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Paola Cantero | Autores |

 

 








Antología Imaginaria, una invitación a quemarlo todo

— Prólogo —

Por Paola Cantero

 


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“La propia poesía se nos aparece como un lenguaje fronterizo que moviliza a su favor la desestabilización
(…) el desborde de las categorías que los clasificarían como de aquí o de allá” [1]
Sergio Mansilla.


En la provincia de Hunan, una región montañosa del sur de China, lugar de nacimiento de Mao Tse-dung, nació una lengua secreta llamada nüshu o “escritura de mujeres”. Fue creada como una manera de resistir a la opresión de los hombres, quienes tenían su propia “escritura de hombres" o nan shu, prohibida para ellas.

Luego de su descubrimiento se han generado diversas iniciativas para difundir y rescatar este legendario alfabeto escondido y hay nuevas aprendices quienes, además de practicarlo han entendido su real dimensión. Una de ellas expresó: "Los hombres tienen su escritura, sus libros y sus escritos, son hombres virtuosos. Nosotras tenemos nuestra escritura, nuestros libros y nuestras escrituras, somos mujeres virtuosas”.

Quien comparta el conocimiento de algo reservado, quien participa de un código secreto como las bordadoras de Hunan, son llamadas “iniciadas”. Así, como las antiguas habitantes de Hunan, las poetas de esta antología serían unas “iniciadas del valle” al participar del misterio de los vientos anidado en el San Francisco, en La Virgen, en el Yevide. Como el secreteo de la luz con el ocaso, poder ver más allá, el Orolonco, el Juncal, La Giganta y por fin, escuchar las olas del mar.
 
Es decir, las poetas se asoman desde un contexto y desde las subjetividades de este.

Las voces de “Imaginaria/ Poetas de Aconcagua” son, aludiendo a la epistemología feminista de Donna Haraway, autoras situadas. Emergen desde el cuerpo/territorio propio, desde la dinámica familiar, del tiempo histórico y desde un lugar material, una comarca, un lugar de interacciones que establecen el sentido de lugar y las implicancias simbólicas, colectivas e individuales.

Desde Mendoza, Andrea Benedetto afirma que el territorio podría: “ser visto como espacio de inscripción de la cultura, como objeto de representación, apego afectivo y un símbolo de pertenencia socio-territorial”.

No se es neutra en esto. Perteneces o no perteneces cuando eres poeta. Es una acción política. Porque la poesía es conocimiento, ergo siempre parcial y situada.

¿Qué se puede hacer en el prólogo de una antología de mujeres, entonces? Comparar a las autoras con otras nacionales o extranjeras, vivas o muertas; podríamos analizar el uso del lenguaje no sexista, también llamado de género neutro o inclusivo, propuesto desde los años setenta por las compañeras feministas; definir qué tan feministas son y a qué escuela se adhieren sus integrantes, algo como un feminestometro o podríamos dialogar sobre conciencia, teoría crítica o quizás... 

Indefectiblemente, cualquier consideración debería estar bajo estos prismas, más, procuremos poner en perspectiva el dialogo, darle un eje central con las palabras de la historiadora y poeta austriaca Gerda Lerner, quien afirma: “las metáforas de género construyeron lo masculino como norma y lo femenino como algo anormal; el hombre como un todo poderoso; la mujer cosmo inacabada, físicamente mutilada y emocionalmente dependiente”.

Son las ficciones de los estado-nación, del orden social, de las espiritualidades, de los deseos, de los padecimientos físicos y claro está, también del arte y la literatura en alguno de sus estados, hasta hoy, seguro que sí.

Desde allí iniciamos, con estas afirmaciones, hoy incuestionables. Solo cabe preguntarse: ¿Cómo es posible que no vimos en su real dimensión el sombrío paisaje descrito por Lerner, mucho antes? Más, llegó la cuarta ola con sus globalidades, redes sociales y es inverosímil bajarse de ella, en hora buena para la humanidad. Porque el feminismo no solo unificó al colectivo desde la praxis, recordemos a Las Tesis y su influencia global, además, refrescó las epistemologías occidentales. En algunas áreas esto se evidencia con mayor claridad, como la emergencia de un nuevo relato histórico, donde antes no existía la mujer como sujeta. Lo mismo en las ciencias y la literatura, por cierto, eje de todas las revoluciones.

Entonces, advertir y difundir el trabajo poético de mujeres también es un acto político e histórico. Cartografiar, diagramar una poética de los espacios en el valle, es una acción feminista concreta.

Hacer poesía, es una opción audaz y temeraria, pues, si las relaciones más complejas con el feminismo se evidencian en el discurso, en las ideas desarrolladas desde un imaginario lingüístico específico; coconstruirlo socialmente, reelaborarlo, es la verdadera batalla contra el patriarcado.

Estas tensiones se expresan muy claramente en el texto poético, porque la literatura personifica realidades, devela relaciones de poder, pero, además, sin manifestar pretensión alguna. Estos mecanismos sígnicos han sido analizados desde la relación de la lingüística y el género, por la británica Mary Talbot.  

Es así como en la lectura, según Kate Millett acontece el desasosiego: “Leer la literatura escrita por mujeres significa ver y escuchar repetidamente una fricción con la realidad insatisfactoria”. De esta forma quien lee, siendo mujer establece una conexión de empatía y proximidad con esta “no realidad” que comparten las féminas, tanto en el escribir como en el leer, una especie de círculo de confianza poética que como en el nüshu pretende comunicar “aquello que no se puede decir” pero que igual es dicho entre ellas, entre nosotras.

Entonces, teniendo en vistas estas tensiones discursivas, comentemos a las poetas del valle.

En primer lugar, la poeta Priscila Beas, hace manifiesto su compromiso con la poesía y con su origen mapuche, desde allí se construye, es decir, desde la tierra y la conexión con lo inconmensurable.

El poema “La grieta”, es la expresión de cierta anomalía que se dilucida en el último verso, pero antes, hay una invocación a la acción: “qué es eso de no mojarse y de no beber cuando es abril, / suspender la poesía cuando hay temporal”. Finaliza: “el apremio, la condena, el abismo, / el exceso, el temblor, / la grieta de sentirme mapuche por dentro.” Y el acto creativo se concreta en un llamado cuyo contenido es un: “Sueño tardes enteras con los árboles de mi adolescencia”

A continuación, la poeta Nadia Moya Puebla cuyo seudónimo Nur, significa “luz” en árabe, inicia con una serie de preguntas retóricas. Distinguimos que no espera respuestas, sino reflexiones y en esta ocasión versarían sobre un cierto realismo existencial. Pero hay más: “¿Quién eres tú? / ¿Acaso la paloma posada en la oxidada techumbre?”, es una experiencia de movimiento, composición, el paso del tiempo y la fragilidad, todo lo cual: “se han de fundir en el vendaval de la desolación”. Este juego se replica en el siguiente poema: “Otro día más, voy despertando y ¿qué veo? /Un columpio que se mueve en el vacío”. Movimiento-composición y el transcurrir. Hermoso, profundo y sencillo. Al igual que el poema Púrpura “No me resigno a que la fugacidad me quite el sobresalto. / Ese paso aletargado del reloj en espera de lo indecible.”

La muestra de Nur concluye con “Sakura”, que en japonés significa flor de cerezo, proviene de saku (florecer, sonreír) y me parece que es posible vislumbrar allí un cuadro japonés, cuyo ritmo, ajustado a esta estética asiática, incorpora la naturaleza armónica, mutable y trascendental.

Joselyn Villarroel Henríquez inicia “Anna Karenina” y desde la intertextualidad sostiene un dialogo existencial con el personaje: “¿Sufrí? /Si. / Sufrí de verdad./ Ver como acababa/ la historia imperfecta de la miseria femenina.” Es más que un tipo de conversación, es un acto de sororidad desde la representación simbólica de Ana Karenina y es, claro está, un monólogo en tanto existe la identificación. Es un procedimiento interesante.

El poema “Veintisiete” inicia: “Cuando todo parece sólido como una roca incorruptible, / que se levanta atravesando la vida cual cordillera/ presumiendo ser un muro impenetrable” Y concluye así: “Aun así sigues siendo mi único viento desesperado, / por siempre…/ Y yo seguiré siendo tu eterna cordillera, / que prefirió lo incansable e infranqueable en el olvido.”  Para la voz poética, el paisaje, la cordillera, el viento lo ordenan todo, representa el equilibrio, incluso ante el conflicto íntimo.

Arlene Cubillos Poza expresa lamento y desazón en “Por qué no publico” y “Dueña de Casa”, ambos textos claman arrojo, ardor y bravura, cierto balbuceo mental la juzga débil, pero la rabia y voluntad actúan de maneras misteriosas. Esa misma voz que arma y desarma el ciclo vital que dice: “hacer que el polvo vuelva al polvo en un ciclo infinito”, esa misma forma, esa plegaria, exhiben un camino cristalino y despejado, porque tanta impotencia, fecunda una poderosa poética, como el rayo sobre la montaña en noches de tempestad, cuando todo el valle se ilumina.

El poema “Ángeles viejos” de Lorena Véliz es una especie de resignada oración ante la finitud de la existencia y en “Cigarras” leemos: “nosotros escuchamos inmóviles, / (como madre del calvario,) / inmóviles en el presente/ para que nuestra quietud gire/ en la dimensión del tiempo.”

Concurrimos a la representación de una poesía contemplativa y también mística. Una característica de esta última tipología literaria, propia de tiempos flojos para la fe católica, es la invocación a un “algo superior”. Entonces, también podríamos hablar de una estética de la montaña, en el sentido que refiere la pequeñez del espíritu ante su inmensidad suprema, allí lo contemplativo y lo místico podrían coexistir fusionados como el cielo y el valle.

Nataly Israyy, despliega una explícita poética del cuerpo y sus padecimientos en “Bronquitis”, “Cistitis” o en “Íleon”. Podríamos imaginarla, taciturna esbozando una sonrisa cuando lea que su poesía funda un tipo de catarsis sanitaria, no obstante, es una poesía desagradable, una poética de la porquería, lo áspero y lo hidrófilo.  Todo lo cual constituye un cumplido para quien escribe: “yo soy ese tumor desbocado que se ríe en el fondo del recto” o “Soy el tumor en el culo de mi abuela.” ¿Poesía o humor negro?

Nataly parece estar consciente de su rol discursivo cuando expresa: “buenas costumbres que me rehúyen”. La irreverencia es eficaz en el trabajo de explicitar la discrepancia existencial, esa tensión tan propia de la resistencia. Es una fuerza poética irritante y abrumadora al mismo tiempo.  Transcurrido el ciclo de purga higienista que trajo la pandemia y que la poeta tan bien esboza en los textos de esta antología, valdrá que ensaye su vocación hiperrealista sin complejos desde nuevas representaciones. Estaremos atentas.

Paulina Molina nos remite a un tipo de poema que ha estado muy escaso, me refiero a: “Oda a la soledad”, una tipología poética que propende a la adulación, en este caso a algo así como un tipo de viudez, pero de compañía. Recordemos que etimológicamente viudez alude a “separada”, “dividida”, “arrancada de su estado natural”, porque se normalizó la concepción de que cada una necesita un él para que “arregle” su soledad. En esta elección temática advertimos la marca de género, en la reivindicación de aquello que históricamente ha sido omitido y calificado como “inadecuado” o inmoral, es decir, ser mujer y transitar sola por la calle y la historia.

María Paz Tadres Vergara refiere a una virgen en el primer poema y el segundo lo titula “La virgen de los desamparados”. Se trata de una deidad que no puede hacer nada por el pueblo, porque no se asoma, aunque ellos se queden esperándola. En la poética de Tadres, la piedad divina no existe, hay: abismo, sombras, nebulosa esclavitud, pecado y purificación, palabras todas que pertenecen al registro léxico del “ser mujer” y padecer sin evidencias de redención alguna.

Tal vez sus textos podrían ser canciones, himnos grupales, breves elogios al dolor, acotados sueños sonoros y limpios “decires”, como este hermoso verso del poema “Alípide”: “El pájaro ha callado se bebió la espera y el silencio de otras habitaciones”.

En el poema “Casa ajena”, Rocío Figueroa transita un lugar conocido en la literatura de mujeres, la máxima expresión del ser y tener familia, el lugar donde hemos maternado a hijxs y esposos. Pero para la poeta, no es suficiente cantar de la forma antes dicha, de allí que, aunque esta casa pertenece al acostumbrado espacio de lo propio, al mismo tiempo es la frontera, lo extranjero y antitético, de allí que afirma: “No es mía ni yo le pertenezco, / pero me toca mudarla/ como si la hubiese parido”

“Cuando una cosa toma el lugar de otra”, es un gran poema y me parece que estos versos que pertenecen al citado texto, serían una bella definición de memoria: “Cuando una cosa toma el lugar de otra/ las historias se agrandan o se superponen/ no se intercambian ni desaparecen”

La poeta Muriel Fuentes usa paréntesis en los títulos como en “(La peor de todas)”, se me ocurren algunas funciones de este recurso, que motivaron su elección. La primera sería como un gesto de timidez literaria; en segundo lugar, para reforzar la intertextualidad; como elipsis, en el sentido de que su uso natural sería para añadir datos de un referente, el que en este caso estaría omitido y, por último, sería una fusión de todas estas posibilidades.

Este poema, en algunos momentos usa el estilo de “Mujeres del mundo uníos” de Teresa Calderón y no me queda claro si el final es una afirmación o una ironía: “Nosotras las colorinas, las escritoras, las putas / Que nos queremos tanto...” Creo que funciona de las dos formas.

Sin duda, que toda la muestra poética de Muriel (cuyo significado es mar luminoso) es la expresión de rebeldía y resistencia mujeril, entonces, reconocido el “silencio corrupto”, y la capacidad de bastarse a sí misma, la generosidad que ha abarcado todos los aspectos de la existencia de una mujer y por cierto, la violencia, ella agrega: “pensarme sin el temporal;/ pensarme sin ti,/ sin ninguno; bastarme solo a mí(…)para cubrir mi útero/ y para llenar la cama”. Concluye con una atractiva iniciativa: “Debería por mí misma aprender a hacerme un pito”.

No satisfecha con ello afirma: “La poesía no existe (…) La poesía no sirve de nada”.

Las palabras de Muriel son perfectas para terminar el prólogo de una antología poblada de artistas visuales, docentes, sanadoras, gestoras y poetas mapuches cuyo compromiso con el Valle del Aconcagua se manifiesta de diversas, evidentes y rebeldes maneras, más, desde ya, sabemos que hacerlo a partir de la poesía es la invitación a quemarlo todo.

Felicitaciones a todas.

Ventanas, octubre 2022

 

 

 

 

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Notas


[1] Sentido de lugar. Ensayos sobre poesía de los territorios sur-patagónicos.


 

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Poetas antologadas durante la presentación
[tomado del facebook de Marco López Aballay]

 



 





 

 



 

 

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