En Chile, mi país de ajo y pimienta, hay amplio acuerdo sobre la teoría del desgaste. Chile está gastado, al borde del colapso, arruinado por la corrupción, la desigualdad, el desastre ambiental y el mal manejo de la peste que nos ha llenado de dolorosa muerte. Muchos viven con el corazón incierto y un malestar emocional.
Chile sufre un castigo cercano al colapso, por una razón evitable: los malos gobiernos. No tuvimos buenos líderes. Las elites, musarañas en sus madrigueras de lujo, imponen sus intereses de corto plazo con crueldad. Rígidos como rocas, aprovechan la pandemia para gobernar con estados de emergencia permanente.
Y así los países colapsan, se secan como una pasa, como demostró el profesor Jared Diamond (Colapso, por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen", 2006).
Un día, durante mi exilio, frente a la tumba de Nicolás Maquiavelo, el padre de la Ciencia Política, en la Basílica di Santa Croce de Florencia, rememoré con dulce nostalgia que fue en mi escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, -(tenía 19 años)- que leí por primera vez el libro El Príncipe de Maquiavelo, sobre los secretos de la política y el arte de gobernar. Libro lleno de fuego y de arte, donde se notan los tres poetas florentinos: Dante, Petrarca y Boccaccio. Su antecedente era La República de Platón, que también se leía en mi digna escuela de la Universidad de Chile.
Maquiavelo lo escribió cuando estaba derrotado, exiliado en su casa. Vestido de paisano, bajaba a un subterráneo alumbrado por un candelero y por un pasadizo clandestino llegaba a un albergue y cantina para beber vino con el posadero, el carnicero, campesinos y caminantes. Allí escribió "El Príncipe".
Leí luego un curioso manuscrito: los comentarios a El Príncipe de Napoleón Bonaparte, ese soldado que se hizo rey consular. Es de junio de 1815, la fecha en que Bonaparte fue derrotado para siempre, en la batalla de Waterloo. Napoleón registró que se conoce mejor los valles si uno los mira desde arriba de la montaña.
Un día en Santiago de 1972 se publicó el libro de Antonio Gramsci sobre Maquiavelo. Como Nicolás y Napoleón, Antonio estaba ya derrotado. Mussolini lo encarceló entre 1928 y 1937. En la cárcel, su valle, Gramsci repensó la política, creo la noción del “intelectual orgánico” y pensó el lenguaje como campo de batalla simbólico.
Según Maquiavelo, las ideas y los mitos van primero: “El príncipe se mostrará amante de la virtud y honrará a los que se distingan en las artes.”
Los artistas de ficción son creadores de mitos. La complejidad del ser humano se desarrolla a través del arte, la mejor forma de transmitir el saber, vía prioritaria hacia la libertad.
En Florencia la bella hay también un relieve de Andrea Pisano, es un hombre con alas: símbolo de la esperanza.
Chile puede tener una época de oro, ojalá pronto. Esto necesita una concordia y que todas las artes y filosofías, expresen un ideal de unidad y paz. Un país democrático, -lejos de teocracias totalitarias-, diverso, un Chile profundo.
Chile está alterado, sí, pero, anhelamos grandes cosas. La esperanza y la alegría van unidas. Con esperanza, quizá las hijas e hijos, los jóvenes constituyentes de un Chile valórico y generoso, emanciparán la reivindicativa cólera (o la Cólera de Aquiles) del Estallido Social.
El arte (la música, la pintura, la literatura, el cine) es esencial para reimaginar un sueño nacional, y salir del Chile gastado.
Una narrativa común que oxigene el cerebro con ideas nuevas. El arte y la creatividad son prioridad estratégica en la nueva constitución. Esa es nuestra casa, nuestra familia, nuestro alivio, nuestro valle.
Chile, Chile sí ha despertado. Con justicia.
La libertad de crear está incluida en la actual constitución, (artículo 19, numeral 25, de 2001). Debe prevalecer y mejorarse la institucionalidad del arte.
Omar Pérez Santiago es escritor y traductor. Autor de las novelas “Negrito, no hagas mal”, “Allende el Retorno” y “El pezón de Sei Shonagon”; los libros de cuentos “Memorias eróticas de un chileno en Suecia”, y “Nefilim en Alhué”. Como traductor ha publicado traducciones del Premio Nobel sueco, Tomas Tranströmer, del danés, Michael Strunge y de la gran poeta feminista sueca, Karin Boye.
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¿Cómo podemos evitar el colapso en Chile?
Por Omar Pérez Santiago, escritor.
Revista Cultural Off The Record, Julio 2021