Proyecto Patrimonio - 2025 | index |
Juan-Agustín Palazuelos | Autores |








Espejos de Palazuelos


En Cormorán, N° 6, febrero-marzo de 1970

Tweet .. .. .. .. ..

Iowa City, November 5th.
1968. (01.15 hrs.)

Es como si viejos fantasmas ya desvanecidos hace tiempo, volvieran a aparecer reunidos en un solo haz de horror. O mejor, aún, es como si todos esos viejos fantasmas menores le hubiesen cedido su vigor a ese viejo y sempiterno fantasma que es el miedo indeterminado; el terror recurrente; el sentimiento de culpa no muy bien definido (o disfrazado de sentido del deber, orden, etc.).

Pero ahora puede describirlo (aunque sólo sea por un instante y de manera muy sumaria): La sensación inconfortable y medrosa que me produce el estar despierto y lúcido a estas horas de la noche, mientras mi familia duerme.

Tal cosa me sentía cuando era estudiante de leyes y permanecía la noche entera leyendo o escribiendo, pese a que sabía que al día siguiente no podría levantarme para ir a clases. Y entonces por la mañana vendrían los insultos, los gritos y amenazas de mi padre, e incluso la violencia (a menudo). Pero en ese tiempo, disfrutaba sin límites del placer de la lectura de cualquier novela que cayera a mis manos, de cualquier libro que no fuese relacionado con Derecho.

Ahora ni siquiera sé qué libro será capaz de entretenerme. Lo peor es que mi estado de ánimo es más trágicamente real que esa "melancolía" que aquejaba a los románticos como el joven Werther u otros, que al menos tenían fuerzas para vagabundear.

 


Iowa City, domingo 10 de noviembre de 1968
(13 hrs.)

MEMENTO: El coro de los P.P. Franceses: las miradas hacia los costados cuando alguien desafinaba. El padre Felipe dirigiendo exageradamente. El recuerdo que aún tengo del Unus ex discipulis...

 


24- XI - 1968

Traspasar esos límites visiblemente oscuros. Allí donde se detiene todo acto. Moverme más allá de estos esporádicos impulsos que terminan en el absoluto reposo.

Cuando me pienso de siete u ocho años. Solo en un escritorio en semipenumbra. (El escritorio de la casa de una tía abuela). Puedo revivir toda sensación: Es casi de orden matemático la precisión con que puedo reproducir el tacto del tomo del "Tesoro de la Juventud" (edición anterior a 1920) que mutilo viciosamente encantado, doblando cuidadosamente el cuadernillo que he separado con un cortaplumas. El mismo cortaplumas que me sirve para continuar desarmando el reloj de bolsillo que me deslumbra con su inexplicable mecanismo salpicado de oscuros rubíes. Aquí me detengo comparativamente: El fracaso en la extracción de todos esos diminutos granos rojos enquistados porfiadamente en el acero me anima a seguir desarmando cada vez con mayor cuidado, aunque con creciente brío, ese reloj que no me pertenece. Tampoco me pertenecía el libro mutilado. Pero ahora que guardo algunas de sus hojas en mis bolsillos mi inquietud está satisfecha. (Más tarde me levanto para ir al baño, y allí, sentado en el water, desdoblo las páginas amorosamente y leo de prisa una historia de Caballeros y de Duendes, de Reyes y de Encantamientos, ribeteada de grecas de cabalístico dibujo: la emoción placentera casi insoportable que vivo es un producto puro de la visión de esas ilustraciones. Pero no resisto más y cuando mayor es el placer, cuando mi satisfacción va en crescendo, doblo apresuradamente las hojas y vuelvo a guardarlas con cautela). (Hay una fotografía de esa época: estoy sentado en un banco de la Alameda. Pantalón corto, brazos cruzados. Cara de intensa soledad y desencanto).

 

24 - XI - 1968

El camino está detrás de los árboles. Distinguir la multiplicidad de troncos casi iguales constituye una especie de revelación: me doy cuenta que hasta ese instante mi subjetividad había desaparecido por completo durante esas cinco horas transcurridas en mi cuarto y los primeros instantes de paisaje interrumpidos por mi imagen reflejada en el atrabiliario espejo descolgado con impaciencia desde la pared del baño, y ahora recortando en absurdo rectángulo un pedazo de bosque ocupado por mis ojos y mi barba. Y más atrás mi hija y luego más árboles y cielo. Dos cielos confundidos. Ambos irreales. O no tanto como mis rasgos. Especialmente la trasparencia de mi propia mirada que me pierde en una duda sin respuesta. ¿Desde dónde me contemplo? ¿Desde qué punto geométrico parte ese impulso vivo que es mi pensamiento, detenido por mi presencia reflejada como imagen?

Entonces desaparezco. Llegan los árboles. Los oscurecidos pinos de la costa que parecen ola terrestre. Es como si al olvidarme a mí mismo, me recordara súbitamente. Un golpe de historia propia. Total. Dinámica pero factible de ser representada en el contenido de una foto que podría ser película. Recupero el tiempo, el sentido del tiempo.

Empieza a dolerme como si se hubiera muerto. Hasta que me doy cuenta que estoy sufriendo con mi propia muerte. Rechazo la superposición de la imagen de la portada de "Cumbres Borrascosas" que leía mi madre cuando yo debo haber tenido cuatro o cinco años. Sin embargo, la realidad es ineludible. Yo tengo cinco años y mi madre ya no me importa. La he perdido por un acto que no recuerdo haber cometido ni tampoco sé en qué consiste. La he perdido para siempre. (En este mismo paisaje). ¿A quién he perdido?

¿Hasta cuándo desperdiciaré mi tiempo? Hasta encontrar ese equilibrio y esa "generosidad" de que tanto hemos hablado con Roberto.

Hasta que encuentre una razón moral en la cual apoyar mi deseo y no sentir culpa. ¿Qué culpa, Dios mío?

 


29 -XI - 1968

Me pierdo en mi propia mirada. Simétrica en su destino.

Releyendo "AURA" de Carlos Fuentes. Versión inglesa. Notable. Notable.

(escuchando los estudios de Chopin: op. 10 y op. 25).

Además: ¡Que tristeza más maravillosa!

Es la "tristeza" que "no" es "angustia".

 

 

_______________________________
N. de la R.: Juan-Agustín Palazuelos nació en Santiago en 1936 y publicó las novelas "Según el Orden del Tiempo" (Zig-Zag, 1962) y "Es muy temprano para Santiago" (Zig-zag, 1965). Falleció el año pasado, víctima de una súbita enfermedad, a poco de haber regresado de Estados Unidos, donde estuvo becado en el Taller de Escritores de Iowa. Los pasajes que se publican de su diario de vida pertenecen a dicho periodo.

 

 

 

 

 

Formulario de solicitud a Ted Berrigan para la membresía de los
Poetas de Nueva York con Juan Agustín Palazuelos

[En "Sensualities", de Sydney Bernard Smith. Raven Arts Press, Irlanda, 1981]

Son las 3:48 p. m. del 23 de mayo de 1969, una tarde verde en Iowa City
Estamos subiendo la colina desde EPB
Juan está hablando de Simon
Entrecierra los ojos como Simon, pero Simon se ha ido
El general De Gaulle se ha ido a Irlanda durante seis semanas.
Está esperando los resultados de las elecciones
Juan tiene barba negra, se parece al Che
En la esquina de la calle Clinton, unos chicos hippies nos detienen
¿Estás listo?, le dicen a Juan, ¿nos vamos ya?
El Che se ha ido a Irlanda, donde se aloja de incógnito en Coombe
Sin su barba, Juan podría ser confundido con el general De Gaulle
Son las 4:02 p. m. de una tarde oscura en la taberna de Donnelly
Los chicos hippies ya están jugando al pinball o follando
Han recorrido dos millas en el camino a casa desde Emaús
Me vendría bien un buen polvo, pero tengo que ir a cuidar de Bill, que está en problemas
Adiós Juan, adiós Susana, adiós General De Gaulle, adiós poetas neoyorquinos
Adjunto encontrarán doscientos cincuenta para mi suscripción de miembro

 

 

NOTAS

Ted Berrigan es un poeta estadounidense, es decir, norteamericano. Un día estaba leyendo poemas y dijo, a modo de presentación de uno de ellos: "Me han descrito como un poeta neoyorquino... ahora bien, no sé qué significa eso, pero estoy dispuesto a dar la membresía de los Poetas de Nueva York a cualquiera que rellene el formulario y me envíe cinco dólares... ¿Te gustaría ser un poeta neoyorquino, Sydney?"
Siendo yo uno de los pocos no estadounidenses presentes. De ahí esta pieza, que fue compuesta oralmente comenzando la primera vez que fue citada, y transcrita tan pronto como estuvimos sentados en Donnelly's, recuperándonos del encuentro en la esquina de Clinton Street.
Juan Agustín Palazuelos era un escritor chileno de treinta años,
y entre nosotros obtuvimos la receta para un poema neoyorquino que resultó en esta propuesta. Entre los ingredientes deben estar los nombres de pila de sus amigos, especialmente si son escritores, y luego puede hablar de ellos en notas a pie de página. Así que;
. . . . Simon: Ortiz, un verdadero escritor estadounidense, un indio.
. . . . Susana: Heringman, una joven escritora de Iowa.
. . . . Bill: Keough, un escritor un poco mayor de Boston.
. . . . Che: Guevara Lynch, un escritor de Argentina y Cuba.
. . . . General de Gaulle: un escritor muy anciano de Francia.
. . . . EPB: un hogar para escritores jubilados en Iowa City, EE. UU.
Tristemente, Palazuelos ya ha muerto. De hecho, murió repentinamente ese verano, a su regreso a Chile.

 

 


 

 

. . . . . . . . . . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .




. .








Proyecto Patrimonio Año 2025
A Página Principal
 |  A Archivo Juan-Agustín Palazuelos  | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Espejos de Juan Agustín Palazuelos.
En Cormoran, N° 6, febrero-marzo de 1970