sus penas y sus tristezas de su pasada vida miserable de niñez robada. Y las papas fritas que lo espeluznan. Como los trastornos postraumáticos de “Carrie”, la adolescente delirante y resentida, creada por el gran Stephen King.
Bebe un vaso de Fernet con vermouth. Se cansa de retuitear elogios a sí mismo. Volvió al país desde Europa. Pero los liberales de Praga desmienten que le entregaron un premio. Y ve al periodista Longobardi que lo llamó “autócrata”, en una entrevista con el peruano Jaime Bayle, otro renegado.
“Otarios, gilastros ensobrados”, piensa el presidente, lastimado en su ego por esos puñales iracundos que buscan en su pecho clavar.
Está de muy mal humor, más solito que un ombú y temiendo que resurja su ruin angustia del abandono.
Pensó en masturbarse, para relajarse. Pensó en los voluminosos chiches de su ministra de capital humano, en su coqueteo y dulces brujerías, “Mi mejor ministra de la historia”. Pero no encontró inspiración en los grandes senos de la señora ministra.
Por casualidad, en youtube encontró un podcast que hablaba de él. Era una socióloga alemana llamada Karoll Anlinger, una hermosa profesora de la Universidad de Basel. La presentan como real candidata al premio Nobel. Eso llamo la atención a Javo.
El presidente buscó si la alemana tiene cuenta de twitter. Se encontró con una tal @CAmlinger, Carolin Amlinger, pero pensó que era un simple alcance de nombre.
Lo primero que le llamó la atención fue su título: el autoritarismo libertario. En alemán: des libertären Autoritarismus
“En las tres últimas décadas tres mil millones de personas han salido de la miseria y pueden vivir el mes con su ingreso mensual. Hoy día, la mitad de la población mundial —cuatro mil millones— son de clase media. Somos más, vivimos mejor, vivimos más. Esa nueva clase media mundial son aspiracionales. Es decir, gente que mira hacia arriba, con ansias de ser mejor y seguir progresando. No miran el pasado, pues les recuerda su infancia pobre.
En Argentina, esa clase aspiracional también soñó con una ilusión esplendorosa. Pero ha caído en la penuria de la prolongada crisis económica. Sufren el dolor, el castigo, el derrumbe económico, la pesadilla de la movilidad descendente. El rebenque de la vida los golpea sin cesar. Les da mucha pena la pobreza, les da terror. Esos argentinos no vienen de la derecha. Son trabajadores por cuenta propia de esfuerzo familiar, pero que sufren la caída de todos sus sueños del corazón. Están resentidos.”
¿Cómo hizo campaña electoral el actual presidente de Argentina?
La alemana fue durísima:
“Insufló pavor, el rencor color de sangre. El miedo inconcebible a la pobreza la llenó de odio con sus valores ultra: misoginia, homofobia, xenofobia, esotérica, nacionalismo básico y teorías conspirativas. Alentó la ira, el revanchismo y la venganza. Prometió restaurar una presunta grandeza argentina. El presidente de Argentina es poco simpático. Nunca he conocido un argentino tan grosero, cruel, petulante, lleno de ostentaciones. Analfabeto sobre el mundo. No habla idiomas. No tiene socialización internacional, un ignorante que en solo unas semanas vilipendia a cualquier presidente de cualquier país.”
Finalmente, la alemana Anlinger resume:
“Al presidente de Argentina no le importan sus compatriotas. Le falta empatía básica. Es la deshumanización y la intimidación. Insulta gratuitamente. Quiere aniquilar a sus opositores, es decir, es la vieja: Vernichtung Fantasien: La fantasía del exterminio.”
El presidente de Argentina en su bunker escuchó todo con consternación. No soporta más y grita:
— ¡Qué la alemana vaya a comer chucrut!
Tomó su vaso de Fernet con vermouth y lo lanzó contra la muralla.
Los chillidos del presidente, como si rugiera el viento, se oían en todo el barrio de la Quinta de Olivos.
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Socióloga alemana y la fantasía del exterminio en Argentina
Por Omar Pérez-Santiago