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Paulo de Jolly:
"Me quedé estancado en Luis XIV"
LUIS XIV. Ediciones UDP, 2018, 112 páginas.

Por Roberto Careaga C.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 16 de septiembre de 2018



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¿Cuántas veces fui al Palacio de Versalles?, se pregunta el poeta Paulo de Jolly mientras enciende un cigarrillo. "Entre unas 45 y unas 180 veces. Iba temprano y me quedaba el día entero", cuenta, recordando que todo empezó a inicios de los 70, cuando él tenía unos 17o 18 años, y vivía en París porque su padre trabajaba en Naciones Unidas. Un día, tras haber leído un par de páginas sobre la historia del palacio, se tomó el tren y una vez que llegó al lugar cayó encandilado. Volvió en diferentes épocas, siendo la última vez en 1997. Desde entonces, De Jolly ha estado pensando en Versalles. También escribiendo: su nombre en la literatura chilena se debe a Luis XIV, un inesperado volumen de poemas sobre el Rey Sol y su corte.

Nacido en 1952, De Jolly empezó a circular en el ambiente literario local a inicios de los 80, cuando repartía personalmente sus poemas entre escritores y poetas. Como lo describió Enrique Lihn, iba de cuello y corbata, peinado a la gomina, y parecía "disfrazado de militante de Patria y Libertad". No solo en el look iba a contracorriente de sus pares: mientras sus contemporáneos aludían directa o indirectamente a la dictadura imperante, De Jolly le daba voz a Luis XIV para narrar las vicisitudes de su reinado y la vida de oropeles en Versalles: "Soy el poeta de los jardines de vastas explanadas / de terrazas que se abren a horizontes infinitos / donde se respira un aire saludable / soy el poeta de los parques inmensos", se leía en el poema que el escritor señala como el primero que escribió sobre el tema, "Flota en este chambergo adornado de perlas el mayor plumaje que pueda recordar las alas del divino tocado".

Elogiado por Lihn, Eduardo Anguita e Ignacio Valente, entre otros, De Jolly en 1984 ganó el Concurso Internacional Juan Ramón Jiménez, en Puerto Rico, y el premio fue la publicación de la primera versión de Luis XIV. Aquella edición circuló escasamente mientras él se ganaba una fama de autor de culto y exótico. En 2003 sumó otro puñado de poemas a su bibliografía con el libro Príncipes, duques y mariscales de Francia, también centrado en la corte de Versalles, aunque recién en 2006 toda su obra apareció por editorial Tajamar, prologado por Diego Maquieira. Doces años después, Ediciones Universidad Diego Portales lanza la que parece ser la edición definitiva de Luis XIV, con prólogo del crítico Pedro Gandolfo.

Aunque hasta la semana pasada De Jolly no había visto una copia física del libro, ya se sentía alegre. "Es mi única carta de presentación. Sin él me siento desnudo", dice el escritor, que lleva 20 años residiendo en diferentes clínicas psiquiátricas. "Soy bipolar, aunque no estoy por eso aquí, tengo otras enfermedades", cuenta. Hoy vive en una clínica ubicada hacia el sur de avenida Matta. Su pieza está al fondo de la casona, aislada, y al entrar lo primero que destaca es un retrato de buen tamaño del Presidente Jorge Alessandri. Sobre un escritorio hay una copia de La Araucana, de Alonso de Ercilla. "Escribo todo el día. Yo vivo la poesía. Escribo todos los días. En papelitos, en servilletas, cuando voy en la calle", cuenta.

Pero a De Jolly le cuesta estar conforme con lo que escribe y calcula que solo cada cinco años escribe un nuevo poema. Ahora tiene listo el título de lo que podría ser un futuro libro: abre una libreta y en una página cae un torrente de palabras: "Los senos de Paula Cox estremecen el universo como la creación de Dios y de los ángeles en Albion y otros cisnes de cuello negro, en la mareante de su periplo de juncos azules". La forma en que está dispuesta aquella frase recuerda el estilo de los poemas de Luis XIV, que no siguen ninguna estructura poética clásica, sino que avanzan a tirones entre frases recortadas por espacios y vacíos. Fue la forma que encontró De Jolly para dar salida a su obsesión.

"Fui montones de veces a Versalles. Entraba como Pedro por mi casa. Era completamente distinto a todo lo que yo había visto antes. Me interesaba todo. La estatua del Rey Sol caminando, la iglesia, los naranjos. Recorría los palacios, pero me gustaban los jardines. Tengo una biblioteca de unos cuatro mil libros sobre el tema", cuenta De Jolly, y sigue: "Le voy a contar la verdad", advierte. "Yo tenía la idea de poetizar la historia del mundo entero, desde Adán y Eva hasta nuestros días, partiendo por Luis XIV que era lo que yo más conocía, y luego dar toda la vuelta. Pero no pude, me quedé estancado en Luis XIV hasta el día de hoy. Todavía no puedo salir. Siempre me afloran cosas. Yo quería salir. Recién ahora estoy saliendo. Un long voyage", dice.


En los 80 usted mismo distribuía el libro, ¿no?
—Hacía fotocopias bien hechas, casi como la impresión de un libro, pero en vez de encuadernarlas, las enviaba sueltas. Mandaba 10, 15 poemas. A Enrique Lihn, David Turkeltaub, a Lira, Zurita, Maquieira. A toda la inteligencia de ese momento. Salía en bicicleta a repartirlos. Llegaba hasta la casa de Donoso, ahí en Marchant Pereira. Yo quería aportar con un grano de arena a la poesía chilena.

¿Pretendía escribir una poesía que no tuviera relación con la escritura en los 80?
—No tiene nada que ver, es cierto. Pero así es la escritura de todo el mundo. Cada poesía es valiosa, cada ser humano es único testimonio de algo propio. Por eso que a mí me interesa toda la poesía, incluso la que me reparten en las micros. Yo soy un poeta inglés, de la época de John Donne y los metafísicos ingleses.

¿Le habría gustado vivir en la corte de Luis XIV?
—Me habría gustado. Bueno, yo vivo en el siglo XVII. No tengo idea de lo que pasa en el mundo, aquí no hay radio, no hay televisión, no hay computador. Yo me entero de las noticias importantes cuando voy al barrio Lastarria. Habría sido una vida más tranquila, pero tengo los pies puestos en la realidad. Aquí estoy en el barrio más peligroso de Santiago.

¿Y cómo ha sido para escribir el residir en una clínica?
—Es el ideal. ¿Usted conoce a Ezra Pound? Cuando él fue liberado de la prisión después de los discursos radiales de Pizza (de contenidos xenófobos) en la Segunda Guerra Mundial, un periodista le preguntó cómo había sido su estadía en el manicomio de San Elizabeth, en Washington DC, y él dijo: "¿Y en qué otro lugar de América se puede vivir". Una respuesta digna de Catulo u Ovidio.

¿Lo representa esa respuesta?
—Yo llevo más, llevo 20 años en casas psiquiátricas. Y creo que es uno de los mejores lugares para escribir. Esto o un convento. En estos 20 anos he estado escribiendo o leyendo. Como decía Enrique Lihn, "porque escribí no me morí".



 

 

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Paulo de Jolly: "Me quedé estancado en Luis XIV"
LUIS XIV. Ediciones UDP, 2018, 112 páginas.
Por Roberto Careaga C.
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