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Las Aguas Circulares de Cecilia Pérez Matus

Por Paola Andrade-Cantero
Poeta
Profesora de Lengua y literatura



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El libro Las aguas circulares propone el inicio de un viaje. Locus amoenus, cuyo punto de partida es la floresta, no obstante su migración al espacio de la bohemia, la realidad de la noche abrigando quizás el viaje del flaneur.

El formato como poema continuo de un primer texto, nombrado “Los Círculos Salvajes”  llama la atención por la separación con barras oblicuas o slash,  casi como si se trata de una cita de otro poema escrito antes. Recordemos que según las reglas tipográficas, esta barra oblicua inclinada, se usa  también cuando se transcribe un texto no poético, en las transcripciones de portadas de textos antiguos por ejemplo.

Dice “Los Círculos Salvajes”: “sombra encendiéndose a ratos/ entre el humo y el pequeñísimo agujero de la luz/ por donde posaba mi mano entre la gente”

¿Acaso el agujero es, la abertura por donde un lector puede observar, cual Demiurgo? Aunque el poema está escrito en primera persona, parece que se trata del relato de otro relato, habrá que investigar quien lo protagoniza.

Mientras tanto la voz lírica central, continúa en medio de la furia, la violencia y la soledad de la gran ciudad, en la evasión de la música en inglés, las luces, el juego. Afirma que transita:   “sin más dados que un ombligo seco con la que jugarme la suerte en la ruleta del camino”. Apostando con lo que tiene a mano, probablemente solo su cuerpo. ¿Es mujer?  Aún no sabemos pero dice que transita: “hilvanada, sostenida”.

En el texto IV manifiesta que está:   “representando un personaje que no es el mío”... Entonces vamos bien, esta voz siendo un “ella” o un “él” se sale de sí misma, hasta transformarse en un “otro”  que nos habla. Nos habíamos dado cuenta, algo andaba mal.

Este texto a diferencia del anterior, asoma con versos cortos convencionales.  ¿estamos entonces, por primera vez ante la voz real y su sobriedad? 
Acto seguido en la segunda parte, o segunda estrofa retoma el fingimiento, sigue hablando desde otro.   “Yo quisiera llorar/Quisiera que entraran en mí y vieran cuanto esfuerzo hago por mantenerme en pie.” Su entelequia es encontrarse a sí misma, deshacer la dispersión, retomar su yo propio. En el breve poema Regla de a tres, hay una pretensión de construcción circular  a propósito del nombre  del libro y lo analizado anteriormente?

No son cuatro/ son tres
No son tres/ son dos
No son dos/ son Una
No son Uno/ soy Yo
tan impar en el límite

Me pregunto cuál es la relación del círculo con los pares,  ¿es el eje, el tránsito de la línea hacia su otro extremo, el cierre de una idea?  Acaso si las líneas no transitaran en pares no podría formarse  un círculo? Las preguntas siguen llegando, pero lo que es explícito en este texto es que fuera de la referencia a Huidobro con aquello de los cuatro puntos cardinales son tres, el norte y el sur; En Regla de a tres continúa una búsqueda, una ensimismada observación.

En “Ellas y la otra”, hay elementos que recuerdan el Cantar de los Cantares, casi se percibe un cierto aire pastoril,  jugueteo en los jardines de sílfides y ninfas. Encontramos que ya no hay dos, sino muchos personajes que se desdoblan en nuevos “yo” dispersos.  Quizás el bien y el mal, la Eva de la serpiente y el colectivo amenazante. ¿Quién tiene la gran verdad en todo esto? 

Pero también “Ellas y la otra”, nos recuerda el libro “Poemas del otro” de Juan Luis Martínez;  el cual, según una reciente investigación, no fue escrito por el chileno, sino por otro JLM  catalán-suizo,  a quien solo tradujo, de allí el nombre que le escogió. Antes de descubrirse el entuerto de Martínez, se dijo mucho sobre  el libro, especialmente que trataba de emular a Fernando Pessoa y sus procedimientos poéticos, cuya característica principal era su afán por construir identidades que se sumaban a otras, duplicaciones que tenían como producto estético la desintegración sistémica. Es decir el intento de sumar,  procedimiento que la autora también realiza en este libro, da cuenta de una fragmentación, de una voz poética quebrantada.

La humana necesidad de construcción de la identidad individual, busca percibirse como una totalidad. Este encuentro personal, que demanda una validación en el colectivo en el que desempeña sus afanes, posibilita la continuidad de  ser “uno mismo”. La identidad singular se presenta con todas sus expectativas frente a un “otro”, quizás en confrontación frente a lo desconocido, frente a un rival. Ejemplificaremos con el poema Bueno, bueno de Yanko Gonzalez, del cual me tendrán que perdonar la transcripción libre de una lectura poética realizada por el autor. Este inicia con:

Bueno Bueno quien no se equivocó, una vez  la erré yo
recuerdo nada grave algo, como al pasar
no sé, escruté articulaciones de otra
troté con otra
miré a acostarse a otra     toqué a otra
volví con otra  
fui a una feria libre con otra
le vi a otra
milité el movimiento de otra.

Vemos como el sujeto escindido de este poema refiere a una “otra” que se transformó en la imagen de extranjera. Cuerpo extraño, rival, lejana, distinta, desde un tiempo pasado, según la desengañada voz poética que habla. Cecilia dice asimismo en Ellas y la Otra:

En blanco narciso la Otra
retornará en primaveras
- ciega por costumbre al infierno-
a ser acuchillada por el brillo
De sus Ellas va cantando la Otra
en deliciosa ronda al viento
/sembrando
/granando el fruto hasta volverlo rojo
Seducidas por un canto
dejan Ellas a la Otra perdida entre el follaje

En el poema de González Cangas, solo hay una voz que canta la nostalgia, en el de Cecilia una “voz otra” da cuenta de su ser y estar escindida, desde muchas voces  señaladas  como “ellas”, lo que también se da inversamente. El juego de estos conceptos filosóficos y antropológicos,  crea un punto de inflexión que plantea el libro completo. Las aguas, las corrientes que sustentan el transcurrir, el péndulo es la crisis, pero al mismo tiempo lo que mantiene vivo el ciclo. Por otro lado en  “ellas”, encontramos  la evidencia del relato de un colectivo femenino, pero a la vez una sola voz fragmentada que universal, sin géneros se desdobla en muchas o muchos.

En otro punto, “El cristo que nadie supo que fue hombre”, es el elogio a la forma plástica de morir que escogió un compañero en la universidad. Comparto este homenaje pendiente de Cecilia, porque también le ofrendé un poema en un libro que publiqué en mi época universitaria…de esos libros que a veces es bueno olvidar.

Pero no es este el caso, hay una propuesta comparativa interesante, la cual sin duda le habría gustado a Pato Guerrero, soldado que  eligió escapar de  esta guerra. Un Cristo, un sacrificado, un asesinado, por sus propios fantasmas…y finalmente ¿quién no los tiene?

El texto, arriba con armonía en la repetición del número cabalístico 3.

“a las tres de la tarde…
Se clavó al madero a las tres,
Pero siempre fueron las tres.”

Como una crónica real maravillosa, al igual que la muerte de  Santiago Nasar,  estaba anunciado, hubo advertencias, fue inútil: ¡Lo han matado! … la voz lírica concluye con esperanza cristiana:

                                               Volverá.
Volverá a nacer en otra lápida.

“Aún es tiempo de volver a casa”, es una composición poética que además de ensayar  un retrato del sur, es un homenaje al poeta y profesor Sergio Mansilla.  Como remembranza de otro tiempo, desdobla el paisaje lárico de Chiloé. Sin embargo, el final  queda interrumpido por una imagen de ímpeto menor que las anteriores, es el riesgo que  a veces contienen los homenajes, cumplen su objetivo, pero parece que cierto gustillo quedara en falta.

En el poema “Los bellos despiertos”, la teoría recién esbozada se derrumba, porque aunque es un homenaje también es un poema de extraordinaria belleza. La dedicatoria es sugerente y clarificadora: A Cristian Aurelio Antillanca, poeta a cuya Ítaca vuelve y canta,  en eterno compromiso con sus olas.”

Reconozco que este texto me hace sentir, felizmente referida… Alusión mediante, no solo de los amigos bellos de la autora, sobre todo despiertos en la religión de la poesía, y salvos en ella. Pero en fin, aquí confirmamos nuestra teoría inicial, el viaje se transforma en el centro fundamental del libro. En este sentido Ulises, Ítaca, íconos, arquetipos de mito y viaje están presente. El desplazamiento, la transformación desde este  constante movimiento, que permite que las aguas no se tornen estancas, aparece una y otra vez. Aunque debo afirmar que difiero en aquello de que a estos bellos despiertos:   ni los apuntará ningún satélite desde el espacio”, porque en la generalidad, los amigos indicados  son poetas, y la poesía en cuanto herramienta política es una de las más peligrosas, de allí que es altamente probable que en este mismo momento los satélites nos tengan en la mira…Comparto la belleza de los versos:

“Viven de viaje
“porque su casa es el mundo
Aman con furia
y no se cansan de llegar derrotados
triunfando en silencio

En “La mujer que nos seduce” entra una nueva voz, o ¿es alguna de las anteriores? Escrito en prosa y entre comillas, a ratos parece voz masculina, pero se dice una Circe,  tres maletas, tres géneros, hombre, mujer, hermafrodita. Me parece que este, es uno de los poemas fundamentales del libro. Se yergue como eje de sentidos, donde las diversas voces, o la voz central que se desdobla, de alguna forma realiza una especie de manifiesto. Describe a las otras, las que viven en la voz central, las que hemos viste moverse durante todo el libro, pero a la vez toma su voz expresión, siempre escindida y problematizada con sus propias muertes y resurrecciones, a lo que sumaría también, las reencarnaciones.

“Las aguas circulares” son casi el final del viaje. Se trata de un dialogo, una obra dramática casi. Por primera vez se  despejan las voces y es una sola madre, que en voz alta guarnece el camino de su hijo.

A lo largo de todo el libro, la voz poética nos va tirando “migas”,  como en el mito de Ariadna, o en el cuento de Hansel y Gretel, aparecen frecuentemente elementos que reafirman el carácter encriptado del texto. Plantea enigmas que convenimos desenrollar poco a poco, hasta llegar al fondo. Desde el primer círculo, hasta llegar al espacio del texto final “Espejos en floresta”.   Un avance lento, un viaje de iniciación, donde los círculos de pensamiento nos arrojan claves, luego se reservan.

El carácter simbólico del círculo en literatura, nos lleva inevitablemente a Dante y su siempre actual obra. Más allá del carácter moralista de una época oscurecida por el concepto cristiano, los versos italianos intentan develar los conflictos internos  más profundos de la humanidad, haciendo por ejemplo la diferenciación entre los pecados de debilidad y los pecados de malicia, es decir según Dante somos asiduos pecadores, pero algunos pecados son espontáneos y otros concebidos con premeditación. En este libro vemos una emulación que inicia desde un infierno, que corresponde a la verdadera naturaleza de la voz lírica, con sus complejidades y titubeos, hasta terminar en el paraíso  de la madre ejemplar que se queda en casa, tal cual la estructura de la Divina Comedia.  La expresión de autocensura de la voz en constantemente tentación, reivindicación y culpabilidad debido al reproche social, contiene el conflicto moral que en el libro italiano existe, con toda la intensidad de la visita literal al infierno y la ascensión al cielo. 

La presencia del espejo es otro elemento de recurrencia en el libro. Estos adminículos suelen representar un peligro para quienes procuran y está en sus principios mercantiles, impedir el conocimiento. Tal cual manzana de Eva, el espejo es la posibilidad de ver “más allá”, de encuentro frontal con la propia belleza esencial. Alzada desde la divinidad del saber, desde el descubrimiento, el conocimiento es la cúspide de la belleza.  Recordemos que el mito de  Narciso,  es el relato de uno a quien se le había pronosticado la felicidad siempre y cuando no viera el reflejo de su imagen, ergo, como en toda maldición, finalmente verse reflejado en el agua y enamorarse de sí mismo fue uno, así como terrible fue la imposibilidad de poseer la imagen descubierta. Sorprenderse en toda su dimensión, verse desde lejos imposibilitado de ser lo que natura dispone, quebranta la mismidad.

Lejos de la idea del reflejo del espejo,  solo como ideal de belleza, que dicho sea de paso cambia con el tiempo y las culturas, propongo que estamos más cerca del concepto de espéculo que solo de un receptáculo de vanidades y frivolidades. Según Sócrates, el espejo es gran maestro, capaz de crearlo todo y  trasladado al contexto de la literatura, nos aproxima a la mímesis, característica propia del arte en general. Pero el ir y venir de estas aguas movedizas, como toda agua que tiende a circular, nos lleva a pensar que el reflejo no es la realidad, porque en cuanto copia se transforma en otra. Es decir el reflejo no es lo que sucede en realidad, tiende al engaño.

En el mito de la caverna, el contraste entre la oscuridad, la ilusión y la luz plantean este mismo dilema, así como la o las voces poéticas de Las Aguas circulares, nos convocan a la pregunta de cuál es el eje, la verdad y cual la oposición, siempre estamos sometidos a un tránsito vernáculo entre la oscuridad y la luz.

No hay en este libro una apelación a la memoria histórica, y aunque podemos decir que más del cuarenta por ciento de los textos despliegan erotismo, tampoco es un libro erótico, es una voz femenina central la que vaga distorsionada en su propio ser; no hay pretensión de manual de teoría de género…Por descarte, podemos intentar una definición justa de Las aguas circulares, pero este ejercicio no tiene sentido, porque uno de los objetivos que  plantea  es evocar la dispersión, el laberinto sin fin, la imposibilidad de asir el agua en el movimiento sin nombre, de sus corrientes ondulantes.

En la escritura la autora pretende mirarse a misma, lo que el lector replicará con su propia lectura, produciéndose así el círculo, el reflejo, la mirada de Alicia, el ejercicio de Borges, la entrada al laberinto interminable, la reproducción hasta el infinito de la dicotomía de la interpretación. Al interpretar se produce la proyección del yo y de todos los superegos que transitan, se mueven en cada uno de nosotros, con quienes Cecilia nos permite encontrarnos en la transgresión, en el acto de leer este su primer gran libro, Las aguas circulares.





 

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"Las Aguas Circulares" de Cecilia Pérez Matus.
Por Paola Andrade-Cantero