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¿Cómo vivimos los chilenos el 5 de octubre en Suecia?
Por Omar Pérez Santiago
Escritor chileno. Recientemente ha publicado la novela El Pezón de Sei Shōnagon (Los Perros Románticos)
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Rememorar la historia es importante. Esos momentos en que uno se reúne con amigos para contarse la vida. Reencontrarse con el pasado, con fechas oficiales y acontecimientos, donde la memoria nos devuelve a una cierta verdad, como una experiencia corporal, y a veces nos devuelve el orgullo, el deseo, la alegría. Pocas imágenes más conmovedoras que ese momento real en el que la Gran Historia desemboca en gratos cambios de vida personal.
Miles de chilenos y chilenas vivimos el día 5 de octubre de 1988, el día del plebiscito, en el exilio. Yo tenía 35 años y había vivido 10 años en el destierro. En octubre de 1988 vivía en Malmö, Suecia. Tenía prohibido regresar a Chile, por dictamen de los cómplices activos de la dictadura. No pude, por tanto, votar, tal como ocurrió con otros compatriotas. Registré ese día en una crónica que escribí directamente en sueco y que publicó el diario Sydsvenska Dagbladet, bajo mi nombre de cruzada.
Esa mañana mi café estuvo realmente bueno
Por Omar Pérez Santiago
El 5 de octubre de 1988 mi café matinal sabía algo extraño. Los periódicos de la mañana se mostraban escépticos sobre el plebiscito en Chile, mi patria. Yo me negaba a aceptar ese escepticismo. El día anterior manifesté mi opinión en la Casa Latinoamericana de Malmö donde yo intenté convencer al público de que Pinochet sería derrotado.
Pinochet tomó el poder un martes hace 15 años atrás. Durante un largo tiempo yo creí y deseé que Pinochet debiera ser derrocado por un levantamiento popular, del mismo modo que yo había leído y visto caer a otras dictaduras. Las esperanzas fueron aplastadas durante los años 70. Opositores fueron fusilados, presos políticos desaparecieron en secretas casa de tortura. Se curaban heridas. Literalmente. Cuando yo vivía clandestinamente en Chile me encontré con un camarada, que se escondía en el mismo lugar que yo. En la noche me pasó una crema, se sacó su camisa y me dijo: “Por favor, pon un poco de crema en mis heridas”. Su espalda estaba cubierta de heridas de las torturas realizadas con brasas de cigarrillos.
Curábamos heridas mientras pretensiosos y pedantes nuevos ricos analfabetos, mujeres de militares y carreristas sin escrúpulos que se arropaban en chucherías importadas, escuchaban a Julio Iglesias y aplaudían histéricamente cuando el profeta del neoliberalismo, el pequeño premio nobel de economía, Milton Friedman aterrizaba en Santiago, coqueteaba con Pinochet y enseñaba sus dogmas a jóvenes y evangelizados economistas en lujosos centros de veraneo. La mujer de Friedman se quedaba en la pieza del hotel y aprovechaba de recortar imágenes de los diarios donde aparecía su marido.
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No derrotamos a Pinochet. A fines de los años 70 estaba claro que habíamos fracasado. A comienzos de los años 80 una parte de la oposición revisó sus premisas. Las conclusiones se han demostrado ahora correctas: Pinochet puede ser derrotado en la arena política, no por las armas. Pinochet era más fuerte en el campo militar pero débil en lo político. Chile fue además un país con larga tradición democrática con mecanismos desarrollados de negociación. Pero también se inspiró en los procesos de democratización de España, Portugal y Grecia. En Latinoamérica era Brasil, Argentina y Uruguay países de los cuales aprender.
La transición de una dictadura a una democracia nunca está libre de conflictos. Pero se trataba de utilizar y ampliar todos los espacios para progresivamente correr las fronteras hacia adelante. Era y es un mecanismo y una lógica que funciona, inclusive si el dictador se llama Augusto Pinochet. La estrategia era forzar a Pinochet a la arena política. Convertirlo en un jugador y vencerlo allí.
Paradojalmente eligió otra parte de la izquierda chilena tomar otro camino: el Partido Comunista chileno rompió con su tradición reformista y , a comienzos de los años 80, decidió por la resistencia armada contra Pinochet. Al final el Partido Comunista fue forzado con una voz quejosa y bastante tarde a sumarse a la Campaña del No. Los comunistas no creían en una victoria, estaban escépticos. Cuando llegó el momento para ellos de reconocer su evaluación errada, algunas semanas antes del plebiscito, hablaron de un “No Combativo”. Esta retórica tenía como objetivo amortiguar la confusión de los miembros de su partido.
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Después de almuerzo me llamó un amigo chileno. Yo le presenté mis puntos de vista: ¡ganará el NO! ¡Esta noche habrá carnaval en Chile! Pero ¿Y si gana Pinochet? Preguntó él. No me gusta su pregunta. Entonces es fraude, digo yo, nadie va a tolerarlo. Cuando dije eso sentí miedo. Significaría el otro camino, el camino de la insurrección, una larga y terrible camino sangriento. Un libanización de Chile.
Chile es una sociedad que contiene un gran odio, a consecuencia de 15 años de sistemática y selectiva represión, una juventud que no ha recibido nada, aparte de hambre, cesantía, desprecio y redadas policiales. Un millón de chilenos ha abandonado Chile, algunos para salvar sus vidas, otros para salvar la vida y el futuro de sus hijos. Muchos chilenos en el exilio viven en los márgenes de las sociedades en las que han buscado refugio. Chile tiene solo 12 millones de habitantes. Nos conocemos, hemos escuchado nuestras historias mutuas, uno sabe quién es quien, quién ha torturado, asesinado y atropellado los derechos de otros, quienes son cómplices y soplones. Son muchos los chilenos que no han perdonado a esos que han cometido esos crímenes.
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Por la tarde me encuentro yo con otro chileno en el centro de la ciudad. Comemos algo y luego nos vamos al departamento de otro amigo donde varios chilenos esperaremos los resultados del plebiscito. La radio sueca transmite directamente desde Chile durante toda la noche. Tenemos unas botellas de champaña que beberemos llegado el momento. El comando del No en el centro de Santiago ha contabilizado un medio millón de votos y el NO va ganado con un 62 por ciento. Pero el gobierno informa que Pinochet es el que gana. Todo indica que Pinochet quiere ganar tiempo, prepara un fraude o intenta provocar a los partidarios del NO.
El diario sueco de la mañana ha caído por la ranura del correo en la puerta del departamento. Son las 5 de la mañana y entonces supimos que el gobierno ha reconocido la derrota de Pinochet. Ya era demasiado tarde para beber champaña. Ya era hora de prepararse para ir al trabajo. Salimos a la calle. Reímos sin saber bien por qué. Cuando llegué a casa coloqué las noticias de la radio. Allí confirmaban eso que deseábamos que se confirmara: Pinochet ha perdido.
La alegre oposición ha corrido un poco más el cerco, y un poco más mañana y otro poco más pasado mañana hasta que se ocupe todo el espacio: la libertad, la democracia, la justicia. Este día de octubre mi café matinal está realmente bueno.