—Háblame por favor de tus traducciones de autores escandinavos, publicadas en los últimos años. Autores como Thomas Tranströmer y Karin Boye, y su proceso editorial. Editoriales y editores. —Siento hoy una profunda emoción que ahora se publiquen mis traducciones de los 5 libros de poesía de la gran sueca Karin Boye, por la editorial Los Perros Románticos. Espero que sea un aporte al árbol de la literatura. El primer deber de un autor es abrir un nuevo territorio.
A veces, el camino es fastidioso, lo sabrán ustedes. A veces, en el camino se levantan hidras. En un momento, mi amado Chile sufría una dramática noche de una dictadura dominada por sádicos. Tenía 25 años y un malogrado día, muchos policías de civil rodearon mi hogar y se llevaron a mi padre y a mi hermano. La desolación y largos meses de ocultación, al final, me llevó al exilio, a un lugar que nunca soñé.
Nunca olvidé aquel invierno en que un avión aterrizó en un pequeño aeropuerto de Suecia. La noche invernal era blanca, un país níveo y frío. ¡Qué país hermoso, de paz, de bienestar, de aire fresco y puro y buena alimentación! Ser inmigrante también puede ser una identidad. Viví en Malmö y allí hice amigos. La importancia de hacer amigos es como tener una familia.
Un día leí a la poeta sueca Karin Boye en una página cultural. Su sensibilidad me conmovió. Desde entonces comencé a traducir algunos de sus poemas más famosos. Tarea que he terminado hoy con la publicación de toda su poesía reunida.
Trabajé de profesor y también escribía artículos culturales para el diario Arbetet, cuyos honorarios ayudaban a mi economía de profesor. Un día fui a entrevistar al joven poeta punks, Hakan Sandell. Entonces le propuse a Hakan Sandell hacer un recital poético en el Fredman, un centro cultural de la ciudad.
Había una vida literaria muy activa y vital en la ciudad de Malmö, que miraba el mundo desde abajo, gente crítica y auténtica, una generación antiautoritaria y creativa. Cada fin de semana organizábamos actividades artísticas en el Fredman, un acogedor centro cultural. Hakan me propuso que incluyéramos a otros poetas, como Clemens Altgard.
Visité a Clemens en su departamento, hablamos de unas bandas punks, bebimos licor italiano y me regaló un libro del danés Michael Strunge, el poeta había publicado 11 libros y se suicidó a los 27 años y que Altgard había traducido al sueco. Publiqué la entrevista en el diario Arbetet. Y un día el Fredman se llenó de punks escandinavos en una animada fiesta contracultural.
Era una tendencia natural que los tradujera al español. Y luego se publicó la antología de mis amigos, La Pandilla de Malmö.
Luego se publicó un libro con mis traducciones del mito danés Michael Strunge, desaparecido a los 27 años. También traduje un libro de poemas de mi amigo Clemens Altgard, No Muerto.
El año 1987, en un pequeño bar del barrio viejo de Malmö, el poeta Tomás Tranströmer —premio Nobel de literatura— inauguró los Días de la Poesía. Esa noche, el poeta sueco se paró desde un rincón y leyó uno de sus más famosos poemas: "Los recuerdos me miran". Supe de inmediato que estaba frente a un poeta admirable. Sentados casualmente cerca, intercambiamos palabras. Tranströmer tenía entonces 56 años, y era amistoso, sencillo y cálido.
"Tu poesía tiene cierta afinidad con Jorge Teillier, un paisano mío", le comenté.
“Lo he leído”, me dijo.
La escritora Sun Axelsson había vivido en Chile y le había hablado mucho de Teillier y él había leído traducciones.
Entonces empecé a traducir poemas de Tomás Tranströmer y esa antología Introducción para Inquietos ha tenido ya varias ediciones.
—Háblame por favor sobre la traducción, el oficio del traductor, la traducción en Chile, escenarios actuales, panorama de cultores de este oficio. Algunos ejemplos. —Sobre el oficio de la traducción literaria hay tantas teorías como pelos en un perro. Bendigo a esos académicos.
Pero, para mí la traducción literaria es un oficio práctico de 4 momentos básicos.
Lo primero es entender. Saber qué dice el texto. No hacerse trampa. Uno a veces, en una primera lectura, tiende a creer que entiende, pues el cerebro suple automáticamente ciertas palabras.
Lo segundo es el momento en que, de tanto darle vuelta a palabras oscuras, de pronto se iluminan y uno descubre el fondo del texto. Es muy tranquilizador y gozoso.
Lo tercero es la verdadera tarea del traductor literario. Encontrar el estilo, asimilar el ritmo, la rima, contar sílabas, pensar en los marcos estéticos, las tendencias o escuelas literarias. Esa tarea es la más rica.
Finalmente, no menos importante, es leer la traducción en voz alta, o pedirle a otros que lean algunos poemas, hasta encontrar la prosodia y que el ritmo sea grato al oído. Devolver un lenguaje vivo.
El escenario de la traducción en Chile siempre fue débil.
Jorge Teillier publicó un interesante libro Poesía Universal traducida por poetas chilenos, el que fue publicado en 1996 con traducciones de poetas chilenos, como Waldo Rojas, Omar Lara, Verónica Zondec.
En los últimos años noto un impulso a la traducción literaria, unido a las nuevas editoriales. Hoy hay buenas traducciones de poetas como la gran Soledad Fariña, Camila Fadda Gacitúa, o Leo Lobos, también admirables.
Chile tiene hoy una línea de apoyo económico a la traducción. Bien.
Pero a Chile aún le falta una política más orientada, con objetivos. El escritor es siempre fronterizo, va entre culturas y lenguas. Si Chile desea mejorar la sociedad, la traducción es necesaria. Nos hace menos arrogantes, menos prepotentes. Creo que el vigor de una cultura se mide en su interés por otras culturas.
—Háblame por favor de tus actuales y futuros proyectos. En qué estás trabajando tanto en lo personal como en otras iniciativas colectivas, en el contexto chileno de revuelta social y pandemia. —Saldrá pronto mi libro de relatos Asesinato en Copenhague, que edita Mago editores, un libro sobre un perturbador true crime de una periodista sueca en un submarino.
Lo que más me solaza hoy es la idea de un montaje de una obra de teatro, o teatro de cámara de dos personajes, en el estilo de la novela fantástica bizantina. Por un lado, Ingmar Bergman, el genio y cineasta sueco ya viejo, que ha sido visitado por la muerte. La muerte no es como él se la imaginó, un hombre de larga túnica negra. No. La muerte es una bella mujer de minifalda roja llamada Catrina. Para ganar tiempo, él la invita a bailar tango y descubre que ella es casta, ha mantenido su virginidad, no ha amado nunca. Oh, qué triste debe ser no haber amado nunca. La muerte no sabe lo que es amar. Debe ser terrible nunca haber amado.
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Omar Pérez Santiago
egresó de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile y, perseguido por la dictadura de Pinochet vivió en Suecia. Su primera novela, Malmö es pequeña, apareció en sueco en 1988, a la que le siguió, cuatro años más tarde, un volumen de cuentos, Memorias eróticas de un chileno en Suecia. Desde entonces ha seguido cultivando ambos géneros, además de la crónica, el ensayo y la traducción. Autor de libros como Allende, el retorno y Nefilim en Alhué.
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Entrevista a Omar Pérez Santiago
“El primer deber de un autor es abrir un nuevo territorio”
Por Leo Lobos
Publicado en revista GAFE, octubre 2021