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Novelas de la Distopía Chile. Arica. Luis Seguel Vorpahl y Daniel Rojas Pachas

Omar Pérez Santiago
Seminario Crítica literaria para la Región. Arica, diciembre, 2021




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He leído con gran interés en el nuevo libro del profesor y escritor Alejandro Pérez Miranda, “Desleyendo el Norte”. Es un aporte al catálogo sobre la comunidad de Arica y Parinacota, comunidad a la que Ricardo Pérez pertenece. Muestra su capacidad para mapear tradiciones literarias. El capítulo sobre la literatura escrita por mujeres es muy valioso.  Visibilizar a las escritoras y escritores siempre anticipa y aporta al fomento lector, a las políticas culturales y a la gestión cultural.

Ricardo Pérez tiene además un sólido modelo técnico teórico.

Lo ha estudiado desde chico.

Lo sé bien pues de algún modo tenemos raíces comunes en otra comunidad de base. Hace más de 30 años firmamos juntos con Ricardo Pérez un artículo en la revista Marusia nr.6 de 1990, sobre las nuevas generaciones literarias. Se tituló “Literatura Fin de Siglo”. Decía algo importante. La nueva generación literaria no escribía solo en Chile. Era una generación repartida, por el mundo. Fue premonitorio. Así, por ejemplo, Roberto Bolaño, un autor que nunca escribió en Chile, es hoy uno de los más reconocidos escritores chilenos a nivel mundial.




Fueron aquellos tiempos, en un lugar de Suecia que me agrada recordar, como si despertara de un sueño, en la bella ciudad de Malmö, Suecia.  Ricardo Pérez era muy activo en la comunidad intelectual. Había escrito guiones para cine y esos rodajes siempre terminaban en fiesta. Había escrito una novela. Había nacido allí su hija Catalina. Eso lo recuerdo bien, pues Catalina enfermó y la preocupación fue muy sentida por nuestra comunidad. Hoy Catalina Pérez es abogada y diputada de la República.

Sostiene Ricardo Pérez, siguiendo al profesor Cedomil Goic, que las generaciones van cada 15 años y su ubicación de escritores es según el año de nacimiento. Según eso, la literatura ariqueña está hoy entre dos generaciones: la nacida entre 1950-1965 y los nacidos entre 1980 y 1995.

Sostiene Ricardo Pérez Miranda que dos de sus más connotados y más reconocidos escritores de Arica, Luis Seguel Vorpahl (n. 1955) pertenece casi en solitario a la generación de los nacidos entre 1950 y 1965 y Daniel Rojas Pachas (1983) pertenece a una activa generación nacida entre el 1980 y el 1995, la generación Cinosargo.

Influenciado por esa misma metodología, yo escribí un librito sobre la generación de los nacidos entre 1950 y 1965, “Escritores de la Guerra. Vigencia de una generación de narradores chilenos” (Universidad Bolivariana).




Sé que Ricardo Pérez aprendió el modelo con el profesor y crítico Cedomil Goic. Goic, a su vez, lo aprendió de Ortega y Gasset. Ese análisis estructuralista se impuso en la juventud desde los años 60.

En los 70, Roberto Hozven, estudió en París, y popularizó en su libro “El estructuralismo literario francés” y en sus clases en la Universidad Católica. Desde entonces críticos y escritores citaron a Barthes o a Guattari. Era una forma de marcar posiciones, de reconfigurar mapas. Imponer cómo hay que leer. Cómo hay que formar aliados y enemigos, las castas que arman, los panteones personales, etc. En suma, la natural relación de fuerzas que hay en el campo literario. La Metástasis del estructuralismo se extendió en el cuerpo literario chileno como una forma de controlar la narrativa. Ayer escuché una excelente charla del poeta Juan Cameron sobre las generaciones de poetas y reconoce como, al final, se usa el modelo para hacer trampa, para sacar y poner autores a conveniencia.


 

Pero, desde hace ya bastante años que yo he descreído de ese sistema de análisis.

Me caí de ese caballo.

Creo que empezó un día preciso.

Un dìa visitó Malmö el destacado poeta Thomas Tranströmer, un famoso poeta. Leyó sus poemas en un café. De inmediato sentí que estaba frente a un poeta fuerte y que  en unos años llegaría a recibir el Premio Nobel. Luego él se sentó muy cerca mío.

Mientras tomamos cerveza danesa Turborg, le dije:

—Thomas, tu poesía me recuerda la poesía de mi paisano, Jorge Teillier. —¿Tellier? Sí, lo conozco, me respondió.
—¿Lo conoces?
—Bueno, en realidad, lo he leído. La escritora Sun Axelsson, a comienzo de los años 60, se enamoró de Nicanor Parra y fue a Chile con la ilusión de vivir con el gran Nicanor. En Chile se hizo amiga de Jorge Teillier. Ella me dio a conocer sus traducciones de sus poemas.




Efectivamente, hay poemas de Teillier que tienen semejanzas de forma y de fondo con poemas de Tranströmer. Y ambos tienen una consonancia con la morada o el lar irreal  de los haikú del japonés Matshuo Basho del 1600.

Ese hecho fue una campanada. En la literatura, para los escritores fuertes, el año de nacimiento tiene menos importancia. Ni el país, ni la región. El sistema literario, he llegado a este convencimiento, es un sistema intercomunicado, son cables neuronales sutiles que se conectan, de autores vivos y muertos. Es la teoría de las influencias literarias, según Harold Bloom. Funcionan como placas tectónicas, para usar un concepto geológico, que van acumulando energía hasta que a veces aparecen temblores, terremotos, volcanes. Es un cuerpo vivo en permanente transformación.

Del mismo modo, no se puede leer una novela sin recordar otra novela, buscando placas tectónicas. Un modelo geológico.

Ese es el ejercicio que me interesa hacer con las novelas de Seguel Vorpahl y Rojas Pachas.

La novela “Cállate viejo'e mierda” de Seguel Vorpahl trata sobre un joven escritor en la ciudad de Arica llamado Gracio Espejo, cuya vida corre en paralelo a la historia de la ciudad. Un escritor que debe luchar duramente para hacerse un espacio en un Parnaso literario inexistente, una ilusión. La novela dibuja una derrota, un fracaso. La mayoría de las buenas novelas prevén un fracaso. Desde El Quijote de Cervantes, que en su lecho de muerto vuelve a ser Alonso Quijano, sale de la locura y muere.

La novela “Los tambores de Modenico Modugno” también es desconsolada, angustiosa. Parrita se quedó atrapado entre dos muros, arrancando de sus deudores pandilleros. Sus amigos desarrapados no tienen posibilidades de ayudarlo. Los bomberos nunca llegan, la vecina hace la vista gorda. La policía y la municipalidad son inexistentes. Parrita está atrapado y mientras él se desinfla, su amigo de infancia, su único amigo, su amigo de siempre, recuerda, mientras escuchan a Modugno, mientras Parrita va muriendo lentamente entre las murallas. El barrio es una zona de sacrificio. Está construido sobre residuos de plomos y arsénicos, que una minera sueca dejó en los años 80 en Arica.

La novela «Divina jauría», de Luis Seguel Vorpahl trata sobre la tristeza profunda en la precaria vida de Miguel, un personaje de 30 años con un interior existencial mancillado, abusado sexualmente desde niño en un internado de curas católicos. No desea salvarse dentro de un sistema patriarcal, normativo y colonial. Ese país distópico, podrido y fracturado. El vacío existencial de vivir bajo la Distopía Chile convierte a Miguel en un ser precario, limitado, incompleto, parcial, vulnerable. Agobiado por una escuela católica sorda e indolente. Miguel no confía. No confía en la justicia, en los carabineros, los gobiernos, la prensa, la televisión, las escuelas. Un dolor escurridizo y oculto. Un hombre humillado.

El protagonista publica un libro. La literatura como salvación. La literatura parece ser una vía de comprensión de su causa pérdida. Pero tampoco confía en el mundo literario.



Gracio, Miguel y Parrita, los personajes principales de las 3 novelas, son almas en pena.  

Knut Hamsun es quizá el creador del mito del joven escritor existencial que pasa hambre y sufre. Widel-Jarlsberg de la novela “Hambre”, Sult, un personaje existencialista solitario y callejero. Es una novela corta en cuatro partes, publicada en 1890. Un candidato a escritor, un pobre y famélico existencialista, que se pasea hambriento por la helada Christianía, que así se llamaba Oslo entonces, la capital de Noruega. Vivía en un conventillo helado donde no le alcanzaba para pagar la renta.

El escritor estadounidense John Fante era un admirador de Hamsun.

En su novela de 1939, “Pregúntale al polvo”, Arturo Bandini es un escritor pobre y sin éxito de 27 años en la ciudad de Los Ángeles. Sin éxito y sin un libro publicado, pero anhelante de sueños gloriosos. En una fuente de soda conoce a una camarera mexicana, Camila López, a la que él también anhela con ardiente desesperación. La presencia de sus muslos delicados de la azteca se le incrustó en la cabeza.

Fante fue luego una inspiración para otros escritores como Henry Miller. ¿Y quién es el personaje de sus obras, “Trópico de cáncer” y “Trópico de Capricornio”? Pues un pobre escritor que malvive en París. Fante inspiró también a Jack Kerouc  y a los Beatnik. Fante es además inspiración del gran Charles Bukowski.

Esa es una placa literaria.




Daniel Rojas Pachas ha animado el mundo literario y ha llamado la atención desde su inicio, eso es lo primero que debe reconocerse hoy.

¿De qué va el libro “Soma” de Daniel Rojas Pacha (2012)?

Pertenece a la misma placa literaria. Su protagonista es un joven escritor freak, editor de una editorial freak, que se pasea con sus colegas por un desierto freak. Vive con Verónica y se cuelga del internet del vecino, para mirar sitios porno, pues es un masturbador obsesivo.

Es decir, en esencia, trata de lo mismo que los personajes de Luis Seguel Vorpahl. Aunque, Rojas Pachas tiene un estilo fragmentario, saturado de citas pop o punk rock. Es un escritor existencial, pues mientras todo eso le pasa, él sigue preguntándose por qué escribe. Eso le da onda existencial. Y como el personaje está influenciado con el estructuralismo que aprendió en una universidad chilena, cita a Enrique Lihn y al estructuralismo francés. Guattari, Barthes.
Otra novela de Rojas Pachas, Random, va por lo mismo. Trata sobre el escritor que tiende a ver todo negro, que habla transgresoramente y sufre por la misma Verónica, y que se queja que ellas, el género femenino en general, siempre prefieren a los chicos malos.

Daniel Rojas Pachas es un prototipo del autor que esbozábamos en el artículo de Marusia, hace más de 30 años, con Ricardo Pérez. Es hijo de peruano y chilena, se desenvuelve fácil entre Santiago y Lima y ahora vive en México. Definitivamente, Daniel Rojas Pachas no ingresa en el método constreñido de autor regional. Se parece en eso mucho más a Roberto Bolaño. Es autor del mundo, como son, quizá, los verdaderos autores.



Seguel Vorpahl y Rojas Pachas expresan una literatura de representación de una era, de una época dura que se viven en todo el mundo. Es la zeitgeist, el espíritu de un tiempo, vivir ahogados.

¿Simplifico? Sí, de eso va la crítica literaria. Simplificar.

No importa lo bien que nos caigan los protagonistas de Seguel Vorpahl y Rojas Pachas. Son tipos dañados, solitarios, marginales y moralistas, en una sociedad sórdida y en descomposición, en una distopía. Son personajes que sufren en un mundo Distópico.

Puede que los personajes no nos simpaticen. Pero nos parecen honestos. Y fracasan. Dicen que la mejor forma de hacerse escritor es fracasar. Ojalá cuando uno es muy joven.

JOVEN CRÍTICO LITERARIO ¿QUÈ HACER ENTONCES?

1. Olvida. Olvida o descree del estructuralismo. Todo el aparato de interpretación literario formado desde los años 60 en Chile, está jubilado.
2. Lee. Conviértete en un gran lector. Ojalá de grandes obras literarias.
3. Viaja, ve el mundo. Sal de la pantalla.

La humanidad está en un momento crítico. Vivimos acontecimientos fuertes, que producen angustia, como la crisis ambiental y sus numerosas zonas de sacrificio.

Venimos de un Estallido Social que remeció al mundo.

Venimos de una pandemia que mató a 40 mil chilenos.

Ha habido mucha muerte, dolor y hambre.

El domingo 19 de diciembre en las elecciones se deciden cosas importantes en Chile.

Indistintamente del resultado, estamos en un punto partida de una nueva época, un nuevo momento histórico.

Hace 100 años, 1920, surgieron en Europa las verdaderas vanguardias artísticas ligadas a condiciones históricas semejantes a las de hoy.

Venían saliendo de la guerra y de la gripe española.

Esa época terminó, fatalmente, en el totalitarismo: el estalinismo y el nazismo.

La sociedad democrática debe tener un arte que se alimente de la vida, que cree nuevas formas artísticas. Unos artistas que piensen el arte en relación con su exterior. Más cosas auténticas.



 

 

 



 

 

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