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POESÍA DEL SUR DE CHILE: UN FULGOR INTOLERABLE
Rahue: imaginario sur y Los Lagos: imaginario sur, de Paola Andrade-Cantero
Por Luis Gutiérrez Infante
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Un día de octubre de 1941, el poeta Carlos Argentino Daneri llama telefónicamente a Jorge Luis Borges. Estaba muy agitado, porque su casa de calle Garay, en Buenos Aires, iba a ser demolida para ampliar las dependencias de una confitería. El terror del vate no radicaba en la pérdida de un bien raíz magníficamente avaluado, ni en la consiguiente pérdida de una reliquia familiar. A Daneri no le importaban los recuerdos. La causa de su agitación estribaba en que el derrumbe implicaría la destrucción del ALEPH, una pequeña esfera luminosa anidada en el peldaño diecinueve de la escalera que conduce al sótano.
Hasta ese minuto, Borges desconocía la existencia del Aleph. Aguijoneado por Daneri se apresuró hasta el inmueble donde pudo conocer aquella extraña manifestación de rasgos sorprendentes, si no fantásticos. Poco después, lo narraría del siguiente modo:
“En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa … era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol …, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escrito cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, …vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”.
El Aleph, en definitiva es un punto en el universo que contiene todos los puntos del tiempo y del espacio. El ALEPH ES EL INFINITO, LA ETERNIDAD.
Este sorprendente relato de Borges nos conduce a la siguiente hipótesis: la literatura, la poesía, opera como un verdadero e inagotable aleph. En ella se contiene toda la realidad. El lenguaje, la palabra, posee ese don. Es principio y refugio del universo, es el origen y el ocaso del hombre. El resumen de toda su historia, de todo su pensamiento. La poesía nombra e inventa todas las regiones. Es cárcel y libertad, es amor y odio, es vida y muerte. En ella se revela el ser y la nada.
De tal modo, los bellísimos textos que nos regala Paola Andrade-Cantero, Rahue: imaginario sur y Los Lagos: imaginario sur (resultado de una intensa labor recopiladora desarrollada en los últimos años) responden a ese mérito: atrapar aquel universo, aquel territorio denominado sur de Chile, en toda su integridad, a través de la obra de una veintena de autores, poetas, narradores, que han logrado reflejar en sus obras la cosmovisión, la imagen de mundo, la magia, el dolor y la esperanza, el paisaje y sus habitantes, de aquella Araucanía mítica que infunde a las letras un sentido vital, humano, ingobernable.
Los trabajos seleccionados en estas antologías no dejan nada pendiente. Se trata de una mente social, colectiva, que representa su experiencia común, sus modos de vida, sus logros y sus fracasos, sus tradiciones, su flora y su fauna, sus árboles nativos, sus casas con cocinas a leña, sus espíritus ancestrales, el olvido y el futuro, la nostalgia y el impulso…
Obras heterogéneas y unívocas, regionales y universales, a la vez. Porque la verdadera poesía es una sola, patrimonio del mundo, esencia de todas las cosas.
Estos imaginarios sureños dan cuenta de una poesía multiforme que atraviesa diversas tendencias y estilos. En el libro Rahue, por ejemplo, cohabitan la antipoesía de Eugenio Matus con la poesía lárica (poesía del hogar, del terruño) de Delia Domínguez, Omar Andrade, Bernardo Colipán y Paola Andrade-Cantero. Cohabitan textos que reivindican la imagen femenina (Ximena Burgos) con discurso eróticos (Roxana Miranda). La pérdida de la identidad, la reivindicación histórica de los pueblos originarios y la poesía social, se materializan en los trabajos de Elena Bórquez, Cristian Antillanca, César Millahueique, Mauricio Bello, Juan Carlos Carvallo. En esta compilación hay desenfado e irreverencia lingüística (Patricio Riquelme), dobles códigos, fusión o mestizaje del lenguaje, en la voz de Jaime Huenún, Jorge Velásquez y Paulo Huirimilla.
Y en este panorama heterogéneo, ¿existen elementos explícitos que confieran unidad en la diversidad? Según Andrade-Cantero, a propósito del imaginario sureño, en este territorio geográfico y poético existe una pugna entre lo rural y la ciudad: la poesía asume la defensa frente al sistema, la aldea se revela frente a Babilonia, la poesía reconstruye lo derribado, se autoafirma a sí misma, toma conciencia de su integridad y la revitaliza en un mundo gobernado por el metal.
Paola Andrade-Cantero, poeta, narradora, investigadora, académica, gestora cultural, nos ha regalado dos obras fundamentales para el reconocimiento y la refundación de nuestro mágico sur, atrapado en esa esfera tornasolada de intolerable fulgor llamada sencillamente poesía.
Santiago, septiembre de 2016