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Constelaciones

Por Soledad Marambio
Publicado en La Segunda. Sábado 14 de Diciembre de 2019



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"Hva gjorde du i går" me pregunta la profesora de noruego, y yo comienzo con la letanía de las cosas simples que hice ayer. Lo suficiente para el examen, lo poco que sé decir. Me levanté, tomé desayuno, me duché, preparé desayuno para mi hija, me fui al trabajo después de que mi esposo saliera con la niña para la escuela. Trabajé, almorcé, dejé de trabajar, me fui a la casa y el resto de una rutina que, recitada así, en su esqueleto, con palabras básicas en una lengua que aún no me permite sutilezas ni gradaciones, suena tan gris como los días de esta semana noruega. La profesora le hace la misma pregunta a la chica que está al lado mío. Polaca, 22 años, estudia leyes. Lo sé porque lo contó hace un rato, en su propio noruego vacilante. Está nerviosa, no lo ha dicho, pero no deja de tocarse las manos y de estrujar el borde de su chaleco. Comienza su propia letanía. Pedazos de un día lanzados en una lengua ajena. Saquemos la hija y cambiemos "trabajar' por "estudiar" y nuestros días son casi los mismos. Nuestros bosquejos de vidas migrantes, tan similares a pesar de venir de dos países tan lejanos y tan distintos entre sí, de tener, las dos, edades tan distantes también. Nuestro uso del fragmento —del trozo de experiencia que podemos relatar— nos hermana por unos instantes.

Pienso en los fragmentos desde hace un tiempo ya. Por los últimos libros de Sylvia Molloy, por el último de Aurora Venturini, por "Los cuadernos de infancia" de Norah Lange, ahora último por "Flights" de Olga Tokarczuk (traducido al español como "Los errantes"). Ahí, Tokarczuk crea un todo, es decir una novela, hecha de trozos que a veces parecen entradas de un diario de viajes, pero otras veces son cuentos, cartas, ensayos, cuentos otra vez que vuelven a retomar un hilo que parecía perdido algunas páginas antes. En el discurso que la escritora polaca dio cuando recibió el Nobel hace algunos días habló así de los fragmentos: "Tal vez deberíamos confiar en los fragmentos, ya que son ellos los que crean constelaciones capaces de describir más, de una manera más compleja, multidimensional. Nuestras historias podrían referirse unas a otras infinitamente y sus personajes centrales podrían relacionarse unos con otros". Cada libro un Aleph borgeano. Mejor aún, cada libro una puerta al mundo, al real, el que Tokarczuk ve, junto a tantos de nosotros, caerse a pedazos aplastado por la codicia, la falta de respeto a la naturaleza, a la vida humana y tantas otras cosas. Sin embargo, este mundo despedazado sigue lleno de conexiones, de gente haciendo cosas —levantándose, tomando desayuno, protestando en la calle, llevando niñas a la escuela— que, de alguna manera, siempre, repercuten en otra parte del mundo, en otra gente.

Para Tokarczuk los fragmentos crean constelaciones y "la constelación, no la secuencia, lleva sobre sí la verdad". Porque en ella están las relaciones, el cómo nos afecta el otro, las repercusiones de nuestra existencia, también. Formar una constelación seria entonces el modo de narrar la realidad que nos rodea, con todas sus miserias, alegrías, hiper-conectividad, aislamiento y dependencia. La escritora polaca propone —e intenta en su propia escritura—buscar una forma de contar que permita salir de la experiencia personal y crear una historia que pueda ser universal y "ex-céntrica". Escribir como quien crea en el cielo un dibujo, una figura que nace con su propia historia gracias a un dedo que la traza desde la Tierra. En cada vértice de la constelación, un fenómeno, una persona haciendo algo, una loba pariendo, una gota de agua cayendo en alguna parte —o Walter Benjamín mirando sus propias constelaciones y fragmentos— y la historia narrándolo todo, sacando de esos fragmentos, el mundo. Dice Tokarczuk que la única manera de contar algo así sería a través de la voz de un narrador más que omnisciente, una especie de cuarta persona, que vea las conexiones y las partes. Para ella, un narrador capaz de esta visión y de articular esa mirada solo puede existir, formarse, a través de la ternura.

Dice Tokarczuk: "La ternura es la forma más humilde del amor... Aparece cada vez que miramos de cerca y con cuidado a otro ser más allá del propio 'yo'. La ternura percibe los lazos que nos conectan, las similitudes, lo igual que hay en nosotros... La literatura se construye sobre la ternura hacia otros seres. Es el mecanismo básico de la novela".

Hasta ahora solo he leído un libro y medio de Tokarczuk. Es poco, pero veo sus constelaciones y entiendo su ternura, cuando digo esto no quiero sugerir que no haya podredumbre en el mundo que cuenta. Cómo podría no haber, si lo que quiere es narrar la realidad que la rodea, pero lo que logra es que se vuelva brillante y conmovedor leer la miseria humana contada desde la ternura.



 

 

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Constelaciones
A propósito de Olga Tokarczuk y la ternura.
Por Soledad Marambio
La Segunda, 14 de Diciembre de 2019